LA HABANA, Cuba. — Matanzas parece estar resurgiendo de sus cenizas, aunque las imágenes de la devastación causada por el incendio en la Base de Supertanqueros han provocado una suerte de shock nacional, debido no solo a la dimensión de la catástrofe, sino a su repercusión en nuestra ya muy miserable vida cotidiana. El fuego ha sido sofocado y Díaz-Canel canta victoria a pesar de los cuatro depósitos calcinados y las víctimas que aún faltan por contabilizar. A medida que van recuperando los cuerpos de los bomberos que habían sido reportados como desaparecidos, la incertidumbre da paso al dolor.
Varios jóvenes perdieron su vida en el incendio, porque, a pesar de que no tenían experiencia en el enfrentamiento a este tipo de catástrofe, fueron colocados en la primera línea de fuego. Héroes, les llaman ahora; pero les faltó añadir “desechables”. Eso son para el régimen los muchachos que pasan el servicio militar obligatorio: carne de cañón o de hoguera; peones de los cuales es legítimo disponer sin rendir cuentas a sus familias ni a organismos internacionales.
Mientras se revelan sus identidades y las redes sociales se llenan de mensajes llorosos, la prensa oficial no cuestiona la monstruosidad de haberlos mandado a morir de un modo tan cruel. En los estudios de televisión todo es triunfalismo, consignas y alabanzas a los dirigentes que “trazaron estrategias” desde una confortable oficina, mirando en un televisor de plasma, con aire acondicionado y botellitas de agua mineral, cómo la candela terminaba de desguazar eso que llaman “economía cubana”.
En medio de esas llamas murieron los jóvenes reclutas. Ahora mismo sus madres solo saben de dolor y no desean actos políticos ni medallas ni palmaditas de consuelo. Lo que esas madres deben estar sintiendo va más allá de la solemnidad hipócrita de quienes mantienen a sus propios hijos a salvo, convencidos de que los muertos deben correr por cuenta del pueblo.
Todavía el régimen no ha revelado la cifra total de fallecidos; pero los familiares de Michel Rodríguez Román (20 años), Leo Alejandro Doval (19 años), Adriano Rodríguez (18 años) y Fabián Naranjo (19 años) lloran a sus muchachos, enviados al matadero por orden de un desalmado cuyo nombre aún se desconoce. En este minuto deben estarse depurando responsabilidades, buscando quién dio la orden. Sacarán al chivo expiatorio de donde sea, pero nunca admitirán que la culpa es de los continuistas que hoy sacrifican a nuestros jóvenes con la misma indolencia que hace medio siglo los envió a morir en guerras ajenas.
Hay un abismo entre el coraje de los bomberos cubanos y la estupidez de los burócratas del PCC. En rueda de prensa, visiblemente incómodo y frustrado, el teniente coronel Alexander Ávalos Jorge (2do Jefe del Departamento Nacional de Extinción del Cuerpo de Bomberos de Cuba) se vio obligado a dar mil rodeos para no reconocer públicamente que la tecnología cubana contra incendios de gran magnitud es arcaica; por eso hubo que “acoplarla” a los equipos traídos desde México y Venezuela, empleando en ello un tiempo precioso para contener la catástrofe.
Se acerca la hora de los culpables, pero la justicia no llegará a quienes estampan su firma al pie de documentos que autorizan inversiones hoteleras, para después andar de limosneros por el mundo, utilizando como pretexto las necesidades del pueblo cubano.
Desde que comenzó el siniestro hicieron propaganda con nuestras privaciones y nuestra “resistencia” intentando obtener rédito político, presionando a Estados Unidos con el embargo; pero sin solicitar formalmente el apoyo que quizás hubiera salvado vidas, recursos y al menos parte de la infraestructura que aparece carbonizada en las imágenes del quinto día después.
El pueblo de Cuba no le perdonará jamás al castrismo su soberbia, que nada tiene de dignidad patriótica, sino de empecinamiento, de primero muertos (los cubanos de a pie) antes que aceptar ayuda de ese “enemigo” que aseguró tener listos los equipos y el personal necesarios para cooperar. El régimen no solicitó la ayuda porque habría sido un insulto al Partido, a Raúl y al fantasma de Fidel Castro; así de delirantes son los ataques de los psicópatas revolucionarios en redes sociales.
Los cubanos con vergüenza jamás perdonarán la masacre de esos jóvenes reclutas, que debería servir para que padres y madres entiendan las consecuencias de entregar sus hijos a un gobierno irresponsable, que decide con impunidad sobre la vida y la muerte. No los manden al servicio militar obligatorio. Si el régimen no les permite matricular en la universidad, que así sea. A fin de cuentas, cualquier negociante vive mejor en Cuba que un profesional graduado con título de oro.
Basta ya de crímenes por los que nadie responde. En Cuba, cuando ruedan cabezas ninguna termina en prisión. Pasan a ocupar “nuevas responsabilidades” o entran al plan pijama, con prebendas incluso, mientras sus hijos estudian y trabajan en el extranjero, abren hostales-boutique, hacen giras de conciertos por todo el país, u organizan fiestas en sus bares privados para después posar de solidarios repartiendo refrescos a los extenuados bomberos y, de paso, tomarse selfies en la zona del desastre.
En un artículo anterior dejé claro que la única maldición de Cuba es la continuidad; pero los acontecimientos se empeñan en contradecirme. Tal vez sea cierto que la justicia divina ha decidido saldar lo que no ha podido la justicia de los hombres. Cuba traicionó a la humanidad cuando declaró su apoyo a Rusia contra Ucrania a cambio de prórrogas crediticias y combustible. Hoy pierde millones de metros cúbicos de petróleo y no hay dinero que pueda restituirle a este gobierno la paz, la estabilidad y la confianza perdidas.
El castrismo, como Faraón, ve derrumbarse su poderío. Piadoso es recordarle a Raúl, Díaz-Canel y comparsa, que antes de liberar al pueblo hebreo Ramsés vio morir a su primogénito. Así que cuidado, malnacidos. De un modo u otro van a pagar el daño que han hecho a los cubanos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.