LA HABANA, Cuba.- Tiene dos empleos y ya va pensando en buscar un tercero. Apenas le alcanzará el tiempo para sentarse a descansar pero la situación en el hogar se ha complicado: una madre y un niño enfermos, el hijo mayor atrapado por el servicio militar y los techos de una casa que amenazan con venirse abajo en cualquier momento, entre otras calamidades cotidianas.
Aunque Iraida es, desde hace más de dos décadas, auxiliar de laboratorio en un importante hospital de La Habana, lleva más de cinco años trabajando como sirvienta en una casa de renta donde le pagan 30 dólares mensuales por limpiar habitaciones y lavar la ropa, una cantidad que considera “una fortuna” cuando la compara con su salario estatal de laboratorista, de 17 dólares más unos centavos al mes.
También su esposo, chofer de ambulancia, tiene más de un empleo. Las horas que debiera descansar las dedica a reparar cocinas de gas a domicilio ya que no tiene un taller propio donde hacerlo, de modo que recorre kilómetros bajo el sol o la lluvia, tocando de puerta en puerta para anunciar sus servicios con mucha discreción porque, al igual que Iraida, no puede solicitar una licencia del gobierno para ejercer el llamado “trabajo por cuenta propia” porque no les está permitido por ley a los trabajadores de la salud, así como a los de otros sectores estatales que también están regulados al respecto.
La situación de ambos no es excepcional. Por el contrario, sus esquemas laborales son muy similares a los de más de un millón de trabajadores estatales que, en Cuba, deben acudir a un empleo secundario o suplementario porque, en la realidad, es mucho mejor remunerado que la ocupación laboral oficial.
La cifra, sin dudas elevada frente a los poco más de cinco millones de ocupados, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), es solo un estimado basado en encuestas realizadas por investigadores de la Universidad de La Habana para el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social pero, además, es una alerta sobre la grave situación de los salarios en Cuba, un tema entre los más encendidos en los debates públicos sobre la nueva Constitución pero, como ha sido habitual, censurado en los medios de prensa oficialistas donde jamás aparecen las opiniones de los más indignados.
Aunque el tener más de un empleo, o varias ocupaciones de las llamadas “de medio tiempo”, es considerado algo muy normal en otras realidades, en Cuba la situación se torna peculiar, por no decir “trágica”, sobre todo por las trabas burocráticas que imponen las instituciones del gobierno, los prejuicios ideológicos del Partido Comunista, la política encubierta de segregación de la iniciativa privada, las irregularidades en el cumplimiento de la jornada laboral que con frecuencia suele extenderse a más de ocho horas diarias e incluso ocupar los fines de semana para salvar los planes de producción y garantizar los salarios.
“Se habla del ausentismo, de la indisciplina laboral como la causa del desastre que padece todo el sector estatal pero lo cierto es que es al revés”, comenta Alidio Luaces, especialista de la dirección de Recursos Humanos del grupo empresarial AzCuba.
“La mayoría de las empresas (estatales) en Cuba, sobre todo las que están ligadas a la producción y los salarios dependen de que esta se cumpla, no están en condiciones de garantizar una jornada de trabajo estable, ya sea por falta de materias primas o porque tienen problemas con la maquinaria, que está obsoleta o en mal estado (…), así que se trabaja un día, después pasan dos, tres (días) y hasta una semana parados por una rotura o porque no llegó un determinado producto que hace falta (…), entonces a fin de mes vienen los maratones productivos, y si quieren pagar salarios tienen que trabajar diez, doce horas diarias, incluso sábados y domingos”, explica Luaces.
Una trabajadora de una planta productora de enlatados, perteneciente a la Empresa Cárnica de La Habana, admite que aprovecha los frecuentes paros por falta de materias primas en la fábrica para ejercer su otro empleo como revendedora de artículos importados por las llamadas “mulas”.
“A veces no hay nada que hacer porque una máquina se rompió. Hay que reparar la caldera o esperar a que entre un condimento o las mismas latas, o no hay agua, que eso pasa bastante, entonces no me voy a quedar sentada esperando, agarro y me voy (…), nadie me dice nada porque todo el mundo hace lo mismo (…), me pongo a vender en mi casa (…), ropa, champú, pasta de diente, zapatos, lo que me traigan”, dice la empleada y además nos confiesa por qué, si gana mucho más como vendedora, no abandona el empleo estatal.
“No es mucho lo que me pagan (en la enlatadora) pero nunca está de más (…), también se consiguen muchas cosas y eso de alguna forma compensa, no tengo que gastar en comprar condimentos, consigo aceite, carne, a veces nos dan una jaba (bolsa) con aseo (…), uno va resolviendo por aquí, por allá. No hay más nada”, afirma esta obrera que además confiesa haber perdido su fe en que mejore la situación económica en la isla.
Según datos de la ONEI, durante los últimos doce años el salario promedio de un trabajador estatal en Cuba apenas ha crecido entre 5 y 10 pesos por año (menos de 0.50 centavos de dólar), para mantenerse, desde el 2006 en una media nacional que actualmente apenas supera los 600 pesos mensuales, el equivalente a poco más de veinte dólares, una cantidad insuficiente para que un trabajador pueda cubrir sus necesidades básicas.
Mientras el gobierno anuncia que no habrá incrementos salariales por el momento, así como en el texto de la futura Carta Magna no aparece el compromiso del Estado para asegurar a los trabajadores un salario acorde con los altos precios en el mercado y suficiente para asegurar una existencia digna como derecho humano fundamental, la prensa oficialista divulga con entusiasmo la próxima inauguración de un nuevo hotel de gran lujo en la capital cubana, aún cuando se avienen para este segundo semestre de 2018 y el primero de 2019 drásticos recortes en los planes energéticos y de importación en las empresas estatales, así como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe ha informado que la economía cubana apenas crecerá 1,5 %, una cifra por debajo de lo alcanzado en 2017.