LA HABANA, Cuba. – Hace varios días, la diputada y presidenta de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional del Poder Popular, María Yolanda Ferrer Gómez, respondió a las críticas del Parlamento Europeo hacia la Isla, alegando que Cuba era un país libre “donde nadie es sancionado por su forma de pensar”.
¿Será que esta diputada nunca supo que a lo largo de 60 años miles de cubanos han ido a prisión solo por criticar y enfrentarse de manera pacífica al régimen cubano? ¿Será que no conoce las sanciones contra decenas de periodistas independientes durante todo ese tiempo, solo por su forma de pensar?
Citar nombres sería para nunca acabar. Con dos o tres me bastaría: Huber Matos, el comandante de la Sierra Maestra que se rebeló sin disparar un tiro y cumplió 20 años de cárcel, así como Mario Chánez de Armas y Gustavo Arcos Bergnes, asaltantes del Cuartel Moncada. En la misma lista incluyo al viejo comunista y defensor del Movimiento de los Derechos Humanos Ricardo Bofill Pagés, fallecido hace poco en el exilio, con quien más de 30 profesionales fundamos el Movimiento de los Derechos Humanos, en 1988 (luego muchos fuimos llevados a prisión o a un exilio obligado).
Al parecer, María Yolanda no lo sabe. Éramos, señora, personas decentes: periodistas, abogados, médicos, escritores y obreros.
Esta diputada ahora le responde a una titular de la Subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo que eso que ellos llaman “Movimiento”, refiriéndose al grupo de San Isidro, no pasa de ser “un grupúsculo financiado por Estados Unidos”.
Esa era y es la acusación de siempre, señora: “grupúsculos financiados por Estados Unidos” es el pretexto usado por su régimen para criminalizar la libertad de pensamiento. También José Martí, que vivió en ese país, hoy pudiera caer en la misma trampa.
Es más, nada raro es que quien encabeza el Movimiento San Isidro sea un individuo que tiene un abultado expediente de “provocaciones”, pues el jefe de la Revolución calificó desde el primer momento a sus enemigos como mercenarios, vendepatrias, delincuentes, gusanos y cucarachas.
O sea, que según usted, en la Cuba de los Castro no puede haber oposición ni disidencia alguna, mucho menos estallidos sociales, puesto que, los 12 millones de cubanos que viven en la Isla tienen que pensar igual que los hermanos Castro. Tampoco se pueden expresar opiniones distintas, ya que según usted, el Estado propicia un intercambio permanente entre quienes lo apoyan, para así lograr que el pueblo participe de la conducción del país.
Suena bonito eso, pero no se ajusta a la realidad del mundo de hoy. Solo se puede conocer el apoyo político de un pueblo mediante unas elecciones generales, libres y democráticas.
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