LAS TUNAS, Cuba. – En estos días de Navidad, carentes no sólo de provisiones materiales, sino también espirituales, fraternales, con tantos seres queridos ausentes, a la memoria me viene un pasaje bíblico, asaeteándonos a quienes vivimos y sufrimos en esta isla, que para nosotros los cubanos, incluso para los que residen fuera de ella, no sólo es islote geográficamente.
Jesucristo trazó un símil a la hipocresía diciendo de los sepulcros encalados: “por fuera se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos”.
En Cuba muchos son los “sepulcros blanqueados”, a decir de Jesús, pero a modo de ejemplo, esta es la reseña de una casa situada en 5ta avenida, en Miramar, La Habana; uno de los tantos sepulcros castristas, de los que, llegado su momento, habrá de contarse para que, esos crímenes habituados, no se repitan en Cuba.
Ojalá algún lector acucioso (de esos que atesoran viejos recortes de prensa o fotos de familia), posea alguna imagen de la casa de 5ta y 14, tomada entre 1959 y 1962, cuando allí aparcaban los carros del G-2, y pueda compararla (y compartirla) con la fotografía que ilustra esta historia y lo que ahora contamos.
Pasé 15 días en La Habana, apreciando la salida de mi hijo de Cuba hasta en sus mínimos detalles, sin visitar familiares, amigos ni sitios de distracciones, y un día, aburridos ya de ese escrutinio, sin tener que leer yo y él con todas las películas en su laptop ya vistas, dije a Albertico:
“Vamos, que te voy a mostrar un sepulcro blanqueado, como dijo Jesús según San Mateo”.
“¡Tú estás loco, y si nos trancan ahí! Ahí fue donde el abuelo de mi hermano pensó salir libre y quedó preso”, dijo Albertico.
Había contado yo a Albertico la historia de mi exsuegro que, temprano en los años 60, pretendiendo él y otros ir por mar a Estados Unidos, habían sido sorprendidos por la policía en ese empeño.
Mi exsuegro logró escapar, y como ni habían robado, herido ni matado, no se le ocurrió nada mejor que pedir ayuda a dos de sus hermanos, integrantes de la escolta de Fidel Castro.
Conduciendo al hermano-prófugo, los hermanos-escoltas fueron ante su jefe, el entonces capitán José Abrantes, más tarde, ya general de división, muerto sospechosamente en las cárceles castristas.
“Abrantes mismo me tomó declaración; y de ahí me llevaron para 5ta y 14, yo creía que para arreglar el problema. ¡Arreglar el problema! De 5ta y 14 me mandaron para Santiago de Cuba, me echaron cinco años de cárcel por salida ilegal del país”, me contó mi exsuegro.
Y en un gesto temerario, más que para vencer el aburrimiento de la espera, para vengarnos de frustraciones pasadas, a riesgo de ser reconocidos por algún persecutor devenido “historiador”, nos metimos en 5ta y 14, donde ahora las guías de museo, hacen de oficiales operativos de trabajo ideológico.
Para llegar a la puerta principal de la casa de 5ta y 14 uno debe ascender una escalinata de sólo tres peldaños. Fidel Castro, Jorge (Papito) Serguera, fiscal de los tribunales revolucionarios, el comandante Ramiro Valdés y una ristra de persecutores de la policía política, debieron pasar por esos escalones.
En el portal, atornillada a la pared, una placa bronceada con letras carcomidas dice: “Esta casa fue sede de la Sección de Operaciones de los Órganos de la Seguridad del Estado (G-2) de 1959 a 1962.”
En esta casa debió “legalizarse” en octubre de 1959 la condena a 20 años de cárcel del comandante Hubert Matos.
También en esta casa debió planearse el 18 de marzo de 1961, la captura en el reparto Flores del comandante Humberto Sorí Marín, abogado, auditor del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, ministro de Agricultura en 1959, y, fusilado en abril de 1961.
Y de esta casa debió salir el legajo operativo-legal que también en abril de 1961, condujo a la detención y fusilamiento del comandante William Morgan, el estadounidense que lucho junto a los cubanos para derrocar la tiranía de Fulgencio Batista.
De la aburguesada sede del G-2 en 5ta y 14, en la mayor redada policial que se recuerde en Cuba, la mañana del 17 de abril de 1961, partió la orden de detención de miles de cubanos, en todo el territorio nacional, para impedir su incorporación a la lucha anticastrista durante el desembarco de la Brigada 2506 por Bahía de Cochinos.
En esta casa, situada justo en la intercepción de la 5ta avenida y la calle 14 en el otrora elegante Miramar, se diseñaron y ordenaron los más importantes operativos realizados en toda Cuba, dirigidos a la detención de decenas de cubanos que concluirían sus días ante los pelotones de fusilamiento.
Cuba vivió una guerra civil de 1959 a 1965, y durante los tres primeros años de esa guerra fratricida, de 1959 a 1962, quizás los más cruentos, los nombres de todos los anticastristas muertos en combates, fusilados, encarcelados, o simplemente fichados por delitos políticos, engrosaron los archivos del G-2 en 5ta y 14.
Ahora el otrora cuartel general de operaciones del G-2, transformado en museo, es sede del… “Memorial de la Denuncia”.
“El Memorial de la Denuncia es un museo moderno, con predominio de tecnologías digitales y expresiones artísticas, dedicado a las víctimas del terrorismo contra Cuba, las denuncias a las agresiones subversivas de los gobiernos de Estados Unidos desde 1959…
“Está constituido por seis salas expositivas (de juegos para niños, de navegación, de lectura, polivalente, cafetería, tienda de souvenir, librería…) que denuncian ante el mundo, a través de textos, animaciones, multimedia, infografías y videos de ese drama histórico…”, dice el catálogo del Memorial de la Denuncia.
Pero no hay en el “memorial” un sitio, por ejemplo, para los 11 215 campesinos medianos o ricos que habían colaborado para derribar la dictadura de Fulgencio Batista, y luego, por volver a colaborar, esta vez para derribar la dictadura castro-comunista, sus tierras, más de 156 mil caballerías de campos labrantíos o potreros con ganado de carne y leche, les habían sido expropiados para al final terminar cubiertos de malezas espinosas.
Tampoco hay en el “memorial” un sitio para las familias campesinas cubanas desterradas lejos de sus sitios de labranza, por colaborar con la oposición ante el castro-comunismo. Y téngase en cuenta por sólo citar otro ejemplo, que, en sólo dos días, entre el 7 y el 9 de septiembre de 1963, de la provincia de Las Villas fueron sacadas hacia otras regiones del país más de 3000 personas, integrantes de unas 500 familias campesinas.
Bastaba que, en uno de esos predios rurales, el G-2 recolectara evidencias “CR” (contrarrevolucionarias) para que sus moradores engrosaran la lista de los “evacuados” (desterrados). Pobre del campesino al que se le encontrara no un arma, sino cualquier vestigio de productos llegados de Estados Unidos.
Pero ahora usted puede entrar al G-2 en 5ta y 14, ver el lado de la historia que le muestran, no la que usted quisiera conocer, y de paso, tomarse una Coca Cola. Quienes antes perseguían esos productos en los bohíos del campo cubano como signo fiable de “colaboradores CR”, ahora los venden en su cuartel general. Ya lo dijo Jesucristo:
“Sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos… por fuera os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”.