GUANTÁNAMO, Cuba. – Este 26 de mayo se cumplieron 220 años del nacimiento de Felipe Poey Aloy, uno de los más grandes científicos cubanos de todos los tiempos.
Hijo de padres franceses, desde los cinco años de edad y hasta los ocho vivió en la patria de sus padres, donde enfermó de poliomielitis, enfermedad que le dejó secuelas en la parte derecha de su cuerpo pero que no logró limitar sus deseos de auto superación, lo cual demostró hasta el final de su larga vida.
Cuando murió su padre regresó a La Habana y comenzó estudios en el Seminario de San Carlos, donde se asegura que recibió clases de Félix Varela y se destacó por su inteligencia.
A los 21 años se graduó como Bachiller en Derecho. Luego recibió el título de abogado en Madrid, donde trabajó por poco tiempo en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación pues, a pesar de los estudios realizados, su gran vocación fue la investigación científica, específicamente la dedicada a la flora y fauna cubanas, estudios que comenzó de forma autodidacta.
En 1826 regresó a Francia y llevó consigo valiosos ejemplares de la naturaleza cubana y los borradores de los primeros resultados de sus investigaciones. Fue en la capital francesa donde conoció a los científicos Jorge Cuvier y Aquiles Valenciennes, quienes lo introdujeron en la Ictiología. El valor de esta relación no puede medirse únicamente por los beneficios recibidos por el cubano, pues ambos científicos usaron varias de sus notas y dibujos en la obra que dieron a conocer con el nombre de “Historia General de los Peces”, antológica por su alcance y repercusión internacional.
En el país galo se consolidó el prestigio científico de Felipe Poey. Allí fundó, en 1832, la Sociedad Entomológica de Francia y ese mismo año publicó sus trabajos investigativos iniciales sobre los insectos, dando a conocer la obra “Centuria de los lepidópteros de la Isla de Cuba”, uno de los más célebres. También fue miembro de la Sociedad Zoológica de Londres, de la Sociedad de Amigos de la Historia Natural de Berlín y fue Socio de Honor de la Real Academia de Ciencia, del Museo y de la Historia Natural de Madrid.
Con un sólido prestigio alcanzado en la investigación científica regresó a Cuba en 1833 y comenzó una pródiga labor docente que lo llevó a impartir clases de Geografía de Cuba, Geografía Moderna, francés y latín. Suya fue la autoría del primer libro sobre Geografía de Cuba, publicado en 1836 y que tuvo 18 reediciones.
A partir de 1842 ocupó la cátedra de Zoología y Anatomía Comparada de la Universidad de La Habana y en 1877 fue elegido Presidente de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba.
El mérito científico fundamental de Felipe Poey radica en sus estudios y aportes sobre los peces cubanos, que alcanzaron su culminación en la obra “Ictiología Cubana o Historia Natural de los Peces de Cuba”, la cual obtuvo Medalla de Oro en la Exposición Internacional Colonial realizada en Ámsterdam, 1883, sin embargo, su obra completa sólo fue publicada en el año 2000, como homenaje al bicentenario de su nacimiento, ocurrido un año antes.
En el campo de la literatura se destacó por la traducción de las obras tituladas “Historia del Imperio de Asiria” y “Nociones elementales de Historia Natural”, de G. Delafosse. Pero en el Diccionario de Literatura Cubana hay constancia de su colaboración con importantes medios de prensa de la época como El Plantel, Memorias de la Sociedad Económica de Amigos del País, Revista de La Habana, La Luz, Revista Habanera, Ateneo, Revista Bimestre Cubana y El Fígaro entre otros. Además de las obras científicas mencionadas fue autor de unas “Memorias sobre la Historia Natural de la Isla de Cuba”, en dos tomos, publicada en la década de los años cincuenta del siglo XIX y de un “Curso Elemental de Mineralogía”.
Asombra que a pesar de los indudables méritos científicos exista tan poca información relacionada con su vida y obra en las redes y que en su propio país Felipe Poey sea un gran desconocido para muchos estudiantes y generaciones de cubanos.
En el Diccionario de Literatura Cubana sólo aparece una escueta nota biográfica que culmina con una breve explicación de su obra literaria. Lo mismo constaté al consultar algunas fuentes en Internet.
A pesar de este desconocimiento creo que no es desacertado afirmar que junto con Tomás Romay, el alemán Alejandro de Humboldt y el insoslayable Fernando Ortiz, Poey constituye un obligado referente científico y cultural de nuestra patria y un motivo de orgullo para todos los cubanos, pues situó muy alto el nombre de Cuba dentro de la comunidad científica internacional en plena etapa colonialista española.