LA HABANA, Cuba. – Adalberto no cree en la decisión del Departamento de Estado de mantener la misma política migratoria respecto a Cuba. Antes que termine el 2015, volverá a poner la proa de otra embarcación rústica rumbo a la península de la Florida.
Sería el tercer intento, en menos de 24 meses, de una travesía que por poco le cuesta la vida en febrero pasado.
“La lancha se empezó a llenar de agua a los pocos minutos del viaje. Fueron muchos los golpes en el traslado hacia la orilla. Pesaba demasiado. Por suerte tuvimos tiempo para regresar sin problemas. Esta vez trataremos de conseguir los medios necesarios para que no nos vuelva a suceder”, expresó con un tono optimista.
Pese a las reiteradas informaciones en relación a la permanencia de la Ley de Ajuste Cubano, dentro de la Isla y sobre todo entre los miles de jóvenes que sueñan con escapar, es mayoritaria la creencia en que las cosas van a cambiar de un momento a otro.
“No confío en lo que dicen las noticias. Pienso que Obama, antes que termine su gobierno, va a quitar la Ley de Ajuste Cubano. Las relaciones no nos favorecen”, agregó Adalberto.
Aquí adentro las cosas están cada vez peor desde que comenzó el acercamiento.
“Por más que me digan, seguiré apostando por la salida. Es una de las pocas puertas, y sin dudas la mejor que tenemos, hacia la libertad y la prosperidad”, dijo, convencido, el joven de 28 años, graduado en gastronomía y residente en el capitalino barrio de Colón.
De acuerdo al número de cubanos implicados en estos afanes y la perspectiva de un crecimiento exponencial en los próximos meses, es presumible que el asunto derive en una crisis que podría tornarse inmanejable.
A las aspiraciones por marcharse sobre algún artilugio flotante se suman las que comienzan con un viaje a algunos de los países de Centro o Suramérica. Llegar a la frontera de México con los estados de Texas o Arizona desde Ecuador, Honduras o Colombia, es un reto de grandes proporciones.
El itinerario comprende varios meses y el pago de sumas monetarias de cinco dígitos, y en dólares, a los traficantes de personas. Más allá de los esfuerzos de la cancillería norteamericana por comunicar la invariabilidad de los favores migratorios para los cubanos, está la desesperación y la falta de fe en que la situación interna evolucione hacia una mejoría, en toda la acepción del término.
Por eso Adalberto no pierde tiempo. Continúa enfrascado en sus planes sin darle cabida a una tragedia en alta mar. En su mente tienen plaza fija el downtown de Miami con su colorida ambientación y la imagen en movimiento de él y el resto de los expedicionarios insertados a tiempo completo en esa geografía.
Su novia no disimula el embullo. Me confiesa que sus padres están ajenos a su propósito de probar suerte sobre el bote para el que ya consiguieron un motor. “Hay que arriesgarse. En Cuba no hay futuro”, señala con un gesto que refuerza su determinación a irse del país donde nació hace 20 años.