LA HABANA, Cuba. – Radio Bemba, una de las únicas fuentes de información confiable dentro de Cuba, da cuenta de la movida que tiene lugar por estos días, en La Habana, entre un buen número de jóvenes policías procedentes de la región oriental, los que al parecer quieren renunciar a sus puestos, porque las autoridades no cumplen con las promesas que les hicieron durante el proceso de reclutamiento.
A juzgar por los testimonios (lógicamente anónimos) de algunos de estos agentes, luego de varios años de espera, continúan sin ver las casas propias que tendrían en la capital, según les prometieron, o los sistemáticos aumentos salariales y las facilidades de compra, como estímulos, de equipos electrodomésticos, entre otras prebendas que, cuando son asignadas a las unidades policiales, quedan todas en manos de la plana mayor. Mientras, a ellos les toca solamente la peor parte, que es lidiar con la gente en la calle, cada día más descontenta y más dada a delinquir, por los imperativos de la subsistencia.
Es corriente que al ir a presentar sus renuncias (que hasta ahora les han sido sistemáticamente denegadas), estos policías se encuentren con muchos otros que manifiestan la misma decepción y los mismos deseos. También parecen resultar comunes sus respuestas ante la pregunta: ¿Si renuncias, regresarás a tu pueblo? No, dicen todos. Entonces vuelven a preguntarles: ¿Y qué vas a hacer en La Habana sin casa y sin albergue? Cualquier cosa menos policía, resumen.
De hecho, se conoce que aun antes de renunciar, una buena parte de ellos ya se encuentra realizando otros trabajos en forma paralela, durante el tiempo libre, pues la carencia de la vida, más su inestable situación de provincianos sin recursos tratando de sacar la cabeza en la capital, no les dejan otro camino que buscar alternativas económicas, sobre todo en el mercado cuentapropista. No todos han tenido la “suerte” de ser ubicados como agentes del tráfico o para operar en sitios turísticos, donde pueden recibir dinero extra por concepto de soborno. De modo que hoy no resulta raro encontrarse aquí con camareros o vendedores ambulantes o taxistas por la izquierda cuyo empleo formal es en la policía.
Se recordará que desde hace unos pocos años la llamada Policía Nacional Revolucionaria (PNR) ha venido engrosando muy notablemente sus filas con jóvenes traídos de las provincias del interior de la Isla, muy en particular de las orientales. La demanda de empleo como policías era cada vez más baja entre los capitalinos. Llegó un momento en que nadie quería ser policía en La Habana. Pero, a la vez, se imponía la necesidad, para el régimen, de aumentar continuamente las fuerzas represivas. Sobrevino entonces el círculo vicioso: mientras más esclerosada e injusta se tornaba la dictadura, mayor era el rechazo popular a sus cuerpos represivos, y más continuados y desmedidos resultaban los actos coercitivos de la policía, así que mayor era el desprestigio de ésta ante la población, que se negaba a ser utilizada como punta de lanza, a pesar de que le prometían solvencia económica por encima de la de cualquier profesional.
Es justo en medio de esta coyuntura cuando entró en juego la renovación y engrosamiento de las filas de la PNR con grandes contingentes de jóvenes, muy pobres (así que mayoritariamente negros y mestizos), traídos desde el interior de la Isla.
Siglos atrás, el poder colonial de España había acudido a una alternativa muy parecida, con la creación del Batallón de Pardos y Morenos. También la dictadura de Fulgencio Batista lo hizo, pero para engrosar su ejército en tiempos críticos, reclutando entre menesterosos campesinos a los tristemente recordados “Casquitos”.
Sin embargo, los del Batallón de Pardos y Morenos, aprovechando la oportunidad que les brindaba el propio poder para estar juntos e intercambiar criterios bajo circunstancias legales, lograron organizarse y conspirar contra la corona española. Los “Casquitos” se distinguieron por su abulia como soldados y su falta de disposición combativa. Mucho tuvieron que ver, como se conoce, con el gran ridículo que hicieron las tropas de Batista ante el Ejército Rebelde. En tanto, los flamantes centuriones de la actual policía habanera manifiestan en masa su apuro por abandonar el barco cuando obviamente hace aguas. También se sabe que una numerosa porción entre ellos se preocupa por dejar en claro la disparidad de su actitud con respecto a los miembros de la policía política.
El poder hegemónico se comporta siempre como uno y el mismo a través de la historia, no obstante alguna sustancial diferencia. Pero igualmente las víctimas responden ante la manipulación del poderoso con reacciones afines o muy parecidas, a pesar del largo transcurrir del tiempo y la disimilitud de épocas o sistemas.
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