HOLGUÍN, Cuba.- Oscar, un cantinero de la ciudad de Holguín, ha quedado sin trabajo. El bar en el que laboraba, donde atendía al turismo de la ciudad, ha sido cerrado como parte de las medidas sanitarias para la contención de la transmisión de la COVID-19.
El primer mes desempleado Oscar cobró los 2 400 pesos de su salario. Desde febrero del presente año recibe solo el 60% del sueldo. Pero los 1 440 pesos que le pagan no le alcanzan para el sustento del hogar.
Oscar trata de sobrevivir con las ventas ilegales de champú, detergente, aceite y cuanta mercancía caiga en sus manos sin importar su procedencia. “Tengo una familia que mantener y no puedo quedarme con los brazos cruzados”, dice Oscar, con dos hijos pequeños y una esposa ama de casa.
En una situación similar se encuentran la mayoría de los trabajadores del turismo en el territorio, considerado el cuarto polo de la industria de los viajes en Cuba después de La Habana, Varadero y Jardines del Rey.
Las limitaciones impuestas por el coronavirus se sumaron a la implementación de la llamada Tarea Ordenamiento en enero, que quintuplicó los precios de los productos y los servicios. Según cálculos de los especialistas, ahora se necesitaría un salario de 7 000 pesos mensuales para cubrir mínimamente el costo de la canasta básica de una persona.
Los trabajadores del turismo están entre los más afectados económicamente con el incremento de las regulaciones sanitarias implementadas desde el mes de febrero, cuando el municipio cabecera regresó en la fase de transmisión autóctona limitada.
El esplendor turístico de Holguín ha languidecido progresivamente desde el año 2020, llegando a su peor momento en este 2021, debido el cierre de las actividades recreativas a partir de la dispersión del virus, el incremento del número de casos autóctonos, importados y de personas sin definir su fuente de infección.
La llegada de turistas a Cuba cayó durante el primer trimestre de este 2021 a menos del 5% de las cifras correspondientes a igual período en 2020, según datos publicados por la Oficina Nacional de Información y Estadística (ONEI)
Los visitantes extranjeros que arribaron a Cuba entre enero y marzo del presente año no superaron los 48 163, “es decir, el 4.9% de la cifra de ese mismo período en 2020. La pandemia impidió la recuperación de la actividad en el primer trimestre”, escribió el economista cubano Pedro Monreal en la red social de Twitter.
María Antonia, que así prefirió identificarse y que ahora está en la casa por reducción de plantilla, cobrando el 60% de su salario de 2 400 pesos, trabajó como dependienta en la céntrica cafetería Pico Cristal. La holguinera opina que, a raíz de la reforma salarial por la unificación monetaria en enero de este año, “se puede decir que prácticamente no nos subieron el salario. A nosotros nos ‘mataron’ con ese invento de la Tarea Ordenamiento”.
”Hasta el año pasado yo ganaba un promedio de 1 125 CUP mensuales por el cumplimiento del plan de ventas, con eso más el salario de 400 CUP y las propinas mis ingresos pasaba de 5000 CUP en total. Los precios de los productos básicos eran asequibles. Ahora no tengo trabajo y estoy en la casa con un salario mínimo pasando muchas necesidades económicas”.
Con el cierre del establecimiento, el bar Plaza, perteneciente a Palmares S.A., una empresa extrahotelera estatal con ofertas al turismo nacional e internacional que administra la mayoría de los bares en la ciudad de Holguín, ha prescindido del servicio de seis trabajadores. Dos luncheros, dos dependientes, un cantinero y una auxiliar de limpieza están sin vínculo laboral cobrando el 60 % de sus salarios. Ha quedado un cantinero con la misión de vender, “solo para llevar”, pomos de agua, y cajas de cigarro, botellas de vino y ron, colocadas sobre una mesa que impide el acceso por la puerta principal.
De acuerdo con una fuente cercana a los empleados, el alto precio y la escasa variedad de los productos han limitado el negocio, reduciendo la ganancia del empleado con un horario diario de trabajo de 8:30 de la mañana a 3:00 de la tarde.
Un escenario parecido tiene Tocororo, una pizzería estatal también de Palamares S.A., que ha cambiado su oferta principal por la venta de ron para llevar.
De cinco dependientas quedó solo una trabajando. Las demás están en la casa con el 60%. Y de su producto estrella, la pizza, solo quedan las fotos en las paredes. “La venta de pizza ha sido muy inestable por la falta de harina”, dice un empleado bajo condición de anonimato por temor a ser despedido.
Por esa razón el cocinero ha quedado sin trabajo. Mientras, según la fuente vinculada al lugar, la empleada que quedó a cargo ha visto disminuir su salario de 2 400 pesos a 1 500 por la disminución de las ventas.
“La pobre mujer no tiene culpa de la falta de gestión administrativa para localizar la harina o para incrementar la cantidad, variedad y los precios asequibles de las botellas de ron. Ella está cobrando menos que un jubilado con pensión mínima de 1 528 pesos. Y a eso se le suma que tiene que trabajar diariamente de 9 de la mañana a 4 de la tarde en malas condiciones, trancada en un lugar hermético sin aire acondicionado, soportando el calor, sin agua ni alimentos. Todo tiene que traerlo de la casa”.
Por su parte, la franquicia de la Bodeguita del Medio en Holguín, inaugurada en mayo de 2017 durante la 37 Feria Internacional de Turismo FITCuba, ve con cierta melancolía la aceptación que tuvo entre los turistas rusos y canadienses que la visitaron antes de la pandemia.
Con sus puertas cerradas, este bar restaurante redujo sus ventas a botellas de ron importadas y excesivamente caras para el salario promedio en Cuba. A esto se suma una precaria y poco variada venta de comida. Todo para llevar.
El tiempo parece haberse detenido en la pared. Las firmas de sus visitantes no remontan al 2019.
Asimismo, una drástica reducción de su plantilla ha dejado a solo dos trabajadores que, aunque intentan brindar un buen servicio, no lo logran por la magra oferta de la que disponen.
Por otra parte, desde hace más de un año el silencio le ha ganado a La Bolera, un sitio recreativo que antaño se caracterizaba por la algarabía de los niños trepados en equipos de juegos, el bullicio de sus padres compartiendo bebidas alcohólicas y ofertas gastronómicas, y el inconfundible sonido de los bolos. Ahora el lugar ha quedado sin ofertas gastronómicas y sus trabajadores han sido enviados para su casa con el 60% del salario. Una sola dependienta ofrece las mismas marcas de ron embotellado que proponen los demás establecimientos turísticos de la ciudad.
En el caso del hotel Saratoga, enclavado entre las céntricas calles Maceo y Martí, desde que se inauguró en julio de 2020, tras una larga restauración iniciada en septiembre de 2016, su servicio ha sido eventual. Ninguna de sus 12 habitaciones ha sido estrenada por recomendaciones de las autoridades sanitarias, que velan por la disminución del contagio del coronavirus.
La mayoría de sus empleados están en la casa a la espera de una reapertura con clientes cubanos y foráneos. Por ahora la oferta es solo para llevar, tal como se anuncia en dos grandes pizarras donde se ha escrito con tiza el menú del día.
Los trabajadores de otros lugares destinados al turismo han corrido peor suerte. Entre ellos están los bares Don Chipo, perteneciente a la empresa de Campismo Popular, y el bar El Chorrito, de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM). Ambos desde hace meses mantienen el cartel de cerrado colgando en sus puertas por la falta de ofertas.
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