Consecuencias de ser opositor en Cuba (I)


LA HABANA, Cuba. – “Vas a comenzar a sentir el peso de las consecuencias por hacer lo que tú haces”, fue la amenaza de uno de los represores que el 30 de octubre último me interrogó en el aeropuerto internacional de La Habana “José Martí”, a mi llegada de Miami. Del mismo modo, me dijeron que indagara con amigos disidentes sobre esas consecuencias y, aclaró, “esto no es una amenaza”.
Poco después, la aduana me decomisó varios artículos considerados “propaganda subversiva”: una gorra de promoción de la película “Plantados”, dos USB, once folletos sobre violencia de género y cinco ejemplares de la novela “El verano en que Dios dormía”, del escritor Ángel Santiesteban Prats.
Desde entonces, me han prohibido la salida del país y miembros de mi familia han sido igualmente amenazados. Por lo que, sin duda, han comenzado a aplicarme esos mecanismos arbitrarios de los que me alertaron.
En aras de indagar sobre las implicaciones de trabajar como periodista independiente y defensor de derechos humanos en Cuba, he consultado a varios activistas. Nada mejor que darle voz a esos que han sufrido las secuelas del régimen, para comprender las consecuencias de ser disidente en Cuba.
Jorge Olivera Castillo, escritor, preso político del Grupo de los 75 y Presidente del Club de Escritores y Artistas de Cuba (CEAC)

“En una dictadura neo estalinista, como la que existe en Cuba, el ejercicio del derecho a la libertad de expresión tiene consecuencias.
Desde 1993 hasta hoy día, he soportado marginación social, actos de repudio, detenciones arbitrarias y una condena a prisión de 18 años, en el 2003, específicamente por dirigir una agencia de prensa independiente. Estuve casi dos años tras las rejas. Recibí una Licencia Extrapenal por motivos de salud (Libertad condicional). La sanción termina en el 2021.
En los últimos meses he sido objeto de varios actos represivos (interrogatorios, multas, arrestos en estaciones policiales y domiciliarios), solo por organizar actividades literarias y artísticas al margen de las instituciones oficiales.
No aceptar la ideología impuesta por el partido comunista y cuestionarla públicamente, significa la anulación como ser humano y la exposición al maltrato y la tortura, cada vez que se les antoje a los agentes de la Policía Política.”
Nancy Alfaya, Coordinadora de la Red de Mujeres por la Igualdad (RMI), organización integrante del CIR (Comité Ciudadano por la Integración Racial), y Promotora Cultural del CEAC
“Las consecuencias por ejercer mi libertad de expresión, mis derechos como ciudadana y ser defensora de los derechos humanos, tiene un precio que se llama: dignidad, convicción, ideas y principios que no son negociables. Los mecanismos de represión a los que nos enfrentamos los que hemos decidido salir del yugo del opresor, de la doble moral, de la mentira, del silencio y la complicidad de un régimen totalitario son: hostigamiento, represión, acoso, actos de repudio, cárcel, secuestro, desaparición forzosa, multas, amenazas, intimidación, campañas de desprestigio.
A pesar de todo esto que he tenido que enfrentar desde hace más de 20 años, doy gracias a Dios y me siento feliz con lo que hago; luchar por la libertad de mi país, alzar mi voz por los oprimidos y vivir sin miedo a nada es mi mayor satisfacción.
Fuimos creados por Dios para vivir en libertad, sin temores, con sueños, esperanzas, paz y amor. Estoy convencida de que hago lo correcto, lo justo, lo necesario para mi vida, mi familia y mi país.”
Henry Constantín Ferreiro, Director y Periodista de La Hora de Cuba, Vicepresidente Regional para Cuba de la Comisión de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)

“Ser disidente en Cuba tiene un enorme costo en todos los planos de la vida, y en el plano material es más evidente. Me ha sido vedada la posibilidad de graduarme, de tener un título, porque me expulsaron de tres universidades por manifestar mis ideas y por querer hacer el periodismo a mi manera mientras era estudiante.
Ser disidente implica vivir con un riesgo de prisión probable y de hipervigilancia sobre todos los aspectos de nuestra vida. Ser disidente, al contrario de lo que la propaganda oficial dice, en muchos casos conlleva inclusive dificultades para desarrollarse económicamente en Cuba, en un país donde todo prácticamente pasa por la ilegalidad. Debes ser el ciudadano que más cumple las leyes, y por ello debes incluso renunciar a comida que tu hijo necesita, como la carne de res, porque es prohibida.
Pero trae consigo igualmente algunas ventajas, más pronunciadas en el plano espiritual. Cuando eres disidente es porque has decidido soltar todo lo que tiene tu corazón y tu cerebro dentro, o sea, la carga de libertad y de satisfacción contigo mismo es definitivamente mayor que la que muchas personas sienten. Sin lugar a dudas, llevas contigo un poco de miedo por todo lo que te puede ocurrir, pero no tiene nada que ver con el miedo normal que lleva un ciudadano cubano, con el miedo continuo a que cada acto de su vida le traiga un problema. El que es disidente está más tranquilo y satisfecho de sí mismo y está como mirando todo lo que ocurre en su país desde un punto mucho más alto que los demás.”
Carlos Amel Oliva Torres, miembro de la Dirección Nacional y líder del frente juvenil de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU)

“La primera consecuencia de ser activista de derechos humanos en Cuba es la presión que ejercen los seres más allegados a uno. Cuba es un país totalitario donde se ha adoctrinado a los ciudadanos por más 60 años. Ello ha generado que muchos ciudadanos hayan perdido esa condición que le hace ser precisamente un ciudadano: la muerte psíquica, la pérdida de opinión propia o el deseo de actuar de manera consecuente con su pensamiento. En tal sentido, este ciudadano se ha convertido en alguien muy programado, que aplaude y apoya al gobierno -o así lo finge- y se ha alejado de todo aquello que hace rechazo a ese gobierno.
Por lo que, la opinión primera de las personas que te rodean cuando te declaras como activista de derechos humanos, es sencillamente decirte que estás loco, que eso te va a meter en problemas y ahí comienza el acoso de esas cercanas relaciones. Luego están las personas del barrio, en cada barrio en Cuba hay un CDR (Comité de Defensa de la Revolución) y esto genera que esta organización, que abiertamente es defensora del régimen y de la ideología del partido que impera en Cuba, también te reprima, te comience a acosar, te amenace, te organice campañas y actos de repudio, te desacredite, es decir, te linchan social y moralmente.
Posteriormente, si eres estudiante, la administración de la escuela y la organización estudiantil, quienes también responden al régimen cubano, termina igualmente haciéndote la vida bien difícil con amenazas e incluso expulsiones. Y lo mismo sucede en los centros de trabajo y en todos los ámbitos de la vida del cubano.
Luego de estos mecanismos de presión y control social, está el trabajo directo de los órganos represivos que, en el caso de la Policía Política, se apoya en todas estas instituciones que responden al régimen, al Partido Comunista de Cuba (PCC); pero también ellos trabajan en combinación con la Policía Nacional y las fuerzas de Tropas Especiales. Así, por ejemplo, te detienen, te golpean, te encarcelan, porque también controlan los tribunales, las fiscalías, y hasta los bufetes colectivos de abogados. Por lo que te fabrican falsos delitos y te llevan a prisión impunemente.
Debemos decir además que la salud pública también la controlan y pueden incluso manipular los resultados de nuestros análisis médicos. Por ejemplo, le dicen a algún médico que te de un diagnóstico de alguna enfermedad grave para así tratar de que abandones el activismo. Por otro lado, dominan las aduanas y te impiden salir de Cuba.
Es decir, las consecuencias son muchas y muy profundas. Son capaces hasta de provocar problemas en tu familia. Y el objetivo es matarte en vida. Saben que matarte con un tiro en la cabeza tiene un costo muy alto ante la opinión pública internacional y por eso han desarrollado estas formas de matar al activista en vida, de eliminarlo en vida.”
Sissi Abascal, Dama de Blanco y miembro del Partido por la Democracia Pedro Luis Boitel

“Mis padres son activistas de Derechos Humanos, por lo que nunca he vivido engañada y desde niña sufrí la represión y las golpizas que les daban a ambos. A los 16 años decidí sumarme a la misma causa: la defensa de los derechos humanos, la democracia en Cuba y la libertad de los presos políticos. Por este motivo, he sido apaleada domingo tras domingo, cuando me dirijo a misa. El régimen me ha impedido incluso continuar mis estudios y trabajar.
Me acusan de mercenaria y hasta de prostituta; pero a mí nadie me paga por hacer lo que hago, los principios ni se venden ni se compran. Nadie se expone a golpizas semanalmente si no es por convicción propia. Pese a toda la represión, a mis 22 años, estoy dispuesta a seguir enfrentado a la dictadura, porque deseo la libertad para mi patria.
Cuando pienso en todas las humillaciones y abusos, me pregunto si ya es suficiente, si ellos serían capaces de más. Y entonces me llega la triste respuesta: sí, no tienen límites, pueden hasta matarnos. Y me asusto. Realmente no quiero morirme, soy joven y saludable y quiero vivir muchos años, tener una familia como toda mujer normal; pero ese susto no es mayor que el horror que vivimos, pienso que peor es sobrevivir sin expresar mis deseos, mis sueños, que no es más que poder vivir en un país de libertad, donde nadie te golpee y te aprese por pensar diferente.”
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