LA HABANA, Cuba.- Resta apenas un día para la llegada de Jorge Mario Bergoglio, obispo de Roma, y en la capital cubana se han intensificado las labores de maquillaje sobre las descoloridas fachadas de los edificios que flanquean la ruta por la que circularán el jefe del Vaticano y la comitiva acompañante. Una abigarrada profusión de colorines en contrastes estridentes ha invadido la ciudad en una apoteosis de mal gusto.
Por estos días el despliegue de jambas y andamios ha sido intenso en las calles que el gracejo popular ha dado en llamar “la Vía Sacra”, en las cuales, como suele ocurrir en ríos revueltos, la ocasión ha sido propicia también para la compraventa ilícita de pintura. Así, a cada galón que se desvía para la venta se añade un galón de agua en la acuarela destinada a cubrir la mugre habitual de las fachadas. Es una ley económica que ninguna oportunidad de contrabando se desperdicia en el país donde el mercado negro no solo es el mejor surtido, sino también es el más organizado y eficiente. Por demás, la visita será breve, así que Bergoglio no verá cómo en las próximas semanas se desvanecerán bajo el tórrido sol cubano las capas de colorines derramadas en su honor.
El ajetreo incluye, además, la siembra de plantas ornamentales en los parques aledaños a la ruta trazada para el itinerario de Francisco. De hecho, en consideración al visitante fueron sustituidos por nuevos arbustos los escuálidos matojos castigados por la sequía y la desidia que rodeaban la imagen a relieve de Carlos Marx, en el parque de Carlos III y Belascoaín, en Centro Habana. Ironías del destino que el sitial del padre del ateísmo haya sido engalanado justamente para homenajear al más egregio representante de Dios en la Tierra. El inventor del comunismo debe estar revolcándose en su sepulcro.
Tal despliegue de brochas y andamios responde a un plan que se activa en situaciones como éstas, cuando las autoridades necesitan congraciarse con algún personaje de los que gustan hacer recorridos y darse baños de multitudes. Se denomina oficialmente “Plan Imagen”, y consiste en invertir solo un mínimo de recursos para lograr provisionalmente una mejor imagen de los escenarios que verán los visitantes. No se acometen obras de reparación de estructuras, remozamiento con mortero ni de carpintería, como tampoco se sustituyen los elementos deteriorados ni se realiza una limpieza previa de las superficies, sino que se aplica una pintura de baja calidad sobre la suciedad, sobre las cabillas oxidadas expuestas y sobre los baches que deja la caída del repello. La idea no es mejorar la ciudad, sino que parezca mejor de lo que es. Forma parte de la tramoya: una falsa belleza en un país de falsos gobernantes y falsos devotos.
Por supuesto, no han faltado las críticas populares a lo que algunos consideran a la vez un desperdicio de recursos, una estafa al visitante y una ofensa a las crecientes necesidades de la población. Centenares de cubanos humildes que acuden infructuosamente a los rastros en busca de las opciones más ‘económicas’ para pintar sus casas se preguntan de dónde salen los capitales cuando hay un interés gubernamental de por medio.
Otros cubanos se cuestionan tanto despliegue de banderas vaticanas, blancas y amarillas, instaladas en lo alto de las luminarias públicas de las calles y avenidas –como es el caso de Boyeros, Línea, y Séptima avenida, entre otras–, en especial cuando al comenzar recientemente el curso escolar muchos colegiales de la enseñanza primaria no pudieron estrenar las camisas blancas de reglamento debido a que no hubo suficiente producción para garantizarlas, entre otras causas, por insuficiencia de materias primas para los talleres de confección.
Pero todo esto son cuestiones secundarias. En definitiva, con la visita de Bergoglio ya serán tres los Papas que nos habrán honrado con sus visitas. No es que hayan resuelto mucho, pero ya conocemos la magnitud de la vanidad insular… ¡Tres Papas es algo de lo que no se pueden ufanar muchos países! Menos aún tratándose de un país como Cuba, donde el efecto de las bendiciones tiene la misma duración que la devoción católica de las masas: tres días. ¡Qué mayor privilegio podríamos desear!
Como detalle positivo, sabemos que la visita de Bergoglio servirá al menos para pasar algunos recaditos de contrabando del General-Presidente cubano al Presidente estadounidense, cuando el Pontífice parta directamente desde la Isla hacia ese país. De paso, también habrá servido para liberar más de tres mil presos de las cárceles…, en parte delincuentes comunes, en parte víctimas de un sistema donde cualquier cosa puede ser delito. Probablemente tendría que visitarnos el mismísimo Dios Padre para lograr la liberación de los prisioneros políticos y de conciencia. Habrá que ver si para entonces quedan al menos paredes para pintar.