LA HABANA, Cuba. — En la tienda La Época, a todo color, han habilitado un punto de venta de productos lácteos en moneda libremente convertible. Las neveras ocupan el pequeño espacio contiguo a la Western Union y exhiben yogures y helados de la marca Clamanta Gustó, en galones de cuatro litros al precio de 18.60 MLC, o 2752 pesos, según el valor de cambio de la MLC en el mercado informal. Esa cifra es superior al salario mínimo en Cuba, así que no es de extrañar que el improvisado stand estuviera medio vacío, con algunos curiosos atraídos por el colorido de las pequeñas vallas publicitarias y la buena apariencia de los equipos de refrigeración; pero casi ningún comprador.
El lanzamiento de la nueva marca ocurre un mes después de que en Las Tunas fuera anunciada con bombo y platillo la producción de helado de yuca como alternativa para sustituir importaciones, porque supuestamente no hay materias primas para elaborar el helado de toda la vida.
En octubre de 2022, la provincia de Ciego de Ávila ocupó titulares en la prensa local por “inventar” un helado a base de maicena como espesante, y endulzado con miel debido a la escasez de azúcar. En Santiago de Cuba la producción de helados es 100% a base de soya, con almidón de arroz y maicena en reemplazo de los ingredientes tradicionales.
Nada se ha publicado sobre el nivel de aceptación de estos productos, ejemplos de la “resistencia creativa” que se le exige al pueblo cubano; ni tampoco sobre su permanencia en oferta, teniendo en cuenta que la maicena está prácticamente desaparecida desde hace al menos dos años, y la miel se ha esfumado de todas las tiendas, incluidas las que operan en MLC. Para fabricar grandes cantidades de este helado “novedoso” se necesita un abastecimiento abundante y regular de ambos ingredientes, algo que Cuba no puede garantizar.
Entre la ineficiencia patológica del Estado y la pobreza creciente del pueblo la insolvencia económica ha tocado fondo. Los cubanos tienen hambre, pero continuamente tropiezan con ofertas demasiado caras, que no pueden pagar ni siquiera los que reciben remesas.
Si antes con 100 dólares podían resolverse unas cuantas cosas, ahora el pariente emigrado tiene que enviar 200 o 300 dólares al mes solo para garantizar una alimentación decente a sus seres queridos. La gente no puede darse el lujo de comprar huevos, pero alguien por allá arriba cree que van a gastar sus divisas en helados y yogures de fabricación nacional, vendidos a precios tan altos que parecen importados desde otra galaxia.
De pie frente a las neveras, una mujer le preguntaba a un amable dependiente por la calidad del helado, que si es cremoso, que si sabe rico, y los ojos le brillaban. Pero enseguida empezó a preguntar por el yogurt, que es probiótico, y había natural y de fresa.
Encontrar cualquier tipo de yogurt en las tiendas en MLC es un verdadero milagro; pero si se trata de yogurt probiótico, el milagro equivale a un póker de ases, un golpe de suerte que hay que aprovechar si se tiene el dinero, porque no se sabe cuándo volverá a aparecer.
El yogurt probiótico figura entre los productos que los gastroenterólogos recomiendan medio apenados, porque saben que es tan beneficioso como caro y escaso. Antes de que los productos Clamanta Gustó aparecieran entre las ofertas en MLC, solo era posible encontrarlos en las plataformas de venta online que llenan de dólares los bolsillos de la élite castrista y sus socios extranjeros a costa de la emigración cubana.
La mujer escuchó la clase magistral sobre los helados y yogures Clamanta que le ofreció el sonriente empleado, y no sin pesar se decidió por el probiótico natural; pues, aunque sus dos hijos hubieran brincado de alegría al ver el helado, su madre, que ya es mayor, necesita el yogurt debido a su intolerancia a la lactosa.
En los restantes puntos de venta de la tienda, las dependientes miraban la vida pasar, acodadas sobre el mostrador, lanzando de cuando en cuando miradas aburridas al móvil. Tal parece que la clientela que posee moneda dura ya no vive en Cuba, o ha llegado a la conclusión de que cambiando la divisa electrónica en el mercado informal puede administrar mejor su dinero y comprar algo de lo que necesita a precios ligeramente menos abusivos.
Las tiendas en moneda libremente convertible hoy son museos de la pésima gestión importadora del régimen. Predominan los productos en conserva, excesivamente caros y de pobre rendimiento, cuando lo que necesita el cubano son ofertas que permitan llenar la mayor cantidad de estómagos posible sin tener que dejarse el salario o la pensión, ni mendigarle más dólares al familiar que reside en otro país.
No hay carne, pero hay cerveza. No hay arroz, pero hay guisantes. La famosa heladería Coppelia cierra a menudo porque no hay materias primas para elaborar helado; sin embargo, aparece Clamanta Gustó, una Mipyme radicada en Cuba, que comercializa en MLC “un helado más cremoso que el Nestlé” y “un yogur más rico que el de Labiofam”, según explicó el dependiente encargado de promover la marca, quien, además, aseguró que siempre tendrán estas ofertas disponibles.
Clamanta Gustó, presente también en Galerías Paseo y el mercado de 3ra y 70, es ahora el incentivo para gastar la divisa electrónica que se ha quedado estancada en las tarjetas. No hay aceite, detergente, puré de tomate ni arroz, porque Cuba no los produce ni tiene dinero para importarlos. Lo que sí hay es una línea de lácteos carísimos, elaborados con leche de vaca cubana en el país del yogurt de soya, el helado de yuca y el Coppelia cerrado.