LA HABANA, Cuba.- En la lista de 180 países del último análisis de Reporteros Sin Fronteras (RSF) para clasificar el respeto a la libertad de prensa, Cuba (169), Venezuela (148) y Nicaragua (114) ocupan un lugar rezagado.
No es coincidencia que en 2019 los tres países hayan retrocedido en comparación con anteriores valoraciones de RSF sobre la libertad de expresión. La respuesta está en que la retroalimentación en materia de censura periodística de la llamada “Troika” utiliza el mismo libreto represivo contra la prensa alternativa.
Las historias de las periodistas Karla Pérez (Cuba), Ileana Lacayo (Nicaragua) y Gabriela Onetto (Venezuela) ejemplifican la similitud de los ataques contra la prensa en estas dictaduras de izquierda.
Desde el exilio, las tres comunicadoras describen el acoso, la censura, los ataques en las redes sociales o los intentos de encarcelamiento que las obligaron a salir de sus países, una decisión que cambió sus vidas para siempre.
La periodista nicaragüense Martha Irene Sánchez se sumó este año a la lista de los más de 70 profesionales de la información exilados por razones de seguridad. Sánchez narró a CubaNet las constantes intimidaciones que ella y su familia recibieron de policías y paramilitares.
“Las amenazas se hicieron cada vez más frecuentes, la vigilancia constante se fue cerrando de forma tal que ejercer el periodismo fue imposible (…) Utilizan métodos represivos similares a los practicados en Cuba y Venezuela (…) Los tres gobiernos siguen lo que parece ser el manual del dictador”.
Con un discurso oficial que señala a los periodistas de “voceros de la contrarrevolución”, “cómplices de terrorismo” o “asalariados de EUA”, los gobiernos de Caracas, Managua y La Habana criminalizan el oficio del periodismo ejercido fuera del control oficial.
Ileana Lacayo, coordinadora de los periodistas nicaragüenses en el exilio, tuvo que abandonar Nicaragua cuando el gobierno de Daniel Ortega intentó procesarla penalmente por el asesinato del periodista Ángel Gahona. La reportera relató a CubaNet lo que ella considera el momento más difícil de su vida.
“Publicamos las pruebas sobre la culpabilidad de la policía en el asesinato del periodista ̶ Ángel Gahona ̶ , eso provocó que después de los ataques en las redes sociales conformaran un expediente en la fiscalía en mi contra. Aparecieron unos supuestos testigos del gobierno que aseguraban mi vínculo con el asesinato de Ángel. En el momento que pude ver la lista de testigos mencionando mi nombre, me sentí en el ojo del huracán”.
Sánchez y Lacayo redactaron un informe sobre la libertad de expresión en Nicaragua que se ajusta, en sus 37 páginas, a la situación actual de la prensa en Cuba y Venezuela. Uno de los párrafos resume:
“Entre los riesgos que enfrenta el periodismo en Nicaragua se encuentran la censura, el encarcelamiento, ataques, agresiones, asesinatos, intimidación, amenazas, vigilancia, persecución, allanamientos, estigmatización, criminalización, entre otras”.
Implantar el terror
Las seis décadas de censura del régimen cubano le otorgan la distinción de haber engendrado el manual sobre el control represivo de las comunicaciones. Desde el principio de la toma del poder, la revolución expropió todos los medios de prensa existentes en la isla, quedándose el gobierno con el control informativo de la sociedad.
El guión escrito por el régimen de la isla fue aplicado en Venezuela al pie de la letra, tal y como recuerda la periodista de Globovisión Gabriela Onetto, exilada en Costa Rica.
“Trabajé en Globovisión, que tenía una línea editorial crítica a la política de Hugo Chávez y posteriormente Nicolás Maduro (…) hasta que el cambio de la línea editorial me hizo entender que algo estaba pasando, y fue cuando Diosdado Cabello compró el canal. En ese momento decidí que, si no podía describir lo que sucedía en el país, era mejor renunciar”.
La criminalización de quienes se dedican a escribir la realidad es un método dirigido a crear un estado de terror que provoque el apagón informativo de los medios independientes. Así lo demuestran en los últimos dos años el cierre de medios alternativos, y las cifras en ascenso de los periodistas que, por cuestiones de seguridad personal, abandonaron los territorios que conforman la troika.
Cuba está catalogada como el peor país de la región para ejercer el oficio de comunicador, Luz Escobar, periodista cubana del portal independiente 14 y Medio, considera que los riesgos se acentúan en la isla porque “las instituciones civiles forman parte del sistema represivo”, y añade que los observadores de Derechos Humanos están catalogados por el gobierno como contrarrevolucionarios.
“Los riesgos que corren los periodistas independientes en Cuba, Nicaragua y Venezuela son muy similares”, concluye Escobar, y señala que, “la diferencia de Cuba es que no existen mecanismos legales de defensa contra los atropellos, algo que no han logrado eliminar por completo en Venezuela y Nicaragua”.
Sin embargo, la periodista asegura que en los tres países persisten medios y periodistas independientes negados a la censura.
“En Nicaragua la prensa independiente todavía mantiene las coberturas de las manifestaciones contra el gobierno de Ortega, al igual que en Venezuela contra Maduro; eso no deja de ser una señal de resistencia a la censura de este tipo”.
Un ejemplo actual de esta resistencia es la periodista cubana Karla Pérez, quien desde su exilio temporal en Costa Rica afirmó a CubaNet su intención de regresar a la isla cuando culmine sus estudios de periodismo.
“Conozco los riesgos de ejercer el periodismo en Cuba, pero no voy a renunciar a estar al lado de mi familia y ejercer la profesión en mi país”.
Los periodistas nicaragüenses, venezolanos y cubanos entrevistados para este reportaje coinciden en que el control represivo establecido sobre la libertad de expresión mantiene un ambiente hostil para el oficio periodístico.
El periodista cubano Julio Cesar Álvarez, secretario ejecutivo de la Asociación Pro-Libertad de Prensa (APLP), explicó a CubaNet que implantar el pánico contra los medios de información, independientes o no, dejan un saldo negativo para la libertad de expresión.
“Estas políticas represivas convierten la actividad de periodismo más simple en un oficio de alto riesgo; esto ha generado la moderación de muchos medios independientes, la autocensura por temor a represalias, y finalmente el exilio de los periodistas. Esta realidad está sustentada por testimonios de periodistas que denuncian un mismo patrón de censura en Cuba, Venezuela y Nicaragua”.