LA HABANA, Cuba. – La primera vez que escuché hablar del caracol gigante africano fue allá por el 2014. Un amigo que vive en el municipio Arroyo Naranjo y limpia jardines en Víbora Park estaba buscando unos guantes para protegerse las manos porque habían detectado un caracol venenoso muy peligroso que transmitía, entre otras enfermedades, la meningoencefalitis. A pesar de lo raro que me sonó aquello, como mi amigo es un hombre serio, le creí.
Hace unas semanas, mientras hacía cola en el banco de Dolores, dos personas –que a juzgar por el tono de su conversación estaban relacionadas muy de cerca con el Poder Popular– se referían a la despreocupación para combatir “el caracol”, que ya había invadido Diez de Octubre. Pero incluso, a pesar de lo que escuché en el banco, me parecía remota la posibilidad de que el caracol gigante africano invadiera Lawton en poco tiempo. Sin embargo, como tengo patio de tierra y me gusta cultivar mis hortalizas siempre tomo precauciones, porque hay otros caracoles que se comen las hojas de los vegetales y sé que también son perjudiciales.
En ese sentido, esta especie invasora no solo amenaza directamente nuestra salud, sino que indirectamente afecta nuestra alimentación. Los vegetales, generalmente, escasean, y los que aparecen con frecuencia están comidos de babosas. Para no renunciar a ellos hay que seleccionar cuidadosamente las hojas, lavarlas bien y dejarlas un rato en agua con sal o vinagre. Pero ahora, ante la vertiginosa propagación del caracol gigante africano, hay quienes prefieren no consumir vegetales frescos. Días atrás, en el agro, ante unas coles con marcas de bichos, una mujer reflexionaba: “¿Quién puede asegurarme que las mordidas no sean del caracol gigante?” La empleada le sugirió consumirla salteada, pero no logró convencerla.
Según el periódico Juventud Rebelde en su versión digital del 21 de junio de 2019, el caracol gigante africano se detectó por primera vez en el reparto Poey (Arroyo Naranjo) en el 2014, pero no fue hasta 2018 que se emitió una resolución y se creó un grupo de trabajo temporal con el Estado Mayor de la Defensa Civil, el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, el Ministerio de Salud Pública y el Ministerio de Educación, además del Instituto de Sanidad Vegetal. El artículo no menciona qué acciones concretas han emprendido esos organismos para eliminar al vector, pero es evidente que se impone un cambio de estrategia: el nivel de infestación actual demuestra que la utilizada hasta el momento no ha dado resultado. El peligroso animal no ha encontrado resistencia de las autoridades en su lento, pero arrollador avance, y hoy campea a sus anchas, entre otros muchos lugares del barrio, en el césped y los alrededores del Policlínico Lawton (Dolores y 10) y en la escuela Camilo Cienfuegos (B entre 10 y 11). En esta, la directora convocó una reunión de padres para advertirles de que los alumnos juegan con ellos.
Durante estos cinco años ha sido difícil estar al tanto del progreso del molusco, pues en Cuba, donde los medios de difusión masiva no difunden hechos, sino propaganda gubernamental, nuestra principal vía para obtener información es boca a boca. Sabemos que algo anda mal por la cantidad y frecuencia de los anuncios transmitidos. Así, cuando ya el gigante africano ha invadido el país y está haciendo estragos en doce provincias, la televisión ha comenzado a transmitir spots informativos sobre las medidas que debe adoptar la población para eliminarlo, con lo que las personas han sacado la conclusión de que “el gobierno nos ha dejado el problema a nosotros”. Así refunfuñaba María, una vecina que también tiene patio de tierra: “Lo normal, lo correcto, lo lógico, sería dar un teléfono de emergencia para que la población llamara inmediatamente a los expertos encargados de eliminar el foco. ¡Pero no! Estamos en Cuba, mi amiga. En vez de eso, nos mandan a cazarlo, a echarle cal o sal. ¿Dónde está la cal? Y la sal es por la libreta, yo no pienso gastar mi cuota trimestral en eso”.
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