LA HABANA, Cuba.- “Yo no te voy a dejar sola”, me dijo Camila Ramírez Lobón, aún dentro de la patrulla policial y con una mirada de entre súplica e impotencia. Pocos instantes antes, ambas habíamos forcejeado con unas oficiales del Ministerio del Interior (MININT) para que no le quitaran ni mi teléfono celular ni el suyo.
“Mejor vete con ellos”, fue mi respuesta; ella accedió insatisfecha, y enseguida los oficiales de la Seguridad del Estado la sacaron del auto patrullero y me llevaron detenida en el mismo.
Sería este el primer arresto de ese 27 de enero de 2020; luego vendrían el de Tania Bruguera, Katherine Bisquet y Amaury Pacheco. Otros tantos permanecían con vigilancia de la Seguridad del Estado en sus hogares, quienes les impedían salir a la calle.
No supe de Camila hasta unas cinco horas más tarde, cuando me liberaron. No había conexión, al menos en toda La Habana, y lo que se rumoraba era que varios artistas, intelectuales y periodistas habían sido violentamente arrestados cuando protestaban pacíficamente frente al Ministerio de Cultura (MINCULT) por las detenciones y arrestos domiciliarios contra varios integrantes de la plataforma 27N y del Movimiento San Isidro (MSI).
“Simplemente hicimos algo que en cualquier lugar del mundo es un derecho, legislado además, que es protestar pacíficamente, estar en el espacio público, y además leyendo poesía”, declaró Camila Ramírez Lobón a CubaNet.
Exigían, como condiciones para el diálogo que tendrían los tres voceros del 27N ese día con el Viceministro Fernando Rojas en el MINCULT, la libertad de los detenidos esa mañana y el cese de la represión.
“Obviamente, esto era de una incomodidad tremenda para la institución, porque en primer lugar tenían que admitir estos sucesos que normalmente no reconocen ni admiten, y de los que no se habla”.
Camila relata la violencia y odio con que los desalojaron ese día del MINCULT, una ola que se desató cuando el Ministro de Cultura, Alpidio Alonso, le arrebató el teléfono al periodista de Diario de Cuba Mauricio Mendoza.
“Ninguno de nosotros lanzó ni una ofensa, ni un golpe de vuelta, lo único que hicimos fue resistirnos. Cuando todos estos funcionarios se abalanzaron sobre nosotros fue como si se activara un chip automático que indicaba al resto que había comenzado el momento de la represión”.
Funcionarios del MINCULT, de la oficina de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y oficiales de la policía política vestidos de civil los agredieron física y verbalmente hasta que lograron subirlos a un ómnibus e inmovilizarlos.
“Nos gritaban mercenarios, gusanos, fuera, abajo la gusanera, Viva la revolución… esas consignas que ellos suelen decir (…). Fue una violencia de tipo política, por odio político”.
El arte como forma de activismo
Camila Ramírez Lobón es artista visual, graduada del Instituto Superior de Arte (ISA) en 2019, y una de las coordinadoras del Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), institución que dirige Tania Bruguera.
Ha sido Ramírez Lobón una de las artistas que se han opuesto, desde 2018, al Decreto 349, el cual impone la censura y criminalización del arte. Es además una de las defensoras del artivismo, ese concepto que enarbola INSTAR desde su fundación.
Artivismo es un vocablo que une a las palabras arte y activismo, para formar entonces un nuevo concepto: el arte como forma de activismo político, de protesta.
Para Ramírez Lobón “el arte tiene que provocar, tiene que derrumbar mitos, que poner en perspectiva lo que sucede en el plano de la realidad. El artista tiene que leer críticamente la realidad incluso cuando lo hace desde la introspección”.
A la joven de 25 años le interesa con su obra reflejar el totalitarismo en Cuba: “me preocupa releer el proceso político cubano desde 1959, pero releerlo desde la decepción, desde el descubrimiento de la utopía que se volvió distopía, que es el totalitarismo, que es un proceso y además un estado mental tiránico”.
Para ello, apela a lo humano, a la memoria individual, a los estados de decepción y desilusión que genera ese proceso totalitario y, de esta manera, “entendernos nosotros también como sociedad”.
“Los artistas deben pensar en la condición de ciudadanos antes que en la de artistas”, asegura y, como argumento, describe ese contexto: “En Cuba esa realidad a veces es tan asfixiante, arbitraria, absurda, opresiva, que inevitablemente ese Estado tiene que reflejarse y denunciarse, y el arte tiene que asumir una responsabilidad con eso (…). Además, los artistas tienen que asumir una responsabilidad a partir de su relación con el espacio público, con la institución. Desde que el arte tiene compromisos con otras cosas que no sean con el pensamiento y con la propia voluntad del artista y su capacidad de análisis deja de ser honesto”.
Una cultura de resistencia
“Nosotros no somos el enemigo, ellos (el gobierno cubano) simplemente son las personas que tiene el poder y nosotros personas que estamos exigiendo nuestros derechos a ese poder”, señala Camila Ramírez Lobón.
El 27 de enero de 2020 los alrededor de una veintena de personas que protestaban pacíficamente frente al MINCULT, luego de ser violentamente arrestadas, fueron interrogadas y amenazadas, durante unas cinco horas, por la Seguridad del Estado en la estación policial de Infanta y Manglar.
En ningún momento les dieron explicaciones de los motivos de aquella detención, tampoco les permitieron realizar una llamada telefónica para avisar a sus familiares del lugar en donde estaban o cómo estaban. Camila se negó a dar declaraciones y a firmar todo documento que le presentaran: acta de detención y liberación, y acta de advertencia por escándalo público.
Los devolvieron a sus casas en autos patrulleros: “Este es como el último gesto de humillación. Yo pensaba sobre todo en la gente del grupo de nosotros que tiene hijos, pensaba en esa escena de que los llevaran hasta sus casas en una patrulla y que de pronto todo tu barrio, tus vecinos, tu familia, te identifique como alguien que está delinquiendo, como un criminal”.
Pese a todo ello, y a las campañas de descrédito de los medios oficiales cubanos hacia los artistas, periodistas e intelectuales integrantes de la plataforma 27N, Camila Ramírez Lobón asegura que el 27N seguirá invocando al diálogo y a mecanismos pacíficos de protesta.
“Existe una manera de resolución de conflictos y es el diálogo, la otra es la violencia. Esa violencia por supuesto nunca va a venir de nosotros (…). Esta idea de la voluntad de diálogo parte de apelar siempre a la palabra, a la discusión, al razonamiento, a la conversación mutua, porque el plan nuestro de reclamos siempre se va a mover en ese plano, en el plano de la racionalidad y de la palabra; en el caso de muchos, en el plano del arte, de mecanismos legales que permitan exigir los derechos que estamos exigiendo, en el plano de la protesta pública, pero en ningún caso en el plano de la violencia”.
Luego de los sucesos acaecidos el 27 de enero del presente año, el 27N presentó ante la sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular un recurso legal para iniciar el proceso de revocación de mandato del Diputado Alpidio Alonso Grau, actual Ministro de Cultura.
“Él provocó esa ola de violencia”, explica Camila; “como funcionario público es inconcebible que alguien cometa un acto como el que él cometió (…) Y además fue cómplice y testigo de una serie de hechos que atentan contra la dignidad humana”.
Ramírez Lobón insiste además en que el 27N, aunque el MINCULT había tratado de centrar los debates en cuestiones meramente artísticas, tiene bien claro que sus demandas no son solamente artísticas, sino ciudadanas. La censura, la represión, la criminalización de los espacios independientes “son simplemente consecuencias de un estado de represión y de penalización de la libertad de expresión”.
“Sin ese derecho, sin poder vivir en una sociedad en la que las personas no tengan miedo a decir su opinión, es imposible construir ningún tipo de sociedad que avance. En eso es en lo que estamos insistiendo y por eso es que ellos se resisten a tener cualquier discusión”, explicó.
El 27 de enero de 2020, cuando fui interceptada por un oficial de la Seguridad del Estado, le pedí a Camila que se fuera, ellos me quería a mí; pero ella permaneció a mi lado, solo accedió a marcharse, a bajarse de la patrulla policial, cuando se lo pedí por segunda ocasión. Luego me confesaría cuánto se había arrepentido de déjame sola. Quizás por eso también, como un acto de redención, fue a protestar frente al MINCULT.
“Dos Patrias” era el poema de José Martí que leían y releían; era esta su forma de artivismo, de protesta cívica, de homenaje al Apóstol en vísperas de su natalicio.
“Los recursos que nosotros estamos mostrando, que son estos desde la civilidad, desde la ciudadanía, para ellos (el gobierno) son peligrosos porque son legítimos”; y ellos “tienen miedo de que la ciudadanía comience a reclamar sus derechos”, afirma Camila, y añade:
“Más allá de que se esté abogando por esos derechos, ya se están ejercitando. El derecho a la libertad de expresión, de asociación, por mucho que se reprima, se está ejercitando y buscando las maneras de articularse, está sucediendo con el MSI, con el 27N, con INSTAR, es decir, ya existen y están generando una cultura de resistencia y de reclamo de esos derechos”.
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