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Calixto García, el general de las tres guerras

Calixto García Íñiguez (Foto de archivo)

GUANTÁNAMO, Cuba. – Cuba es un país pequeño, pero con una historia heroica y trascendente que supera la de otras naciones de mayor extensión territorial. Un ejemplo de ello fueron las guerras por la independencia y, en particular, la vida de nuestros padres fundadores y sus hazañas militares.

Este 4 de agosto se cumplen 180 años del nacimiento de Calixto Ramón García Íñiguez, uno de esos hombres. Nació en Holguín un día como hoy de 1839. Tres días después del alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua, García se levantó en armas en la finca Santa Teresa, Jiguaní, junto con el patriota Donato Mármol.

Su valentía y distinción en los combates estuvieron presentes en su carrera militar desde el mismo 13 de octubre de 1868, cuando participó en los ataques a Santa Rita y Jiguaní, poblado este último donde quedó como jefe militar. En noviembre de 1868 ya había alcanzado el grado de coronel del Ejército Libertador (EL) y el 15 de febrero de 1869 tuvo la responsabilidad de dirigir su primer combate en Loma de Piedra. Ese mes fue designado segundo jefe de la Brigada de Jiguaní, al mando del Mayor General Máximo Gómez. Para entonces ya era General de Brigada. Finalmente, en junio de 1870, sustituyó al Generalísimo en la jefatura de ese distrito.

Según la información contenida en el tomo I del Diccionario Enciclopédico de la Historia Militar de Cuba -del que hemos tomado información para este artículo- Calixto García fue un brillante estratega -que aprendió ese arte de forma autodidacta- reconocido como un experto en el uso de la artillería y en el sitio de plazas enemigas. Sólo eso puede explicar su ascenso meteórico dentro de las estructuras de mando del EL y sus brillantes victorias militares. En la Guerra de los Diez Años participó en 27 combates entre 1868 y 1874, entre estos destacan la toma de Bayamo y su posterior defensa, el combate de Loma de Piedra, la toma de Holguín (en diciembre de 1872) y el ataque a Manzanillo el 10 de noviembre de 1873.  Entonces, ya era el jefe de la División Cuba -antes dirigida por Máximo Gómez y que abarcaba los territorios de Baracoa, Guantánamo y Santiago de Cuba- y mantenía la jefatura de la división Holguín.

Su brillante participación en la Guerra Grande se vio truncada por lo ocurrido en el combate de San Antonio de Baja, localidad situada cerca de Veguitas, Bayamo. El 6 de septiembre de 1874 el Mayor General se encontraba en ese lugar acompañado por veinte patriotas cuando fue cercado por los españoles. Ante la posibilidad de ser apresado optó por suicidarse con un disparo en la boca. El proyectil salió por su frente, dejándole una cicatriz que muchos han comparado con una estrella libertaria. Fue apresado gravemente herido y remitido a cárceles españolas, en las que permaneció cuatro años, hasta ser liberado tras la firma el Pacto del Zanjón.

Partió hacia Nueva York con el objetivo de continuar la lucha. Allí presidió el Comité Revolucionario Cubano, desde donde conminó a otro gran patriota, el General de División José Ramón Leocadio Bonachea Hernández -verdadero intransigente de la Guerra de los Diez Años- a que abandonara la lucha y se le uniera para continuarla cuando existieran mejores condiciones.

El destino le fue adverso en las tres oportunidades en que se dirigió a la isla con ese objetivo. La última vez, luego de desembarcar cerca de Santiago de Cuba, se vio obligado a capitular ante las fuerzas de la metrópoli y fue deportado a España, donde permaneció hasta el inicio de la última de nuestras guerras por la independencia.

Se dirigió a Nueva York. Tras dos intentos fallidos por regresar a Cuba e incorporarse a la lucha, logró desembarcar con 78 expedicionarios por Maraví, cerca de Baracoa, el 24 de marzo de 1896, hecho que algunos investigadores aseguran que fue el más grande desembarco de armas de las luchas independentistas.

El 28 de abril de 1896 fue designado jefe del Departamento Oriental. Participó en 19 combates, entre los que se destacan la toma de Guáimaro en octubre de 1896, de Las Tunas en agosto de 1897, de Guisa en noviembre de 1897 y la liberación de Bayamo el 28 de abril de 1898.

Tras la muerte de Antonio Maceo fue nombrado Lugarteniente General del EL, manteniendo el mando del Departamento Oriental. Jugó un papel decisivo en el apoyo a las tropas norteamericanas que se sumaron a la lucha por la independencia de Cuba y también en la toma de la ciudad de Santiago de Cuba.

A pesar de su entrega a la libertad de la patria su vida debió enfrentar dos situaciones que le debieron resultar dolorosas en esa etapa. Primero fue la decisión del General William R. Shafter de impedirle la entrada a Santiago de Cuba una vez obtenida la victoria. Su carta de protesta ante ese militar constituye un ejemplo imperecedero de dignidad. Luego su destitución del cargo de Lugarteniente General del EL por el Consejo de Gobierno de la República en Armas.

Cuando el 22 de septiembre de 1898 entró con sus huestes gloriosas en Santiago de Cuba recibió extraordinarias muestras de cariño y reconocimiento popular.

La Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana -también conocida como Asamblea de Santa Cruz del Sur y del Cerro- lo designó para presidir una misión diplomática ante el gobierno norteamericano, con el objetivo de obtener el reconocimiento de EE. UU. y recursos financieros para licenciar al EL.

Lamentablemente, murió allí el 11 de diciembre de 1898 a causa de una pulmonía. Tenía 59 años.

Calixto García Íñiguez, el hombre de la cicatriz en la frente, es otro horcón insoslayable de la nacionalidad cubana y un referente inmortal de nuestra historia heroica.

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