VILLA CLARA, Cuba. — Por el borde de la costa, sorteando el cúmulo de sargazos resbalosos, Lisandra Mayea y su prima Yudi cargan entre las dos un pesado maletín y tres bultos más repletos de pomos de refresco frío. Son apenas las siete y media de la mañana y se apresuran para ocupar un puesto debajo de alguna palmera en la playa de Caibarién que les garantice sombra el día entero.
Sobre un paño estirado en la arena van separando cada uno de los artículos que traen en las pacas: caramelos, bombones, mentaplus, cepillos de diente, cigarros, pellys criollos, paquetes de galletas. Las dos mujeres vienen desde el poblado de Dolores, aledaño a Remedios, en una motoneta alquilada que regresa por ellas cerca de las ocho de la noche, cuando suele vaciarse un poco la playa. A las nueve de la mañana ya han ocupado el lugar más de diez cuentapropistas y revendedores de productos similares con los mismos precios establecidos por la “ley del cambio del dólar”.
“Si no llegas temprano, te cogen el lugar privilegiado para vender”, explica Lisandra, una mujer de piel curtida que no aparenta sus 26 años. “Aquí todo el mundo tiene que vender al mismo precio, es como un pacto, ni un peso más, ni un peso menos. Los cigarros, por ejemplo, todos están a 160 y la cerveza a 180”.
Justo al lado de estas cuentapropistas, una mujer ha plantado su canapé en el que muestra otra cantidad considerable de productos importados o comprados en las tiendas en moneda libremente convertible (MLC). Además, propone los litros de ron a 600 pesos o, en su defecto, “una petaca que sale a la mitad”.
“A los cuentapropistas siempre nos ven como algo malo, como los que estamos sacándole el dinero a la gente, pero sin nosotros no hubiera nada para comer en la playa”, asegura la vendedora. “El estado camina gracias a nosotros los particulares. Lo mismo estamos en un carnaval, que afuera de un hospital. Hoy vinieron algunos inspectores a verificar las patentes, porque tampoco podíamos vender aquí. En mi caso, que tengo licencia de cafetería, allá en el pueblo no le saco ni un quilo a la mercancía”.
En los alrededores de la playa de Caibarién existen más de seis negocios particulares con puestos fijos que ofertan bebidas, meriendas y almuerzos. También funcionan restaurantes, hostales y duchas, todos administrados por TCP. En los establecimientos estatales solo se encuentran panes con minutas minúsculas a 35 pesos y pizzas con mínima cantidad de queso en su interior. En ninguno de estos “ranchones” hay agua fría, situación aprovechada por Edel, un caibarienense que vende pomos sellados a 30 y 50 pesos. “Aquí todo el mundo viene a luchar, a hacer playa, así le decimos nosotros”, aclara el aguador.
En Caibarién abundan los vendedores de granizado a quince pesos cada vasito compuesto por hielo y extracto de sirope, y los puestos de fritas de pescado a 150 pesos el plato. Un carro que promociona “Ricos churros” exhibe un cartel que aclara: “Si te molesta mi prosperidad, haz como yo, trabaja”. A pleno mediodía, un viejo peina la costa recogiendo pomos plásticos, botellas vacías, latas de cerveza: “Los lavo bien con cloro, por la pandemia. Me los pagan a tres pesos”, apunta el señor que repite el recorrido cuando cae la noche, buscando también cualquier artículo perdido en la arena. Otro vendedor carga con jarros de pudines desde el pueblo de Caibarién, que desmolda allí mismo en platos desechables.
Es sábado en la tarde y la playa se ha atestado de familias que arriban al lugar con niños pequeños. Está la playa muy linda, todo el mundo está en la playa. Una niña corre a su mamá y le pide un paquete de pellys que cuesta 250 pesos. El padre la increpa y se justifica con que “eso es comida chatarra” y que “¿para qué te trajimos el almuerzo?, entonces”.
En la playa de Caibarién, la gente posiciona calderos y ollas con comida sobre la arena para no invertir tanto dinero en un día. No cabe un alma más en la playa de Caibarién, atestada también de piedras y sargazos. Mientras, sobre el pedraplén limítrofe se ven pasar los ómnibus hacia la cayería norte, enfilados hacia la bonanza de los “todo incluido”.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.