CIUDAD DE MÉXICO. – Caibarién ya había cumplido ese día sus 12 horas programadas sin electricidad, así que la gente suponía que al menos esa noche podrían cocinar, ver la novela y descansar sin calor o mosquitos, porque hasta dormir es un lujo en Cuba. Sin embargo, sobre las 9:00 p.m. cortaron nuevamente el servicio, y con el inesperado apagón vino la protesta.
A toque de calderos vacíos y gritos de “Únete, Caibarién”, algunas personas salieron desde la avenida 31 de la ciudad pesquera. Más gente se les fue sumando poco a poco a medida que transitaban las calles. En ropa de dormir, sin camisa, con niños en brazos, como los sorprendió el apagón, así salieron a manifestarse. Otros se unieron al trayecto en sus bicicletas y motos eléctricas, manejando en los bordes de la calle.
“El pueblo se había manifestado antes, pero nunca había salido tanta gente. Es que la desilusión que vivimos va en aumento. Porque pasan los días, los años y nada mejora”. Este hartazgo que describe Dayana Vergel, una de las manifestantes, llevó a que sus vecinos tomaran las calles. “Caibarién se echó el miedo en un bolsillo y salió”, dice.
Para las 11:00 de la noche, los manifestantes ya habían recorrido la avenida Alonso y se habían detenido frente a la sede municipal del Partido Comunista de Cuba (PCC) para exigir una vida digna. La protesta duró unas tres horas, porque incluso después de que les pusieron la corriente, las personas se quedaron una hora más gritando frente a la institución. Ni siquiera la llovizna los hizo moverse. Caibarién, como se ve en los videos del pasado 10 de octubre, no salió solo a pedir luz, sino también libertad.
“La gente no se fue porque quería hacerse sentir. Sabemos que después de la protesta ponen la corriente para callarnos, pero al otro día volvemos al apagón y a vivir la misma historia. Esa noche las personas estaban emocionadas con lo que se podía lograr y se quedaron”, explica Dayana.
La joven madre se unió a la manifestación porque ella también está harta de cocinar con carbón, de no encontrar comida para sus hijas, de que las niñas no puedan dormir en la noche y al otro día vayan agotadas a la escuela. “Es desesperante la vida en Cuba”, lamenta.
El escarmiento le tocó a Alexis
En los videos de ese día se ve a cubanos que gritan “Patria y Vida” y “El pueblo unido jamás será vencido”. Se ve a la gente emocionada diciendo que ese podía ser el día que alcanzaran la libertad, pero lo que no se ve es manifestación alguna de violencia.
Aunque el 10 de octubre la ciudad tomó las calles pacíficamente, el 11 la Policía se llevó detenidos al menos a tres de los manifestantes. Uno de ellos es Alexis Córdova García, el padre de las niñas de Dayana y quien fue su pareja por 14 años.
Supuestamente Alexis, que no pertenece a ningún movimiento opositor, que ni siquiera filmó una directa, ni fue de los primeros en salir a la calle, sería uno de los cabecillas de una manifestación que no tuvo líderes, más que el llamado de cazuelas vacías. ¿Por qué Alexis entre tantos manifestantes, si “su historial delictivo” se limita a una multa por vender tomates?
Quizá, piensa su expareja, porque expresa en cualquier parte y abiertamente sus deseos de cambios en Cuba. Además, en Caibarién, que es una ciudad pequeña, ya la Policía lo conoce por sus opiniones políticas y sus múltiples intentos de salir del país en balsa.
Desde 2006, Alexis ha intentado huir sin éxito. Una vez casi lo logra, pero lo más cerca que estuvo de Florida fue a tres millas. Ahí las autoridades interceptaron la precaria embarcación y retornaron a todos los balseros. “Él lo intenta, no se le da, lo olvida un tiempo, y luego vuelve a tirarse. Una vez estuvo a punto de ser tragado por el agua, pero nada lo detiene”, cuenta Dayana. Ella por miedo nunca lo ha acompañado, ni ha expuesto a las niñas a la travesía. Alexis, en cambio, no le teme al mar, más de lo que le teme a morir en Cuba.
“Entiendo su desesperación porque este país es una agonía. Ambos anhelamos que nuestras hijas puedan crecer fuera. Aquí no hay nada bueno para el futuro de ellas ni para el de nadie. Alexis estaba tramitando una visa para México para salir de modo legal. Cuando parecía que iba a lograrlo, lo metieron preso”.
Alexis, desde el centro de detención, llamó a Dayana el 12 de octubre en la mañana, le dijo que le buscara un abogado, que todo indicaba que sería “para largo”.
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