LA HABANA, Cuba.-La historia de Cuba está tan mal contada por la dictadura castrista que en el momento más inesperado un viejo documento, empolvado y oculto, sale a la luz y nos brinda nuevos aspectos fundamentales de esa historia.
Si nos referimos al tema del anexionismo con Estados Unidos, por ejemplo, vemos que hay mucha tela por donde cortar. En ese capítulo tan importante, el gobierno de Fidel y Raúl Castro ha mantenido una censura absoluta, sobre todo con documentos esenciales de nuestra guerra por independizarnos de España.
Aunque el régimen castrista insiste en considerar a Estados Unidos el gran enemigo de toda su vida, en realidad nunca ha sido así. A partir de los primeros clamores de aquellos que forjaron la nación cubana, la anexión al gran país norteño fue y sigue siendo el sentir de los cubanos de hoy, aunque Fidel Castro y su grupúsculo de alabarderos digan lo contrario.
Importantes jefes de la Guerra de los Diez Años estuvieron de acuerdo en que lo mejor para Cuba era anexarse a los Estados Unidos. Muchos de esos documentos hoy son considerados intocables para los investigadores.
Sanguily, uno de aquellos héroes, dijo: “La independencia, con algunas restricciones, es mejor que un régimen militar”. Otros muchos apoyaron las medidas tomadas por Estados Unidos, ante los beneficios que brindaba la ocupación en sólo unos meses.
Fue y en eso están de acuerdo los historiadores más serios, una tarea ardua para el gobierno norteamericano ayudar a levantar la isla de sus ruinas, sobre todo porque carecía de experiencia en asuntos coloniales. Aún así asumió con éxito el desafío y combatió el hambre que reinaba en la población, las enfermedades, la pésima agricultura, así como la industria paralizada, el tesoro público vacío y un ejército revolucionario ocioso.
A partir de las primeras semanas de la ocupación se estableció un sistema para distribuir alimentos, demostrando una gran efectividad, un sistema de guardias rurales que proporcionó empleo a los desactivados del ejército, prioridad a la salud y la sanidad, numerosas escuelas públicas para la educación infantil y se construyeron hospitales para erradicar la fiebre amarilla.
McKinley, en 1898, lo dijo claramente: “El gobierno militar de EEUU estará en Cuba hasta que haya una completa tranquilidad y un gobierno estable”. De esa forma lucharon contra la corrupción, la incompetencia, la vagancia, etc.
El 20 de mayo de 1902 terminó la ocupación, el antiguo sucesor de José Martí obtuvo la presidencia de manos de Estados Unidos y Cuba se convirtió en una República optimista, con una favorable economía, gracias a la ayuda del capital de Estados Unidos y los buenos precios del azúcar.
Pocos meses después se celebraron elecciones en Cuba, un gran número de veteranos formaron parte de la política, los jueces cubanos cobraron sus salarios por primera vez y la isla ya tenía su Constitución desde 1901, con treinta y un delegados, en su mayoría representantes del ejército mambí.
La ayuda material de Estados Unidos prestada a Cuba durante el poco tiempo de ocupación jamás ha sido reconocida por Fidel y su hermano Raúl, aunque como fracasados administradores económicos y políticos sí saben el error en el que han caído.
Cuba siempre ha necesitado de la ayuda de Estados Unidos, el país de mayor economía del mundo. Sobre todo en todos estos años de castrismo. Primero, cuando finalizó la insurrección, ante los daños que los actos terroristas ocasionaron a la agricultura y la industria. Luego, cuando se desmerengó la URSS y Cuba se quedó sola, inundada de chatarra soviética y ahora, dependiendo de la dictadura de Maduro, en una Venezuela hambrienta.
Mucho menos reconoce el castrismo la fuerte inyección en divisas que obtiene el pueblo cubano con las remesas familiares, consistente en millones de dólares, mientras ese mismo pueblo recibe salarios miserables, con un socialismo que no da más, a no ser fuegos fatuos y muertas esperanzas.