VILLA CLARA, Cuba. — Dentro de una tienda de la ciudad un individuo amistoso busca conversación con Maritza, una mujer bonachona y extrovertida que acepta de inmediato la sugerencia del joven de tasar sus prendas de oro. Al mismo tiempo, le asegura que estas pueden valer miles de pesos.
A sus 67 años, Maritza duda a la primera de sus buenas intenciones, hasta que entra en escena otra tercera persona que valida las capacidades del supuesto joyero, “el mejor de Villa Clara”. El muchacho se lleva consigo una cadena de diez quilates, una sortija y un pulso que pertenecen a la señora y otros dos anillos del advenedizo que participa también en trueque.
Los dos “clientes” esperan en una esquina el resultado de la valoración, pero el ladrón jamás regresó al lugar de los hechos y tampoco su cómplice, que se marcha luego alegando que lo notificará a la policía.
“Estaban en componenda y no sé cómo pude caer en esa estafa”, lamenta la mujer. “Seguramente son personas que vienen de otras provincias por eso no han podido cogerlos. Después, supe de una amiga que había caído en la misma trampa con su celular, con la promesa de cambiárselo por uno mejor”.
Los robos en plena calle en Cuba con esta tipología están siendo bastante frecuentes. De hecho, un caso similar a este fue reconocido hace pocos meses por el medio Escambray de Sancti Spíritus que hizo alusión al incremento de delitos relacionados con el cambio de monedas y la sustracción de objetos de valor, entre los que sobresalen las cadenas y anillos.
Sin embargo, últimamente, muchos cubanos han denunciado en redes el hurto hacia el interior de sus propias viviendas, una situación mucho más preocupante, ya que se dan muchas veces con las personas dentro y sobre todo en horario nocturno.

A finales del mes pasado, Liván Machado y su familia se fueron solo por una noche de su casa, ubicada en el reparto América Latina, y al regresar les habían llevado la “balita” de gas y otros artículos menos valiosos, pero necesarios, que estaban ubicados en el patio trasero.
“Aquí te roban lo mismo un calzoncillo de la tendedera que una escoba vieja”, confirma este hombre. “A una vecina le arrancaron por la noche las sábanas y las toallas del mismo portal y, ¿adivina qué?, después las vio vendiendo en Revolico por un perfil falso. Con lo caras que están las cosas lo que te lleven te hace un hueco”.
A otra familia residente en la Calle Real le sustrajeron recientemente la turbina con la que halan el agua del acueducto, cuyo costo asciende a miles de pesos en el mercado informal, pero lo que más les llamó la atención fue que también se llevaron la cafetera y dos paquetes de pollo del refrigerador.
Aun así, hay robos que, por insólitos, no dejan de sorprender a quien sufre la pérdida, ya sea el bombillo con el que se alumbra un portal, la alfombra de limpiarse los pies y hasta la mascota de raza de la casa.
“El que entra a una vivienda ajena no perdona”, confirma otra mujer del mismo reparto a la cual le robaron la unidad externa del split hace ya dos meses. “De noche se escuchan pasos por las azoteas y los aleros. La verdad es que no se puede dejar la casa sola ni dormir tranquilo, porque lo peor es que muy pocas veces logran coger a los ladrones”.
A principios de marzo, fuentes oficiales del municipio de Placetas reconocieron el incremento de robos con fuerza en bodegas, hurto de ganado mayor y los delitos contra el patrimonio, en relación con el mismo período del año anterior.
Específicamente en la cabecera municipal, el escritor Otilio Carvajal denunció esta semana desde su perfil en Facebook el robo de la farmacia de la calle Candelaria en la que compra los medicamentos del mes: “Desde mi hogar rogamos humildemente a los rateros de Santa Clara dejar a las farmacias fuera de su área de impacto (…) Los perros olían y hasta que no dejen de oler no sabremos qué quedó. Llévense los jarabes, pero dejen los del tarjetón, que luego valen un congo en la bolsa verde”.
Los testimonios de las víctimas de robos trascienden igualmente en redes sociales y funcionan como una especie de advertencia ante el peligro que supone tener la vivienda “mal enrejada”.

Un usuario llamado Christopher Torres hizo catarsis recientemente en un grupo de compraventa de Santa Clara: “Uno se levanta en las mañanas y lo primero que escucha es el careo de los vecinos, que si se intentaron colar en casa de fulano, que si forzaron la entrada de tal establecimiento, que si los vecinos de la esquina se fueron de vacaciones y cuando regresaron tenían la casa vacía”.
Más adelante, agregó que llevaba tiempo sin poder conciliar el sueño: “Lo cierto es que llevo meses durmiendo con un machete debajo de la cama, pero lo que más me pesa es que si agarro a una persona dentro de mi casa lo voy a tener que usar”.

Cientos de usuarios reaccionaron a la publicación del joven alegando que son muchas las zonas de la ciudad que se encuentran totalmente en penumbras y que los ladrones también suelen usar los apagones como un telón de fondo para cometer las fechorías. “Tengo mi casa enrejada por completo y anoche me estaban llevando las sábanas de un segundo piso”, advierte Anaberta Alemán. “Son ninjas, pero igual entran en tu casa y te matan”.