MIAMI, Estados Unidos. – Tan pronto tuve noticias de que Pavel Giroud estrenaría en el Festival de Cine de San Sebastián un documental que incluía, entre otros contenidos reveladores, la autoinculpación de Heberto Padilla en 1971, le recomendé a la dirección del Festival de Cine de Miami que lo tuviera muy en cuenta para su edición de este año, que se extiende del 3 al 12 de marzo.
Era importante que el público mayoritariamente de origen hispano del sur de Florida, con un alto por ciento de cubanos, tuviera acceso, mediante los atractivos del buen cine, a uno de los más infames capítulos de la represión desatada contra la cultura nacional, sobre todo cuando el resto de la población de muchos países latinoamericanos cifraba su esperanza de futuro en el régimen de la Isla.
También estuve al tanto, desde sus orígenes, del documental que Emilio Oscar Alcalde dedicó al malogrado grupo de jazz AfroCuba a finales de los años 70. Era importante que figurara en el Festival, como otra inmersión minuciosa en los descalabros provocados por la dictadura entre figuras, conjuntos, movimientos o cualquier otra expresión artística que no comulgara con su maltrecha doctrina ideológica.
El caso Padilla y AfroCuba ’78 son capítulos del operativo represivo iniciado unos instantes después de la toma del poder castrista en 1959, que ha seguido su curso ominoso hasta nuestros días en los predios de San Isidro.
Documentales previos como Herido de sombras, de Jorge Dalton, sobre la fulminación de Los Zafiros, y Retrato inconcluso de René Ariza, que Ruben Lavernia dedicó a la figura del intelectual devastado por los abusos y la injusta prisión, junto a otros audiovisuales ya clásicos, desmienten eufemismos como “quinquenio gris”, llamados a circunscribir y justificar la maldad fidelista a unos pocos años, cuando la llamada Revolución era amenazada de muerte por el “imperio”.
Con El caso Padilla, cubanos de generaciones recientes interesados en las reiteraciones de sus mayores a la hora de incriminar al comunismo ―como engendro del mal―, podrán comprobar, de primera mano, la certidumbre de dichas acusaciones mediante una puesta en escena macabra de autoinculpación, doble moral, delaciones e incluso mediante la intervención mafiosa y agresiva de un sicario del régimen, casi clamando por sangre.
Fue una jornada de miedo y claustrofobia donde comparecen escritores como Pablo Armando Fernández, Cesar López y Norberto Fuentes, quienes coincidían subrepticiamente con las infidencias de Padilla.
Los mencionados intelectuales se sentían más sofisticados, superiores a la crápula cercana a la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) de congéneres comprometidos con el régimen y Fidel Castro se ocupó personalmente del caso para humillarlos a todos mediante el terror.
AfroCuba ’78, por su parte, rescata para la posteridad a los sobrevivientes de la debacle sufrida por la formación original del grupo.
Las fuerzas del mal se movieron escabrosas en la sombra, para crear desunión y suspicacias entre miembros del conjunto, lo cual les facilitaría su perversa maniobra de desmantelamiento, sin duda ordenada por un poder “verde olivo” superior.
El documental explora ángulos diversos de aquella explosión de talento en las voces de sus protagonistas, algunos desolados en la Isla y otros más optimistas en libertad.
Oscar Alcalde participa de la búsqueda internacional del único álbum mítico que grabó el grupo, nunca dado a conocer en Cuba, de donde emergieron figuras clave de la música nacional, por entonces de vanguardia y muy prometedora, entre los cuales se encuentran Tony Valdés, Nicolás Reynoso, Chembo Anselmo Febles, René Toledo, Hernán López Nussa y José Carlos Acosta, entre otros.
Los músicos convocados por Alcalde dilucidan intelectualmente la idea original de AfroCuba, la fusión exitosa de distintas categorías y códigos ejecutados con esmero.
De tal modo, los enredan en tramas demoledoras donde figuran los términos: “apátridas”, “diversionismo”, “salida del país”, “prohibición de viajar”, además de juicios por difamación, así como ataques del Ministerio de Cultura y de la Juventud Comunista.
Son deliberadamente excluidos del concierto Havana Jam, de 1979, y obligados a tocar en las Playas del Este, donde el productor americano del espectáculo los encuentra y les ofrece su patrocinio para una presentación en Nueva York que no ocurre nunca.
La afrenta de Padilla, su libro extraordinario de poesía Fuera del juego y la creencia de que sería perdonado como enfant terrible “dentro de la Revolución”, a la manera del ruso Yevtushenko, requería un castigo ejemplar y el documental de Giroud lo coloca en su justo contexto histórico y dramático. Es importante que el mundo lo conozca mediante la cercanía del cine y su narrativa preclara.
La historia de la cultura cubana obliterada por el castrismo requiere de continuas exploraciones a capítulos desconocidos o parcialmente revelados del maltrato. Estos dos documentales se inscriben desde ya en la arqueología de la infamia.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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