HOLGUÍN, Cuba. — “Estamos sin agua. Hace diez días están vacíos los tanques de la azotea”, dice María, una anciana de 75 años que vive en un edificio del reparto Pedro Díaz Coello de la ciudad de Holguín.
A veces, cuando el trabajo se lo permite, el hijo, que vive distante, le ayuda a llenar los depósitos de la casa. Pero su esposo Ángel, de 77 años, es quien a duras penas carga el agua de un pozo artesiano hasta el tercer piso donde vive la pareja.
Ángel, de una avanzada edad y padecimientos de salud, asume cada salida como un reto de vida o muerte: en la cola para el agua podría contagiarse de COVID-19.
En plena crisis epidemiológica, cuando Holguín reporta cifras récords de contagios y fallecidos, el agua es imprescindible para la higienización y evitar el contagio de la enfermedad. Pero los cortes del servicio eléctrico han provocado que los ciclos de bombeo del acueducto se hayan alargado más de lo normal.
El suministro de agua potable también ha sido afectado. Los puntos de venta de la ciudad son inestables en su oferta. Sin corriente eléctrica no funcionan las turbinas que bombean el agua a los carros cisternas encargados de transportar el preciado líquido.
“Cuando en los pozos ponen la corriente y logramos llenar, entonces no podemos descargar el agua porque en los puntos de venta no hay corriente para echar a funcionar la turbina del camión”, dice Armando, un chofer encargado de la distribución de agua potable y que, por esta causa, al igual que el de los vendedores, ha visto reducido su salario.
“Antes yo vendía dos tanques de 500 litros diarios. Ahora, con los apagones, la pipa (carro cisterna) me abastece menos y se ha reducido la venta”, comenta Manuel, dueño de un punto de venta de agua.
Las limitaciones llegan hasta los consumidores. “En mi casa se acabó el agua para beber. He recorrido varios puntos y ninguno tiene. A parte de lo frustrante que resulta ir en vano en busca de agua a tantos lugares, también corro el riesgo de contagiarme con el coronavirus”, dice Enrique Aguilera, vecino del reparto Piedra Blanca, quien muestra un pomo plástico de 20 litros vacío en la parrilla de su bicicleta.
En lo que va de siglo, el 2021 ha sido el año con más afectaciones al servicio eléctrico en Cuba. El envejecimiento del parque de generación, con más de 30 años de explotación, la no ejecución de los mantenimientos planificados a las unidades de las ocho centrales termoeléctricas, la imposibilidad de la compra de la piezas de repuestos debido a las limitaciones financieras del embargo de Estados Unidos y la mala calidad del combustible empleado en las unidades térmicas son las causas de las averías de las termoeléctricas cubanas que provocan los indeseados apagones, según la Unión Eléctrica.
Lidiar con los perpetuos apagones, los efectos de la incontrolable pandemia y los malestares de la aguda escasez de los productos básicos ha hecho insoportable la vida de los cubanos. El sector privado lleva la peor parte. La disminución de sus ingresos por problemas ajenos a su responsabilidad ha provocado la quiebra de varios negocios.
“No cabe una más”, le dijo el ponchero a un cliente que venía con su bicicleta en mano. Frente al local, un motón de bicicletas ‘patiparriba’ esperaban ser reparadas. Un apagón ha detenido el trabajo de Pedro su dueño.
“Aquí cojo ponches a cámaras de bicicletas y de autos y también ofrezco el servicio de aire. Es frecuente que quiten la corriente y eso afecta mi labor”, dice Pedro, que por esta causa ha visto reducir sus ganancias, el único sustento para su familia de dos hijos pequeños y su esposa. Sin embargo, “el estado no nos considera y seguimos pagando la misma patente y los mismos impuestos como si trabajáramos normalmente”.
Después de cinco años de labor, hace 15 días Damián cerró su pizzería. Con la unificación monetaria a inicios de año, subió el precio de la pizza de cinco a 15 pesos. En febrero, el negocio comenzó a decaer cuando la escasez disparó los precios de la harina y otras materias primas.
Para amortiguar los gastos, Damián, que así prefirió identificarse, compraba la materia prima más barata en el mercado informal. Pero las multas de los inspectores hicieron tambalear su labor.
“Los negocios legales en Cuba son insostenibles”, fue la conclusión de Damián cuyo trabajo recibió el tiro de gracia con los actuales apagones. “Mi horno es eléctrico y los apagones son de más de cinco horas. Las pérdidas son mayores que las ganancias y quebré”, cuenta el hombre, que ahora se dedica a la venta clandestina de productos del agro.
Las tiendas para la venta en Moneda Libremente Convertible (MLC) también son “víctimas” de los apagones. El cartel de ‘cerrado’ cuelga en las puertas de muchas de ellas. El calor sofocante dentro de La Moda Cubana, una instalación diseñada para prestar servicio con aire acondicionado, obligó a sus empleados a abrir de par en par las puertas de entrada. Desde la calle se observaba una tenebrosa oscuridad al interior del establecimiento. Un cliente, recostado en el marco de la puerta, indagaba por el reinicio de la venta. “Eso depende de cuando se restablezca el fluido eléctrico. El sistema de pago por tarjeta magnética trabaja con corriente”, le contestó amablemente una empleada.
Una situación similar mostraban los Mercados Artesanales, Industriales y de Servicios (MAIS), las instalaciones gastronómicas estatales con ofertas de comida para llevar, el Telepunto de ETECSA, el Correo Central, el Banco Popular de Ahorro (BPA) y el de Crédito y Servicios (BANDEC), donde las colas se mantenían con la esperanza de que se reestableciera el servicio eléctrico. Otro factor en contra del cliente es la reducción del horario de trabajo de estos centros públicos hasta la una de la tarde, como parte de las medidas para reducir el alto contagio de la pandemia.
Maritza, que vive en el distante reparto Ramón Quintana, vio frustrada su intención de hacer un trámite en BANDEC. A pesar de que llegó temprano, no pudo cumplir su objetivo. “He perdido todo la mañana a la espera de que pongan la corriente y el banco comience a trabajar. Es una gestión que me urge. Tendré que probar suerte mañana con el riesgo de que tampoco haya corriente”.
El recorrido de cuatro kilómetros desde su casa, Maritza lo realizó ida y vuelta a pie. El transporte está cancelado como una medida gubernamental para reducir la movilidad y evitar el contagio de la COVID-19.
La crisis sanitaria obligó al Ministerio de Educación iniciar el curso escolar 2021-2022 a través de actividades docentes televisivas en todos los niveles educativos cubanos. Sin embargo, las conocidas teleclases también han sido afectadas por los cortes del servicio eléctrico.
“Mi hijo está en séptimo grado y por los apagones frecuentes ha perdido la consecutividad de las clases por televisión”, comenta Iliana, vecina de la calle Cables en la ciudad de Holguín. Ella no avizora una mejoría de la situación.
“Lo mejor es que detengan las teleclases y las reanuden cuando se eliminen los apagones”, sugiere la madre.
Hasta siete horas sin servicio eléctrico. El mes de agosto, el más caluroso del año, ha sido el de más afectaciones, al punto de que popularmente se dice que no hay apagones, sino alumbrones.
Para organizar sus vidas y que no les tomen por sorpresa los cortes de energía eléctrica, los holguineros solicitan al gobierno información de la programación de los apagones.
“Ya que van a seguir las interrupciones lo mejor es que nos avisen por los medios de comunicación y así planificamos mejor los quehaceres del hogar y podremos también proteger nuestros equipos. Tengo miedo de que mi computadora se dañe con un apagón imprevisto”, dice Omar, un trabajador de la Universidad de Holguín.
Los apagones diarios han desmentido una y otra vez a los anuncios oficiales de una mejoría del servicio eléctrico.
“La Unidad 1 de la termoeléctrica de Felton se alistaba para dar ‘corriente’ al sistema nacional” y “Todos los meses irá mejorando la situación eléctrica” han sido titulares esperanzadores del diario oficialista Granma que han tropezado con la realidad.
En el segundo anuncio, y dos días después de que casi toda la Isla estuviera en apagón por problemas en las líneas de transmisión, el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, aseguraba que habría una mejoría con la puesta en marcha y la sincronización al Sistema Eléctrico Nacional (SEN) de la central termoeléctrica Antonio Guiteras de Matanzas. Pero en menos de 24 horas, la planta generadora salió nuevamente del sistema por una nueva avería.
En esta última nota los comentarios de los lectores pedían más hechos y menos palabras.
“Explicaciones y promesas que nada nos resuelven. !Queremos electricidad no más charlas! !Por Dios, ya estamos hasta los pelos de explicaciones y justificaciones sin soluciones!”, escribió Yuli Ramón González Menéndez.
En referencia a José Ramón Machado Ventura, ex miembro del Buró Político del Partido Comunista, un lector identificado como Luis ironizó: “Necesitamos urgentemente al compañero Machado Ventura para sobre cumplir todos los planes de producción y así ser una Potencia Energética”.
En medio de la compleja situación pandémica por la COVID-19, quizás los apagones han mellado más en la vida de los profesionales de la salud.
“Después de un trabajo extenso, agotador y de mucho riesgo llego a la casa y me encuentro con un apagón. La pusieron a las 8:30 de la noche y a esa hora me puse a cocinar porque en mi cocina todos los equipos necesitan electricidad. Cuando al fin pude acostarme, se interrumpe el sueño por el calor con otro apagón que detiene los ventiladores por la madrugada. Padecemos las mismas escaseces del pueblo con la diferencia que en nuestras manos está la vida de varios seres humanos. ¿Tú crees que así podamos realizar bien nuestro trabajo? Hay quien nos critica y desconoce todos los malos momentos por los que pasamos los médicos en este país”, dijo la doctora, que prefirió el anonimato por temor a represalias.
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