LA HABANA, Cuba. – Muchos de los que han visto la serie de Netflix Rompan todo lamentan de que la historia del rock en Latinoamérica que pretendieron contar sus realizadores se refiera solo a Argentina, México, Uruguay y Chile. Es como si no hubiese existido el género en los demás países del continente.
No hay dudas de que Argentina fue el país de Latinoamérica donde más desarrollo, calidad y originalidad alcanzó el rock. Es larga e ilustrativa la lista que lo atestigua: Manal, Almendra, Los Gatos, Charly García, Fito Páez, Luis Alberto Spinetta, Soda Stereo, Gustavo Cerati, León Gieco, entre otros. Pero, en cuanto a calidad y originalidad, no va a la zaga el rock que se hizo en Brasil. Entre finales de los años 60 y en los 70, hubo excelentes bandas de rock como Os Novos Baianos, Secos e Molhados y Os Mutantes. En 1968, estos últimos, junto a Caetano Veloso, Gal Costa, Maria Bethânia y Nara Leão grabaron Tropicalia ou panis et circensis, un disco deslumbrante que, por sus tintes psicodélicos y su repercusión, es considerado el equivalente brasileño del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles.
A juzgar por lo que cuenta -o por lo que deja de contar- Rompan todo, pudiera pensarse que Cuba siempre estuvo ajena al mundo del rock. Y eso está muy lejos de la verdad. Entre los cubanos, a pesar de los pesares, nunca han faltado cultores y seguidores del rock. Probablemente sean más los fanáticos del género en la Isla que en muchos otros países latinoamericanos. Prueba de ello fue el muy multitudinario y emotivo concierto de los Rolling Stones en la Ciudad Deportiva de La Habana, en marzo de 2016.
No olvidemos que tan temprano como en 1955 fue cubano uno de los primeros (si no el primero) de los grupos que en Latinoamérica se dedicaron al rock and roll: Los Llópiz, que se hicieron muy populares con su versión del Rock around the clock de Bill Haley & His Comets.
Y no fueron solo Los Llópiz. A fines de los 50, estaban también compitiendo en popularidad con el mexicano Enrique Guzmán y el argentino Billy Cafaro los rockeros cubanos Jorge Bauer, Luis Bravo, Ricky Orlando, Tony Escarpenter y Danny Puga, todos con versiones en español números de Elvis Presley, Bill Haley, Little Richard, Fats Domino, Paul Anka, etc.
El panorama se ensombreció para el rock en Cuba luego de la instauración del régimen de Fidel Castro, que, enfrentado al gobierno norteamericano, prohibió, por considerarla ideológicamente nociva, “la música del enemigo”, que era toda la que provenía no solo de los Estados Unidos, sino también de Inglaterra.
Pero la prohibición no logró apartar a los jóvenes cubanos del rock, quienes, a través de las emisoras de radio del sur de la Florida, principalmente la WQAM, se mantenían al tanto de la música que más sonaba en los Estados Unidos.
En los años 60 y 70 proliferaron los grupos de rock que tocaban números de Led Zeppelin, Deep Purple, Grand Funk y Rare Earth en fiestas privadas (muchas veces gratis) y donde quiera que tuviesen una oportunidad. En cualquier parte, excepto en la TV y la radio, donde estaban prohibidos.
De esos grupos, los más conocidos fueron Los Kents, Los Jets, Los Gnomos -que, encabezados por Pedro Caña y Guillermo Fragoso, fueron los primeros en incorporar instrumentos de viento, al estilo de Blood, Sweat and Tears y Chicago), Los Pacíficos, Almas Vertiginosas, Sesiones Ocultas, Dimensión Vertical, Los Dadas, Los Signos, Los Pencos, Los Faquires, Los Magnéticos, Sonido X y un largo etcétera.
En esos grupos había intérpretes de calidad, como el tecladista Edito Martínez, los guitarristas Javier González, Andy Pachalides, Omar Pitaluga, Dagoberto Pedraja y, especialmente, Jorge Luis Fernández (Pepino). Cuando con los Almas Vertiginosas tocaba covers, Pepino no copiaba los solos, sino que hacía largas improvisaciones, a la manera del jazz-rock.
Y qué decir del cantante Jorge Conde, muerto en Miami en 2008, y que fue algo así como el sucedáneo nacional de Robert Plant y Mark Farner.
Muchas de aquellas fiestas donde tocaban grupos de rock terminaban en redadas policiales, con decenas de arrestados, melenas cortadas e instrumentos musicales y equipos de audio confiscados o destruidos.
Algunos alegan que el rock cubano no trascendió por falta de originalidad, porque los rockeros de acá copiaban el repertorio de las bandas inglesas y norteamericanas en vez de componer sus propios temas (la excepción fueron Los Dadas, donde estaban Pedro Luis Ferrer y Mike Porcel, quienes componían textos propios en español).
Aun aceptando lo del repertorio copiado, son injustas esas críticas. Hay que ubicarse en el contexto en que se desarrollaron las bandas cubanas, con un equipamiento muy pobre y a veces improvisado para un género donde es determinante la calidad del sonido, amén de estar sometidos a todo tipo de prohibiciones y represalias por parte de un régimen cerrilmente prejuicioso que, en su cruzada contra el “diversionismo ideológico”, se consideraba amenazado por las canciones en inglés y los riffs de las guitarras eléctricas.
Y que no me digan que el rock en Argentina y Brasil -y también en México, luego de la matanza de la Plaza Tlatelolco en 1968 y de aquel remedo mexicano, en 1971, del festival de Woodstock- también tuvo que enfrentar censuras y prohibiciones. Bajo la dictadura militar, los rockeros argentinos, por muy censurados que estuvieran, por muy crípticas que tuvieran que ser sus letras, no dejaron de hacer conciertos y grabar discos.
Para que a un músico cubano que hiciera algo parecido al rock lo pasaran en la radio o la TV, y -con mucha, mucha buena suerte- le grabaran un disco en la EGREM, tenía que estar evaluado, atestiguar el CDR que estaba “integrado”, tener el pelo corto, vestir sin extravagancia. Y ni atreverse a cantar en inglés. Fue el caso de los 5U4, Los Bucaneros, Los Gafas, Los Dadas luego que renunciaron al funky, y Los Barbas, que se las arreglaron para popularizar, con el título Pero es tiempo ya de terminar, su versión del Honky tonk woman de los Rolling Stones.
Luego de los 80, cuando amainaron las restricciones, aparecieron grupos muy buenos, como Síntesis, Gens, Extraño Corazón, Paisaje con Río, Monte de Espuma, Ánima Mundi. Algunos son mucho mejores que no pocos de los grupos que aparecen en Rompan todo.
Fueron muchos los intérpretes del rock de los años duros que vale la pena destacar. Por su constancia, los más veteranos: Iván Fariñas (Los Halcones, Musical Power Men, Viento Solar); Raúl Gómez (Los Astros, Los Bucaneros y el dúo Mirtha y Raúl); Pepe Piñeiro, que creó Los Pacíficos en 1965 en el Preuniversitario del Vedado y que hoy sigue componiendo en Miami.
Habría que ver a qué altura hubiera llegado el rock en Cuba de no haber tenido que enfrentar tanta adversidad; si le hubiesen permitido desenvolverse en condiciones normales y no en el semiclandestinaje. Tal vez, como mismo los cubanos Machito y Chano Pozo crearon el latin jazz, el mundo debiera a un compatriota nuestro, y no a Carlos Santana, el latin rock.
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