
LA HABANA, Cuba. -Aunque no han sido debidamente divulgados, a pesar de su elevada importancia, numerosos estudios realizados por equipos de científicos cubanos en reiteradas ocasiones han hecho llamados de alerta ante la crítica situación de los principales acuíferos de Cuba.
La detección de altísimos niveles de plomo y otros metales pesados dañinos para la salud humana en embalses y reservorios destinados al uso humano y a labores relacionadas con la agricultura y la pesca, conducen a pensar que esta pudiera ser una de las principales causas del aumento en la población cubana de los casos de cáncer y otras enfermedades relacionadas con una prolongada exposición a sustancias tóxicas.
Si bien el fenómeno aqueja a todas las provincias del país, es La Habana la región más afectada debido a que, primero, está rodeada por varios vertederos de basura capaces de filtrar elementos altamente tóxicos a las aguas subterráneas que alimentan las fuentes destinadas a abastecer a la capital; y, segundo, porque la mayoría de las industrias no cumplen con las normas internacionales para el tratamiento de los desechos y el filtraje de las emisiones de gases nocivos e incluso vierten los residuos directamente a la cuenca de ríos como el Almendares, que atraviesa la capital y cuyas aguas son empleadas en fincas de cultivo.
Un estudio publicado en 2013 [véase las Referencias al final de este artículo], realizado por un equipo de especialistas del Laboratorio de Análisis Ambiental, perteneciente al Instituto Superior de Tecnologías y Ciencias Aplicadas de Cuba, reportaba los niveles de sustancias altamente tóxicas en suelos y hortalizas cultivadas en 17 fincas dedicadas a la agricultura urbana, todas ubicadas en un área de dos kilómetros alrededor del vertedero de Calle 100, al Oeste de la capital.
Según la investigación, los suelos de la mitad de las fincas superaron los rangos en que usualmente los metales pesados, como el plomo, se encuentran en los suelos agrícolas cubanos, mientras que un alto porcentaje sobrepasó los niveles considerados como tóxicos de acuerdo con algunas normas internacionales. De igual modo, el 12.5 por ciento de las muestras de hortalizas recolectadas superaron los límites máximos permisibles de este contaminante en los alimentos destinados al consumo humano establecidos por la norma cubana NC 493 del 2006.

Una de las zonas que más preocupa a quienes conocen de este fenómeno del que nada se dice en los medios de prensa oficiales, es la presa Ejército Rebelde, construida en 1976 al sur de la capital y considerada una de las mayores reservas de “agua potable” de la región occidental.
Rodeada de industrias altamente contaminantes como la siderúrgica Antillana de Acero y de gigantescos vertederos como los del Cotorro, el embalse ha sido señalado por varios grupos de científicos como un peligro para la salud humana, ya que el análisis tanto de sus sedimentos como de su flora y fauna, han revelado concentraciones letales de metales pesados y otras sustancias nocivas.
A pesar de las advertencias lanzadas ―casi siempre desde publicaciones académicas digitales de restringida circulación―, en el lugar continúan operando cooperativas pesqueras estatales que venden sus productos en los mercados de la capital, mientras que las autoridades de la región hacen muy poco por evitar que los pobladores de las cercanías acudan a pescar, bañarse o a lavar los autos a orillas del embalse.
Las manchas de hidrocarburos y las innumerables acumulaciones de desperdicios que rodean la presa, hablan por sí solas del descontrol por parte del gobierno y de la ignorancia de las personas sobre el peligro al que se exponen.
Un estudio científico del año 2005 ya había detectado altos niveles de plomo, zinc, cadmio y cobre tanto en la llamada “cuenca Almendares-Vento”, como en la presa Ejército Rebelde.
En su informe, el equipo de analistas del Instituto Superior de Tecnologías y Ciencias Aplicadas de Cuba, explicaba que tales niveles de contaminación se debían, en gran medida, “a la inadecuada cobertura higiénico-sanitaria y a la industrialización sin tener en cuenta medidas de protección del entorno”.
Para que se tenga una idea de lo terrible que pudiera ser tanto el presente como el futuro tan solo para La Habana, la cuenca hidrográfica de Almendares-Vento (donde se incluye además la presa Ejército Rebelde), provee casi la mitad de toda el agua potable que consume la población de la ciudad y buena parte del alimento. Los metales pesados son extremadamente tóxicos aún en concentraciones relativamente bajas, no son biodegradables y, por el contrario, se acumulan a lo largo de la cadena alimentaria.

Para comprender la gravedad de la situación ―tanto por los contaminantes vertidos en nuestras aguas como por la voluntad de ocultamiento o desinterés en el asunto por parte de las autoridades―, basta con remitirnos al cúmulo de investigaciones que, aunque llevadas a cabo por instituciones y especialistas cubanos, casi exclusivamente circulan fuera de la isla en medios científicos digitales foráneos, mientras que las publicaciones del patio se mantienen ajenas a lo que ya constituye una verdadera tragedia silenciosa.
Niveles de acumulación de metales pesados, comparables a los de zonas altamente industrializadas de Europa, muestran las tablas e infografías de varios estudios en los acuíferos de La Habana o los ríos San Juan y el Cobre en Santiago de Cuba, entre otros. También han sido hallados contaminantes químicos en especies capturadas en el Golfo de Guacanayabo y en la presa Hanabanilla, en Villa Clara. Investigaciones del Instituto Minero Metalúrgico de Holguín también han detectado concentraciones elevadas de sulfatos, níquel, cromo, manganeso y hierro en las aguas subterráneas de Moa.
Referencias: -Revista Internacional Contaminación Ambiental; 29 (4) 285-294 (2013), http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n050512B/011ATM07.pdf (2012); http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n020214/021407.pdf (2014); Revista Internacional Contaminación Ambiental, 21 (3) 115124 (2005); Revista AquaTIC, revista científica de la Sociedad Española de Acuicultura, no. 29 (2008); http://www.revistaaquatic.com/aquatic/art.asp?t=p&c=231 (2008); Revista Cubana de Investigaciones Pesqueras, no. 37, enero-diciembre (2009); Revista Internacional Contaminación Ambiental, 26 (4) 313-325 (2010)