LA HABANA, Cuba. – La manía cubana por la muerte en las consignas fue heredada de España. Dos siglos antes del “patria o muerte” que en 1960 les impuso Fidel Castro a sus milicianos en el sepelio de las víctimas de la voladura de “La Coubre”, la Corona española exigía la victoria o la muerte.
Pero el color de la piel de los soldados era determinante a la hora de morir por el Rey. El lema de los Batallones de Morenos, como llamaban a los negros que servían a la Corona española en los siglos XVIII y la primera mitad del XIX, era: “Vencer o morir”, pero la divisa de los Batallones de Pardos (mulatos), que llevaban en su bandera la cruz de Borgoña, era menos extrema: “Siempre adelante es gloria”.
Los batallones de negros y mulatos, apresuradamente reclutados, tuvieron una destacada participación en la defensa de La Habana contra las tropas británicas en 1762.
La milicia de Pepe Antonio, también mayoritariamente integrada por negros y mulatos de Guanabacoa, complementó la resistencia de la guarnición española que defendía La Habana, al hostigar sin tregua a los invasores ingleses.
Los Batallones de Pardos y Morenos fueron enviados posteriormente a pelear contra ingleses y franceses en New Orleans y Santo Domingo, y contra los indios seminolas en la Florida.
Las filas de los batallones de negros y mulatos siempre estuvieron nutridas, debido a que los alistados gozaban de algunos privilegios y de cierta movilidad en la rígida escala social de la colonia.
Estos batallones fueron disueltos tras la represión de la Conspiración de La Escalera, en 1844, cuando las autoridades descubrieron que muchos de sus integrantes estaban complotados contra España. Comprendieron que ya no podían contar con los negros para la defensa de sus intereses.
No obstante, durante las guerras de independencia, hubo negros y mulatos entre los guerrilleros que combatían a los mambises con más saña que los españoles. Fue uno de estos guerrilleros, mulato, quien mató a José Martí en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895.
La utilización del negro para la defensa de sus amos blancos se remonta a los inicios de la época colonial. Espejo de Paciencia, de Silvestre de Balboa, es considerada la primera obra literaria cubana, a pesar de las dudas sobre su autoría y autenticidad. Basada en un hecho supuestamente real, ocurrido en el siglo XVII, es algo así como nuestra modesta Ilíada. Narra, en tono épico, la lucha contra los piratas franceses capitaneados por Gilbert Girón que secuestraron al obispo Juan de las Cabezas Altamirano. El momento culminante del relato es cuando el esclavo Salvador Golomón decapita de un machetazo a Girón.
Para los amos españoles, era perfectamente natural recurrir a sus esclavos y libertos para que les sacaran las castañas del fuego. Luego, pasado el peligro, de vuelta al látigo y los barracones.
Sus descendientes del socialismo castrista heredaron la misma filosofía del negro como carne de cañón.
La muerte, como alternativa a la patria, en consignas coreadas en multitudinarios mítines, era para todos los revolucionarios, pero especialmente para los negros, porque según decían los mandamases, de un modo paternalistamente cruel e intrínsecamente racista, si algún cubano tenía que estar presto a pelear y morir por la Revolución, “que acabó con la discriminación racial y los hizo personas” eran los negros.
No solo resultaba una abominación inimaginable que un negro fuera desafecto al régimen, sino que, por agradecimiento, debía estar dispuesto a dar su vida por “la Revolución”.
Y no solo en Cuba, sino también en misiones bélicas en el exterior. En 1965, diez años antes de la guerra de Angola, soldados negros de las FAR fueron enviados a combatir, dirigidos por un jefe blanco, extranjero y que mal disimulaba que no los tenía en mucha estima, Ernesto Guevara, a una supersecreta operación en el Congo. Eran idóneos para la misión: el color de su piel dificultaría que el enemigo descubriera que eran cubanos y no congoleses.
Quizás, si no era por motivos religiosos, tenía razón Fidel Castro cuando, para justificar la presencia militar cubana en Angola, afirmaba que estaba en deuda con África.
Probablemente, la mayoría de los cubanos muertos en guerras, desde los tiempos de la Colonia hasta hoy –incluidos, por supuesto, los miles de masacrados en la represión del levantamiento de los Independientes de Color, en 1912-, son negros. Pero historiadores y sociólogos no muestran interés en investigar el asunto, pese a lo saludable que sería para nuestra conciencia como nación.
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