MADRID, España.- En el año 2002 se estrenó el largometraje documental Balseros, del realizador y periodista catalán Carles Bosch. Balseros, nominado a los premios Oscar y Goya, ganador del Emmy en el apartado de fotografía, es un acercamiento a la historia de siete migrantes cubanos desde que salieron de Cuba en balsas durante el éxodo masivo que se dio en 1994, el tiempo que pasaron en la Base Naval de Guantánamo tras ser interceptados en el mar, y su posterior llegada a EE. UU.
Con motivo de los 20 años del estreno del documental, de total vigencia a pesar del paso del tiempo, CubaNet conversó con Carles Bosch, también autor de obras como Septiembres y Petitet.
―¿Cómo surge la idea del documental?
―En agosto de 1994 yo estaba de vacaciones en República Dominicana, cuando surgió una noticia que era la portada de todos los diarios del mundo casi al mismo nivel de lo que podría ser hoy lo que está sucediendo en Ucrania. Que por primera vez el régimen cubano le dijera a la gente “el que quiera irse que se vaya” lógicamente era noticia. Y que una vez dicho esto hubiera miles de personas construyendo balsas con el material que tenían a mano, pues automáticamente se convirtió en noticia.
Recibí una llamada de TV-3 (Televisión Catalana) para la que trabajaba entonces, y se decide que fuera rápidamente hacia Cuba.
El mismo día contacté con amistades, algunas vinculadas al mundo del audiovisual. Tuve la suerte de contactar con Camilo, un camarógrafo cubano dispuesto a trabajar. El mismo día pude enviar crónicas para la televisión de Catalunya y otras televisiones.
Entonces les dije: “Tengo la sensación de que esto es gordo, envíenme un cámara”. El camarógrafo que enviaron fue Josep María Domènech, que al cabo de los años ganaría con este material el Emmy en la categoría de Mejor Fotografía.
Unos días después la administración Clinton anunció que cambiaría la ley permisiva con respecto al cubano que llegara. (Las personas interceptadas en el mar serían deportadas a la Base Naval de Guantánamo). La crisis de los balseros teóricamente terminaba aquí, pero en verdad no terminaba, porque en Guantánamo quedarían varados más de 20 000 cubanos.
Los que ya estaban en Guantánamo se habían jugado la vida, no sabían qué sucedería en el puesto de trabajo que habían dejado atrás, o si la casa que habían dejado se la había quedado el Estado.
Regresamos a Barcelona con todo este material y editamos un primer reportaje, que se llamaba “Aventuras sin final”.
De hecho, la última imagen que tenía era del personaje de Merisis, a quien dejamos de filmar en altamar. Merisis sale sabiendo que estaban enviando a los balseros a Guantánamo y aun así se va.
Al llegar a Barcelona recibo un mensaje del camarógrafo cubano que me avisa que Merisis había regresado a tierra, porque se le había desbaratado la balsa. Y le digo: “Camilo, vete a su casa…”. Camilo logra enviarme las imágenes y podemos incluirlo en el primer reportaje.
Poco tiempo después obtuve permisos para ir a Guantánamo y pido a mi Televisión permiso para ir a hacer un segundo reportaje, que se llamó “Estimada familia”. Y luego un tercero cuando algunos son llevados de Guantánamo a Estados Unidos.
El hecho de que dos años después de empezar a rodar, cuando los balseros ya tenían un pie en Estados Unidos, pensara que mi labor como periodista había terminado, quiere decir que no entendía nada todavía. Esto no era emigrar, la emigración empieza a partir de ahí. Es al cabo de los años cuando puedes empezar a valorar lo que has apostado, que no es solamente atravesar unas millas de mar.
Entonces me di cuenta de que podía hacer un largometraje sobre eso. Para colmo los cubanos son muy atractivos delante de cámara, y además se van a Estados Unidos, que más cinematográfico no puede ser.
De ahí habían salido tres reportajes televisivos y un montón de crónicas. Yo me lo había guardado todo, y cinco años después cuando empiezo a saber qué está pasando con ellos, pienso: “Ahí hay una película”.
―Hay siete protagonistas en tu documental, pero era una situación que estaban viviendo miles de cubanos. ¿Cómo eliges que fueran ellos los protagonistas?
―Esos siete personajes son representativos; es un documental coral con distintos protagonistas que caminan en la misma dirección. Ahí no hay una cantante de boleros ni un jugador de pelota. Lo importante es cuando la gente sale del cine y no dice: “He visto la historia de siete cubanos”. Dice: “He visto la historia de miles de cubanos”.
Por eso la película al cabo de tantos años se sigue viendo en festivales sobre emigración, porque está planteada como un tema, desgraciadamente, universal.
―¿Cuál fue su reacción cuando saben que van a ser grabados?
―La gente cuando está viviendo momentos tan trascendentales de su vida normalmente se deja filmar. Ellos estaban metidos en una aventura. Nosotros actuamos como otros periodistas que ellos vieron. Te aseguro que durante todo el proceso no hubo ninguna dificultad al respecto. Yo mismo me quedé muy sorprendido cuando llegué a Guantánamo. Fue una sorpresa para mí lo bien que me recibieron.
En Guantánamo podía estar 15 minutos con cada uno de ellos. Los periodistas cuando vamos a Cuba hacemos de mensajeros. El contacto entre Cuba y la diáspora no siempre ha sido fácil. Ya no digamos entre los que están en Guantánamo y su familia. El papel del que viaja entre la Isla y el continente forma parte casi de la realidad cubana.
―Permisos para filmar en Cuba…
―En Cuba obtuve permisos, pero no solo yo, obtuvo permisos casi cualquier periodista. A Fidel y a su Gobierno les interesaba… Él sabía que iban a ser 30 000 personas. Fidel sabía perfectamente que Florida no estaba preparada para recibir esa cantidad de personas indocumentadas y al Gobierno cubano le convenía que esto se convirtiera en un acontecimiento. La prueba es que la Cruz Roja se interesa, Human Rights Watch se interesa, y sucede lo que el Gobierno cubano quería que sucediera, que era: “Vamos a hacer un movimiento para que el Gobierno estadounidense cambie su política sobre esa permisibilidad superior que tiene el cubano que llega a las costas de Florida”.
―¿Cómo logras estar en contacto con ellos después de tanto tiempo y con tantos cambios de ciudades?
―De una forma o de otra con todos ellos teníamos la posibilidad de estar en contacto. Con Merisis, por ejemplo, seguí en contacto porque estuvimos enviándole unas cremas para un problema de la piel.
―Para la realización del documental estás mucho tiempo en contacto con estas personas y presencias cómo hay madres que dejan a sus hijos, matrimonios que se separan, etc. ¿Qué significó para ti?
―Hay momentos muy emotivos para mí. Todo el proceso de la película me marcó. Yo durante el rodaje a veces mantenía una cierta distancia. La amistad surge más cuando todo ha terminado. Las historias que vivimos fueron emocionantes. Me emocionó Juan Carlos, por ejemplo, al encontrarlo años después y decirme: “Gracias a Dios he podido triunfar y he podido enviarle un frigorífico a mi madre, la mujer más bella del mundo”.
―¿Hay algo de ficción en el documental?
―No, yo milito mucho en contra de las trampas, primero porque se nota. Las trampas implican que algo de lo que está pasando no pasó, y para mí eso ya es ficción. Es tan imposible que los personajes reales actúen… Cuando hay falsedades se notan.
―Nominación a los Oscar…
―En la carrera de los Oscar las normas son super complicadas. Votan los académicos; a mí no me conocía nadie. Cierto que la película había funcionado. El hecho de que una película tocara el tema cubanoamericano, que hubiera ganado tanto en La Habana como en Miami llamó la atención a HBO y al festival de Sundance, y empezamos a tener premios.
Tienes derecho a optar a los Oscars si la película se ha estrenado en salas de cine norteamericanas. Y cuando HBO la compra, cuando ve la reacción del público en Sundance dice, “esta película puede tener una circulación en salas de cine”. (…) Entonces me llaman desde Nueva York y me dicen: “Vamos a jugar fuerte, tu película puede aspirar a los Oscar”.
Cuando se supo que estábamos nominados yo estaba presentando la película en Boston. Juan Carlos estaba conmigo, porque sabíamos que estábamos en las short list, que es una lista de 25 finalistas que se hace un poco para decir “empieza a prepararte”.
De las 25 que estaban en la short list la primera que dicen es la nuestra. En el momento en que dan el nombre se ponen todos como locos, fueron gritos y abrazos. Yo lloré. La película la había luchado yo. No siempre en Cuba me dejaban filmar como yo hubiera deseado. No siempre en Guantánamo me dejaban filmar como yo hubiera deseado. No fue fácil tirar hacia delante.
―Actualmente las cifras de migración cubana son similares a las del Mariel y superiores a las del 94. ¿Imaginaste que el documental podría tener tanta vigencia 30 años después de realizado?
―Si las cifras actuales son similares a las del Mariel yo no lo sé. Sé que las dificultades económicas son muy gordas. Que en Cuba en estos momentos haya cifras de gente que se quiera ir del país no me extraña. Si la situación económica es tan desesperada no me extraña.
Yo hace 30 años no tenía ni idea de que estaría pasando en Cuba hoy. No sabía que seguiría con un régimen socialista donde unas cosas funcionan y otras absolutamente no.
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