Cuándo le empezó a ir mal al béisbol cubano

Tras seis décadas sin béisbol profesional, la pelota cubana ha dejado de ser una referencia; los atletas antillanos que ocupan titulares juegan en ligas profesionales fuera de la Isla
Cuba, Béisbol
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LA HABANA, Cuba. – El 14 de enero de 1962, durante el inicio de la Primera Serie Nacional de Béisbol, el dictador Fidel Castro dijo, exultante, que la renuncia al profesionalismo ―verificada el año anterior― era “el triunfo de la pelota libre sobre la pelota esclava”. Aquella concepción se hizo extensiva al resto de las disciplinas deportivas, dejando claro desde esa fecha tan temprana que el deporte sería uno de los baluartes más importantes de la propaganda castrista. 

Por mucho tiempo el desempeño de los peloteros cubanos en series nacionales y torneos foráneos le dieron la razón a Fidel Castro. Al béisbol de la Isla le sobraba calidad para medirse con sus homólogos de las ligas profesionales, un hecho respaldado por varias medallas de oro en Juegos Olímpicos, Copas Intercontinentales, Campeonatos Mundiales y Juegos Panamericanos. 

En los años 90, sin embargo, comenzaron a manifestarse las primeras señales de declive del deporte nacional con la emigración de valiosos atletas, muchos de los cuales alcanzaron el sueño de probarse en Grandes Ligas. El ego de Castro por el triunfo de la novena cubana en aquel segundo juego contra una selección de nivel medio de los Orioles de Baltimore, se desinfló poco después con la salida ilegal de varios peloteros que habían protagonizado el idílico capítulo. 

Atrás quedaba la época dorada del deporte nacional. El tiempo hizo lo suyo y la mala política hizo todo lo demás. Hoy la supuesta “pelota libre” cae ante cualquier escuadra del “béisbol esclavo”, y ni siquiera lo hace de forma honrosa; sino recibiendo sendas palizas, como el marcador de 20-3 que los Leones de Caracas impusieron a los Agricultores en la recién finalizada Serie del Caribe, un torneo profesional al que Cuba regresó en 2014, tras décadas de ausencia gracias a Fidel.  

En los últimos tres años ha sido copioso el éxodo de peloteros cubanos, de todos los niveles, que buscan labrarse un futuro en el otrora satanizado béisbol profesional. Los altos cargos que deberían hacer funcionar la “pelota libre” continúan priorizando el lamento, la propaganda y el burocratismo, a la vez que aplazan los cambios estructurales que ya no admiten demora, si se quiere salvar algo de lo que en otros tiempos fue motivo de orgullo y felicidad para el pueblo cubano. 

Seis décadas después de aquella decisión tomada por Fidel Castro, la pelota cubana ha dejado de ser una referencia entre sus pares, los atletas antillanos que ocupan titulares juegan en ligas profesionales fuera de Cuba, y cada torneo internacional hunde al pasatiempo de casa en un pozo sin fondo de humillaciones. 

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