MIAMI, Estados Unidos.- En Italia el documental ha sido dado a conocer simplemente como Ennio, mientras el mercado internacional lo distribuye con otra denominación: Ennio, el Maestro.
Ambos apelativos expresan la admiración y veneración de la cual disfrutó el músico excepcional en su país de origen y el resto del mundo.
Al año de su fallecimiento, uno de sus más cercanos colaboradores, el director de la inolvidable película Cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore, le ha rendido el tributo que merece en un exhaustivo documental sobre su creativa vida.
“He estructurado Ennio como una novela audiovisual basada en clips de las películas para las cuales compuso su música, así como de imágenes de repertorio y conciertos que introducen al espectador a la formidable existencia y carrera de uno de los más amados músicos del siglo veinte”, ha dejado saber Tornatore sobre esta película, bastante definitiva, que cubre en minuciosos detalles todos los pormenores personales y estéticos del “Maestro”, mediante una larga entrevista realizada en el estudio donde mucha de la magia aconteció.
Este es un documental que guarda el encanto y la emoción de la ópera y su sentido de melodrama, junto a la exactitud matemática de la composición musical.
La admiración por un hombre sencillo de manifiesta bondad, todavía capaz de llorar por íntimas memorias, va in crescendo como muchas de sus bandas sonoras, en lo que Morricone revela los secretos de su incontenible y vasta poética e inspiración con una simpleza que desmonta cualquier presunta idea que tengamos sobre el ego de un genio.
Como si ya no fuera suficiente con la reflexión puntual sobre películas que no existirían sin los aportes sustanciales del Maestro, el documental le deja saber a mi generación que no pocos de los cantantes italianos llamados a salvarnos de la congoja castrista, haciendo nuestras vidas más llevaderas, disfrutaron de las composiciones y los arreglos de Ennio Morricone.
Gianni Morandi confiesa cuánto le debe, y una encuesta realizada sobre los éxitos de Mina coloca a “Se Telefonando”, compuesta por Morricone, como su más importante canción.
El músico no nació en cuna de oro. Quiso estudiar medicina, pero su padre, un trompetista ambulante, lo hizo aprender el instrumento que fue la llave de su extraordinaria y temprana incursión en la música, no ausente de contratiempos, pero siempre enfocada en la experimentación y la originalidad.
Disfrutando el documental he pensado en aquel día que vi, consternado, el nombre de Leo Brouwer en el mural del Ministerio de Cultura de Cuba, como una suerte de humillante castigo público por haber faltado a la guardia de milicia en la institución.
El más importante compositor de bandas sonoras de la isla irrespetado por la ideología que por entonces defendía.
Ennio Morricone sufrió desilusiones y tropiezos afines a la carrera artística pero nunca en su consagración la doctrina gobernante le hubiera llamado la atención por no desempeñar una absurda tarea sin vínculo con su vocación.
Distinguidas personalidades de la cultura figuran en el documental de Tornatore. En muchos casos tratan de dilucidar el dilema entre la música clásica de vanguardia que componía Morricone y el esfuerzo que significó ser reconocido por sus colegas como un verdadero innovador en el campo musical cinematográfico.
Las anécdotas sobre su destreza y rapidez para componer, así como la inconformidad con piezas terminadas que lo hacían buscar la perfección, enriquecen el documental.
Sergio Leone, quien fue su compañero de clase en la escuela elemental, le abrió el camino a la eternidad, aunque se interpuso por celos artísticos cuando Stanley Kubrick quería que Morricone hiciera la música de La naranja mecánica.
Bertolucci lo considera un poeta, y con Oliver Stone no se entendió porque trató de hacerlo componer algo parecido al acompañamiento para un dibujo animado de Tom and Jerry.
A Brian de Palma le presentó seis opciones para Los intocables, le sugirió que no escogiera la sexta y fue la que el director eligió y ya se sabe del reconocido ritmo trepidante de esa película.
Cuando vio La misión, de Roland Joffé, se emocionó y le dijo que la película no necesitaba música. Al poco tiempo, revela el propio director, recibió la llamada del Maestro quien le confió que lo había reconsiderado. Hoy se estudia e interpreta como una de las bandas sonoras más hermosas del cine.
El guitarrista Pat Metheny subraya que la influencia de Morricone es comparable a la de Los Beatles o Beethoven.
El hecho de que haya sido nominado en seis ocasiones para el Premio Oscar y solo lo obtuviera por The Hateful Eight, de Quentin Tarantino, y antes por el conjunto de su obra, expresa lo injusto o tramitado que suelen ser los premios en el universo artístico cultural.
Todas las personalidades convocadas por Tornatore para el documental coinciden en que el arte de Morricone es reconocido instantáneamente desde sus primeras notas donde quiera que se manifieste.
Cuando mi padre cumplió ochenta años la familia le celebró una fiesta en un lugar cercano a la playa de Key Biscayne, donde solía llevarnos cuando éramos pequeños.
Durante la especial ocasión le produje un slideshow sobre su vida fabulosa, tan apegada al cine, por el cual manifestaba profunda devoción. Como banda sonora le incluí la pieza principal de Cinema Paradiso. Parecía compuesta para la ocasión.
Es la magia de Ennio Morricone, sembrar para siempre en nuestros corazones la idea de que su música es una memoria sentimental que todos compartimos.
Al terminar el documental Ennio, el Maestro, mi esposa dijo concisa: “Las próximas generaciones tendrán que hacerse de un compositor que les haga recordar el buen cine, nosotros ya tenemos el nuestro”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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