GUANTÁNAMO.- Desde el pasado 28 de febrero y hasta este sábado 3 de marzo está programado en Guantánamo el X Coloquio Boti—Guillén, que cada dos años organiza el comité provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Estudiar la relación entre Regino E. Boti y Nicolás Guillén es interesante porque demostró lo esencial que resulta el vínculo desprejuiciado y respetuoso entre los intelectuales, como fue hasta determinado momento el que sostuvieron ambos bardos.
Fue también un vívido ejemplo del intercambio intelectual entre dos grandes de nuestra cultura en una época que los comunistas —y sus apéndices— siguen llamando obstinadamente “la seudorrepública”, pero cuya democracia política, eficiencia económica y vida cultural, ellos, en 60 años de dictadura, jamás han podido siquiera igualar. Y conste, no porque no haya personas capaces en Cuba, sino por el férreo control que el gobierno ejerce sobre todos los medios y espacios públicos de difusión del pensamiento, especialmente los culturales.
El vínculo entre Boti y Guillén dejó un apreciable intercambio de correspondencia en la cual se pueden descubrir ideas a las que jamás los oficialistas hacen alusión, sobre todo en el caso de Guillén, como aquélla expresión de acendrado descreimiento en los cubanos que aparece en su carta del 28 de abril de 1933, donde afirma: “Cada vez me parecen más salvajes los cubanos, quienes llegan a límites de barbarie insospechados hasta ahora, sin que les sea posible llegar, por otra parte, a ciertas zonas de tranquilidad espiritual, de firme y serena cultura dables sólo a sociedades de gran tipo mental”.
El epistolario fue publicado por primera vez en Cuba por la Editorial Oriente en 1985, con prólogo, selección y notas de Rebeca Ulloa. En él se incluyeron las cartas que Boti intercambió con Juan Marinello.
Más allá del momento de intercambio que provoca, el programa para esta décima edición del coloquio continúa evadiendo zonas ríspidas de la relación y el pensamiento de ambos poetas, aunque se abordarán algunos temas poco tratados como puede apreciarse en las anunciadas ponencias “Boti jurista”, del profesor universitario Dayron Salazar, “Boti periodista”, de Margarita Canseco, “Logia y masonería de R.E. Boti”, de Risell Parra y “La cerámica en Boti”, de Ángel Laborde.
Tal silencio en una relación tan rica en matices, sostenida por casi veinte años, no es saludable para los estudios culturales. ¿Por qué los especialistas e investigadores literarios que tienen acceso a la papelería de Nicolás Guillén no indagan sobre la causa real de la ruptura de una relación donde Guillén demostró una admiración total hacia el guantanamero?
Ambos poetas mantuvieron un intercambio epistolar desde 1930, luego de que Boti publicara el 21 de septiembre de ese año, en el Diario de la Marina, un breve estudio sobre el poemario Motivos de son. Pero en 1949 se truncó el vínculo.
Ninguno de estos investigadores ha esclarecido por qué Nicolás Guillén, al autorizar la publicación de los dos tomos de su Obra Poética, edición hecha por Letras Cubanas en 1980 bajo el cuidado de Ángel Augier, permitió que se omitiera que el poema La rumba había sido dedicado a Boti. Se trata de un hecho que —de ser investigado a fondo— esclarecería mucho sobre el distanciamiento ocurrido entre ambos poetas después del 31 de enero de 1949, más cuando varias veces le escuché decir a la Dra. Florentina Boti —hija del guantanamero— que cuando en 1978 se celebró el centenario del nacimiento de su padre, trascendió que Guillén declinó asistir a los festejos significando que “Boti no se merecía un centenario”.
Esa posición contrasta con lo que el camagüeyano escribió sobre Boti en su libro de memorias Páginas Vueltas, página 114, donde afirmó que este fue uno de los primeros en percatarse del valor de sus poemas porque “olió enseguida la flor de los versos y alentó a su autor con nobles palabras tan dignas de un gran poeta, como de auténtico creador”.
Las ideas políticas de Boti jamás son abordadas en estos encuentros. Auténtico patriota, Boti primero fue conservador pero a los pocos años de actuar como político renunció públicamente a ello, aunque en sus apuntes consta una crítica demoledora al estado totalitario y una loa incuestionable a la democracia invocada por José Martí.
Su visión sobre el futuro de Cuba quedó plasmada en un estremecedor dibujo a bolígrafo, hecho después del golpe de Estado de Batista, donde se ve a Martí derramando lágrimas sobre la isla de Cuba. Precisamente los estudios de Boti sobre Martí asombran por su magnitud, en una época donde apenas comenzaba a darse a conocer la obra del Apóstol, algo que tampoco va a ser abordado en este coloquio, que de continuar así será tradicional pero sin aportes significativos.