AVENTURA, Florida.- En el bloque del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, que desfiló el 1ro de mayo en La Habana, aparecieron dos pancartas de la UNEAC. Clamaban por seguir el pensamiento de Fidel Castro, es decir, por el pedrusco inamovible, sin la menor oscilación.
¿Podría Imaginarse que Abel E. Prieto, ministro de Cultura, o Miguel Barnet, Presidente de la UNEAC, oscilen —duden— al adjetivar de “magnífica” la conservadora actuación de Raúl Castro en los diez años que ha estado de presidente del Gobierno, hasta su reciente discurso de clausura en la Asamblea Nacional del Poder Popular?
¿Cuántos profesores universitarios de Historia de Cuba oscilan ante la “consigna” de que es “propaganda enemiga” la obsesión de los jóvenes por emigrar, la dependencia de remesas y visitas? ¿Acaso la “batalla de ideas” admite que alguien balancee, ponga a oscilar al Buró Político? ¿Oscila Díaz-Canel cuando rechaza que el Partido Comunista esté compuesto por gente cuya ovejuna incondicionalidad le sirve para suavizar su mediocridad ante los desafíos geopolíticos que enfrenta el país?
¿Cuál es el significado de oscilar? ¿Qué saber oscila? ¿Qué debe ponerse a oscilar? ¿Cómo se proyecta la frase en 2018, a un cuarto de siglo de haber sido el producto de una reflexión previa a su escritura como aforismo?
La frase es de Elías Canetti. “Sólo cuenta el saber oscilante” aparece en sus últimos Apuntes (1992-3) y él mismo puso oscilante en cursivas para resaltar su carga de ironía y desenfado, de atrevimiento y sugerencia, como afirma Mario Muchnik al valorar su “mirada fría y a la vez compasiva”. Esa mirada llega muy bien a la disidencia cubana, contribuye a la re-creación de oscilar como actitud libre.
Abro las respuestas, que también sirven para recomendar la lectura de quien obtuviera el Nobel de Literatura en 1981, en especial por Masa y poder, libro decisivo para comprender el pensamiento piramidal de ideologías cerradas como la comunista. El diccionario precisa que oscilar viene del latín oscillãre, que significa “balancearse”. Tal balanceo de los pensamientos ni avanza ni retrocede, sigue siendo la misma idea o juicio lo que se pone en crisis. Las tres acepciones que ofrece el Diccionario de la RAE modulan la avispada afirmación de Canetti: “Efectuar movimientos de vaivén a la manera de un péndulo o de un cuerpo colgado de un resorte o movido por él”; “dicho de algunas manifestaciones o fenómenos: crecer y disminuir alternativamente, con más o menos regularidad, su intensidad”; y por último “titubear, vacilar”.
La pregunta de qué poner a oscilar es en sí misma subversiva. Formularla despierta en los represores todas las sospechas. Un militante preso en las celdas de la obediencia no titubearía, vacilaría, por lo menos en la letra de sus manuales. Su pensamiento es un pedrusco, como la tumba de Fidel Castro en el cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba.
Los fanáticos y creyentes que desfilaron por la Plaza de la Revolución —aunque la mayoría desfila por algún tipo de miedo— detestan la sencilla frase de Canetti porque es un tributo a los inconformes, hermoso temblor ontológico ante las fuertes incógnitas de la era espacial y cibernética, de globalizados bienestares, espejismos y diagnósticos donde aparecemos como la especie más dañina.
El “saber oscilante” que Elías Canetti exalta, es el signo del disenso. Oscilar no sólo indica inteligencia sino autonomía, independencia. Los intelectuales que sufrimos el régimen represivo y su prontuario ideológico, no olvidamos —por ejemplo— que en la Universidad de La Habana eran asignaturas obligatorias: Materialismo Histórico y Dialéctico, Comunismo Científico, Marxismo-Leninismo e Historia de la Filosofía por esteparios manuales de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética.
¿”Sólo cuenta el saber oscilante”? Así es. Elías Canetti da en el clavo. La duda metódica arrincona a los gritones del “ordeno y mando”, como han sido las ideologías mesiánicas de la modernidad y los políticos autoritarios que aún sobreviven.
Los intelectuales oficialistas cubanos detestan por desconfianza, haraganería u oportunismo —o una mezcolanza de los tres ingredientes— todo lo que oscilar significa: convivir con los diferentes y lo distinto, favorecer la diversidad. De ahí que el escaso grupo de intelectuales cubanos aún adicto al Partido Comunista —el único que autoriza la Constitución cubana actual— prefiera los pedruscos inamovibles como la tumba de Fidel Castro. De ahí que a nosotros oscilar nos parezca un verbo delicioso, subversivo.