LA HABANA, Cuba.- Las noticias que llegan desde Londres no suelen ser muy bien atendidas en la isla por los medios oficiales de prensa, pero algo diferente ocurrió este último 26 de abril. Fue durante esa jornada que el diario “Granma”, con la venia del Partido Comunista que lo regenta, se dispuso a enterarnos de que la Real Academia de la Danza en el Reino Unido distinguiría con el “Queen Elizabeth II Coronation Award” al bailarín Carlos Acosta, y también que la distinción sería entregada en el “Mandarín Oriental Hyde Park” de Londres el próximo 15 de octubre.
Y no solo el Granma se hizo eco de la noticia; Cubadebate, Bohemia y La Jiribilla, entre otros, estuvieron reseñando la importancia de la distinción que recibirá el cubano en unos meses, unos años después de que la reina lo hiciera Comendador de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, por las bondades de su danza y por su desempeño en el “Royal Ballet”.
Sin dudas esta vez Carlos Acosta contó con la atención de la prensa oficial, lo que tristemente no ocurrió hace dos años, cuando aquel sábado, 11 de junio de 2016, la dirección de la cultura en Cuba, con la complicidad del alto gobierno, dejara pasmados a un montón de cubanos que se reunieron en la calle de madera de la Plaza de Armas en la Habana Vieja, con los deseos de llevarse a casa las memorias del bailarín cubano.
“Sin mirar atrás” no estuvo en la plaza ese sábado y el “Granma” no dijo nada; y también calló “Bohemia” y se desentendió “La Jiribilla”. Nadie argumentó la ausencia, ninguno de los periodistas que hoy aplauden esa merecida gentileza anglosajona, enfrentó entonces a las autoridades de la cultura que vetaron a Acosta e hicieron imposible que los muy interesados lectores enfrentaran la lectura de esas memorias, y todo porque el artista se “metía” con Alicia Alonso, uno de los más grandes fetiches de la “revolución cubana”.
Quienes alcanzaron a leer “Sin mirar atrás”, yo no estoy entre ellos, advierten que Acosta refiere, con cierta prudencia, el racismo de Alicia Alonso, ese que sufrió durante sus años de estudiante, y también cuando bailó en la compañía que ella aún dirige. En esas páginas, quien representó el Albrecht de “Giselle”, cuenta de su infancia en un barrio de la periferia habanera, del empeño de su padre en disciplinarlo. Carlos, quien encarnó al Sigfredo en “El lago de los cisnes” y el príncipe en “Cascanueces”, se propuso contar su vida y su arte, pero luego se les prohibió a sus coterráneos reconocer, en el libro, esas destrezas que lo acompañaron en la danza, y quien duda que también en la escritura autobiográfica.
Sin dudas esos medios que ahora reseñan la nueva distinción que pronto recibirá el bailarín y coreógrafo en el Reino Unido, apoyaron antes, con su silencio, la censura del escritor. La prensa oficial cubana, al no pronunciarse, aprobó su “justa pertenencia” a esa lista de censurados con la que cargará por siempre la “revolución”. Carlos Acosta aparecerá, cuando se escriba una historia de las reprobaciones en la isla, junto a muchas de las víctimas de la censura comunista.
La “revolución”, esa fanfarrona iglesia roja que se vanagloria del cuidado de sus “hijos” sin atender al color de su piel, cargará por siempre con el peso de la censura de “Sin mirar atrás”, y será la culpable de que el bailarín sea incluido en ese inventario de desautorizados en el que ya se fijaron los nombres de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, que el tomo ocupe esa lista de obras literarias que fueron sometidas por las instituciones, y desterradas de la existencia gracias al pensamiento sumiso y la intolerancia.
“Sin mirar atrás”, si las autoridades de la cultura no se apuran a corregir sus decisiones, hará lista junto a “El Mundo alucinante” de Reinaldo Arenas, y muy cerca también de las obras condenadas de Cabrera Infante y Severo Sarduy. Debería transformar su política esa “cultura revolucionaria”, y si no se lo propone, ese tomo que ya cuenta con dos años de reproche, estará en el mismo inventario que “pm”, “Santa y Andrés”, y junto a “Nadie”, aunque sus presupuestos no sean ni siquiera cercanos.
Si el poder cultural no es capaz de rectificar una medida tan desacertada, el libro de Carlos Acosta puede resultar, para los censores, tan “peligroso” como el micrófono del “El susurro de Tatlin” de Tania Bruguera, y lo que hoy solo parece un absurdo podría convertirse en una catástrofe, aunque no dudo que esos hipócritas decisores estén esperando el deceso de Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, la prima ballerina assoluta, para cambiar de idea.
Ya transcurrieron dos años completos desde que, en CubaNet, condené la reprobación del libro de Carlos Acosta. Ese 9 de junio de 2016 escribí: “Es increíble que Isabel II, Reina de Inglaterra y mayor representante de una monarquía que en otros tiempos propiciara la trata de negros, convierta al bailarín negro, y cubano, en Comendador de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, mientras la gerontocracia de esta isla que vio nacer al gran artista, impida que se presente un libro que él mismo escribiera”. En poco tiempo otra vez será distinguido Carlos Acosta, ahora con el “Queen Elizabeth II Coronation Award”, pero aún no conocemos el paradero de “Sin mirar atrás”, ojalá que no decidieran convertirlo en pulpa, como a otros tantos.