MIAMI, Estados Unidos. – Recuerdo bien de la primera vez que pude escuchar cuantas veces quise a los Beatles, cortesía de una “placa” maltrecha donde por una cara figuraba Twist and Shout y por la otra Mr. Postman.
Eran los turbulentos años 60 donde estas novedades y satisfacciones musicales que nos alucinaban pertenecían al universo del clandestinaje. Los Beatles, desafortunadamente, estaban prohibidos por el régimen castrista. Circunstancia que se repetía de modo artero y aburrido en casi todo el llamado campo socialista.
Hay un DVD que escuché por primera vez en casa de mi hermano Franky ―Paul McCartney en Red Square―, que contiene los primeros y añorados conciertos del Beatle en Moscú y San Petersburgo.
Además de la presentación del gran músico que luego he podido disfrutar numerosas veces en vivo, como aquellos rusos del año 2003 que lloraban de alegría, el DVD contiene opiniones de una generación tan frustrada como la mía, que no los pudo ver ni escuchar libremente durante su meteórica carrera.
Mi historia personal con los Beatles, que comenzó mediante aquella grabación encubierta y continuó impulsando otras ansias similares que por entonces solo se satisfacían parcialmente, ha transcurrido impertérrita hasta nuestros días, donde sigue siendo el grupo más estudiado y reverenciado de la música moderna. Al cabo de tantos años, puedo afirmar que nada Beatle me es ajeno.
En octubre de 2022 salió al mercado la edición de lujo del emblemático álbum Revolver del año 1966. Este ya no celebra como los anteriores Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, White Album o The Beatles, Abbey Road y Let It Be, sus respectivos 50 aniversarios.
Gilles Martin, hijo del legendario productor George Martin, quien ahora vela por la excelencia histórica de las grabaciones, decidió, con la anuencia de los Beatles y sus herederos, seguir poniendo a disposición del público el catálogo irreprochable del grupo sin esperar fechas conmemorativas.
No recuerdo exactamente cuándo escuché Revolver por primera vez. No olvido el deslumbramiento que me produjo, sin embargo, la emblemática cubierta de exquisitos dibujos a tinta de sus rostros inmersos en un collage de fotos.
Escuchar aquellas canciones tan distintas de las habituales junto a un grupo de fans, convocados en algún apartamento de Habana del Este, era como acceder a una suerte de nirvana, distante del suplicio que coartaba nuestra juventud.
Más que ningún otro grupo, la excelencia estética y conceptual de los Beatles nos regaló la virtud de creernos libres y esperanzados, mientras los disfrutábamos.
Al igual que las otras ediciones especiales, esta contiene dos CD con tomas adicionales, versiones y demos sencillamente deslumbrantes y reveladores. La evolución de Yellow Submarine de balada casi folclórica a la memorable fiesta sonora que Ringo elevó a himno de optimismo y dicha, expresa el genio minucioso de la creatividad del grupo cuando se concentraba en sus nuevos proyectos.
Ni hablar de la construcción de Eleonor Rigby mediante las propuestas de acompañamiento de instrumentos de cuerda sugeridos por George Martin que en sí integran piezas de incontenible emoción.
El prólogo de Paul McCartney para esta edición abunda en una característica esencial del conjunto: “Algo por lo cual me he sentido siempre orgulloso es lo diferente que resulta ser cada canción de los Beatles. Algunos otros artistas encuentran una fórmula y la repiten. Cuando me preguntaban cuál era nuestra fórmula, John y yo decíamos que si encontrábamos alguna, la desechábamos inmediatamente”.
Revolver desencadena para siempre la experimentación que el álbum anterior Rubber Soul anunciaba. Esta edición, donde se utilizan recursos ultramodernos (“de-mixing technology”), capaces de traer a primer plano sonoridades relegadas por las limitaciones tecnológicas de las grabaciones originales, vuelve a redescubrir una genialidad sin competencia, cuando pensamos que esa magia ya no era posible.
La vanguardia de los Beatles siempre se mantuvo dentro de los parámetros de la popularidad y la comunicación. Su poética crea un contubernio insoslayable con el receptor. Las 14 canciones de Revolver se quedan medrando en el subconsciente, por horas, días y toda una vida después de ser escuchadas.
Eleonor Rigby, Here, There and Everywhere, For No One, Got to Get You Into My Life y Tomorrow Never Knows, entre otras, salvaron espiritualmente a mi generación y siguen siendo el lujo de pertenencia a un club exclusivo.
McCartney termina el prólogo de la nueva edición con una frase no exenta del humor que lo caracteriza: “En su conjunto, no fue un mal álbum”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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