LA HABANA, Cuba. – Pocas fueron las mujeres que ocuparon su espacio en el desarrollo del arte moderno cubano, lo mismo durante el período de las vanguardias artísticas que con el advenimiento de la abstracción. Amelia Peláez fue, con mucho, la más conocida de las pintoras modernas y, para la década de 1950, Loló Soldevilla figuró entre los máximos exponentes de la abstracción geométrica y el arte cinético.
También durante esos años se afincó en Nueva York la pintora y escultora cubana Carmen Herrera, quien fue reconocida internacionalmente como pionera del arte moderno cubano cuando contaba 89 años, en pleno siglo XXI.
Mirta Cerra (La Habana, 1904-1986), nacida en Bejucal, no corrió la triste suerte del olvido, pero tampoco es lo suficientemente conocida, a pesar de haberse dedicado con pasión y constancia a producir cuadros de excelente factura, en los cuales sobresalen el estilo cubista, amén de paisajes urbanos, escenas rurales y barcos como temáticas predilectas.
Graduada de la Academia de Bellas Artes San Alejandro, perfeccionó aún más su técnica en la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York, Estados Unidos. Su obra se caracteriza por la representación vertical y una paleta de colores terrosos, ocres y tonalidades de verde. A través del lienzo transmitió recuerdos de su infancia en la zona rural donde creció. Sus guajiros, de expresión suave y ojos muy negros, reflejan una tierna nostalgia. Sus paisajes, silenciosos y sin estridencias cromáticas, denotan intimidad y una rigurosa observación de los elementos típicos de la arquitectura cubana.
Mirta Cerra realizó varias exhibiciones a lo largo de las décadas de 1940 y 1950. En 1943 tuvo su primera muestra personal en el Lyceum de La Habana. En 1950 presentó una selección de sus cuadros en el Club de Naciones Unidas (Washington D.C.) y, cinco años más tarde, lo hizo en la Galería Sudamericana, en Nueva York.
Fue ganadora de varios premios y medallas de oro en salones de arte, exposiciones nacionales y en la II Bienal Hispanoamericana de Arte. “Yo pinto lo que quiero”, solía decir Cerra, quien honró esa premisa durante toda su vida, recomendando de paso a los jóvenes artistas plásticos hacer lo mismo.
Cerra fue, además, grabadora e ilustradora, una faceta menos conocida aún de su quehacer. Algunos cuadros suyos figuran en la sala del Museo Nacional de Bellas Artes dedicada al movimiento moderno cubano. Buena parte de su obra, no obstante, radica en el Museo de Artes y Ciencias de Daytona Beach, Florida, donde se encuentra la exposición permanente más grande de arte cubano fuera de la Isla.