MIAMI, Estados Unidos. – La arquitectura de La Habana, la capital de Cuba, ha experimentado una evolución significativa a lo largo del tiempo. La década de 1950 marcó un cambio importante en el perfil urbano de la ciudad con la adición de grandes torres de apartamentos, oficinas y hoteles que dieron un nuevo carácter a la metrópoli cubana, según la especialista en Patrimonio Cultural Yaneli Leal, autora de un reciente artículo publicado en Diario de Cuba.
En los años anteriores a esta explosión arquitectónica, la ciudad ya había comenzado a agregar importantes edificios de altura, como el Banco Gómez Mena (1918), el edificio de la Compañía Cubana de Teléfono (1927) y el Hotel Presidente (1928). Pero fue la Ley de la Propiedad Horizontal de 1953 la que realmente incentivó y facilitó la construcción de edificios de varias plantas para venta o alquiler.
El barrio de El Vedado se convirtió en un epicentro para los edificios altos, destacándose especialmente la zona costera entre las calles L y O. Aquí se pueden encontrar algunas de las torres de apartamentos más altas, como el edificio FOCSA (1956) de 28 pisos y el Someillán (1957) de 32 pisos.
El Vedado también alberga una serie de edificios reconocidos con la Medalla de Oro del Colegio de Arquitectos, como el edificio del Retiro Odontológico (1955) y el del Seguro Médico (1958), ambos proyectos del arquitecto Antonio Quintana.
A pesar de la pausa en la construcción de rascacielos debido a los cambios políticos en 1959, la década de 1970 vio la incorporación de torres de 12 o más plantas en varias ciudades cubanas, aunque su diseño y ubicación a menudo recibieron críticas.
La década de 1990 trajo una nueva ola de construcción de rascacielos con la apertura del país al turismo. Se construyeron grandes hoteles, como el Neptuno (1991) y el Meliá Cohiba (1993), en La Habana, y el Meliá Santiago de Cuba (1991) en Santiago de Cuba.
Hoy en día, la construcción de nuevos rascacielos en La Habana se centra en hoteles y condominios para extranjeros, como el edificio Atlantic (2007). Los proyectos actuales incluyen las dos torres de 26 pisos del Grand Aston (2022), el Gran Muthu (2023) con 27 pisos, un edificio en construcción en 1ra. y B (Vedado) que tendrá unos 30 pisos, y un hotel colosal en 25 y K, aún en construcción, que contará con 42 plantas.
A pesar de la rica tradición arquitectónica cubana, la mayoría de estos nuevos proyectos son diseñados y ejecutados por firmas extranjeras, lo que ha generado cierta crítica y preocupación en la comunidad local. La percepción es que estas nuevas adiciones al horizonte de La Habana representan una falta de respeto a la historia y al patrimonio arquitectónico de la ciudad, y no necesariamente se ven como un símbolo de progreso.
Además, estos desarrollos a gran escala parecen estar desconectados de las necesidades reales del país, sus limitados recursos económicos y una planificación adecuada. Las nuevas torres, aunque impresionantes en altura y escala, son percibidas como una inversión desproporcionada en comparación con las necesidades urgentes en otros servicios vitales para la sociedad cubana. Además, estos edificios, construidos para atraer al turismo extranjero, a menudo no se alinean con la demanda turística de la capital y el tipo de turistas que la visitan.
Una de las críticas más duras se dirige a la torre en construcción en 25 y K. Visible desde muchos puntos de la ciudad, esta estructura empequeñece al antiguo Havana Hilton (1958), ahora Habana Libre, un ícono arquitectónico habanero. Este proyecto, junto con otros similares, es visto como una interrupción en el skyline de La Habana, más que como una mejora o un signo de desarrollo.