1

De la tragedia de Iowa a Don McLean: la música nunca muere

Don McLean, American Pie

LA HABANA, Cuba. — La noche del 3 de febrero de 1959, en un accidente de aviación ocurrido en Clear Lake, Iowa, murieron Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper Richardson, tres de los más populares rockeros del momento que estaban participando en la gira por el Medio Oeste Winter Dance Party.

Debido a una fuerte tormenta de nieve, el piloto de la pequeña avioneta en que viajaban, una Beechcraft Bonanza de cuatro plazas, perdió la visibilidad y el aparato se estrelló a los pocos minutos de despegar.

67 años era la suma de las edades de los tres rockeros. El menor era Ritchie Valens, que tenía apenas 17 años.

Doce años después, en 1971, aquel trágico hecho sirvió de inspiración al cantautor Don McLean para componer American Pie, una de las más emblemáticas canciones de la década de 1970.

En American Pie, Don McLean bautizó el día de aquel accidente como “el día que murió la música”. Y así se le llama desde entonces al 3 de febrero de 1959.

Pudiera pensarse que el cantautor exageró al considerar que la muerte de los tres rockeros en aquel accidente significó la muerte de la música. Pero hay que imaginar lo que representaría para McLean, un adolescente de 13 años (nació en New York el 2 de octubre de 1945), perder en un mismo día a tres de sus ídolos del rock and roll.

Otros pudieran considerar que la muerte de la música ocurrió en 1970 cuando los Beatles anunciaron su separación; cuando fallecieron Janis Joplin, Jimi Hendrix o Elvis Presley; o la noche del 8 de diciembre de 1980, cuando frente al edificio Dakota, en New York, un loco asesinó a John Lennon. Los cubanos pudiéramos considerar que la muerte de la música coincidió con las de Benny Moré, Celia Cruz o Pablito Milanés. Por suerte, la música ha demostrado ser inmortal.

Volviendo a American Pie… La icónica canción, de ocho minutos de duración, más allá de las referencias al accidente en que murieron los tres rockeros, es un aluvión de imágenes, metáforas y alusiones irónicas y nada halagüeñas a Elvis Presley (el rey), Bob Dylan (“el bufón con gorra a lo James Dean que le robó la corona de espinas al rey”) y Joan Báez (la reina).

Debido a American Pie y Vincent, la canción que en 1972 dedicó al pintor Vincent Van Gogh, muchos pensaron que Don McLean se convertiría en uno de los principales cantautores de su generación. Pero, cosas del mercado de la música, ninguna otra de sus canciones tendría el mismo éxito de American Pie.

No fue hasta 1981 que Don McLean lograría anotarse un nuevo número uno en los Estados Unidos con su remake de Crying, un tema de Roy Orbison de veinte años atrás. Ese mismo año, McLean consiguió que se radiara bastante una nueva versión que hizo de Castles in the air, un bello tema que venía en el álbum American Pie y en el que pocos repararon en su momento.

Un hecho curioso es que Don McLean fue el inspirador de otro tema emblemático de los años 70, Killing me softly. Se cuenta que la cantante Lori Lieberman, al describir a dos amigos suyos, los compositores Norman Gimbel y Charlie Fox, lo que había sentido al asistir a un concierto de Don McLean, les dijo que “la había matado suavemente con sus canciones”. Basados en esa frase, Gimbell y Fox compusieron lo que luego se convertiría en una de las canciones más bellas de 1973. Solo que la versión de Killing me softly que se hizo famosa no fue la original de Lori Lieberman, sino la muy superior de Roberta Flack, con un arreglo fabuloso a cargo del músico brasileño Eumir Deodato.