VILLA CLARA, Cuba.- Camino al interior del país, las versiones provincianas de la Feria del Libro se blindan, transformándose en evento regional con nula presencia de las editoriales extranjeras que suele ostentar el Complejo Morro-Cabaña.
El acontecimiento villaclareño llegó al centrípeto Parque Vidal, el que todo nuclea en torno a una ciudad centrífuga como Santa Clara, propensa a cualquier corretaje.
Un singular relincho —en voz de actor/instructor de arte apodándose a sí mismo como “El Caballo”— que reverenció al concomitante guía recién partido, dio inicio en la tarde-noche del pasado martes 28 de marzo a la vigésimo-sexta edición local (pues lo de “internacional” nos huelga aunque se brame en las proclamas).
Obstando la ecuestre asociación, el agüero vocal serviría para calificar por vez primera el nivel de prioridad que a la figura hípica por antonomasia la feria dedicaría.
La Sala Caturla de la Biblioteca José Martí, fue tomada por un insólito Programa nombrado “Caguairán”, desplazando del sitio habitual al Literario. En ese recinto se agruparon títulos —pre o pos editados— cercanos al fallecido, junto a otros que por su esencia garantizarían dosis infaltables de “fervor revolucionario”.
Suerte de omnisciente presencia allí de generales/coroneles/clases-soldados devenidos escritores/lectores, tropas maleables, escuelas militares móviles y asociaciones de combatientes/sobrevivientes de la extinta revolución cubana, desfiló por esos predios, con la ausencia total de regocijos visibles que cualquier festividad deberían concitar en sus copartícipes, consecuencia de solemnidad aunada con temor. Hubo, además de ceños fruncidos sobre la faz de los presentes, abundante rictus mortis.
En las inmediaciones del recinto, la ubicua PNR acompañada de brigadas de respuestas inmediatas (a preguntas jamás formuladas), emboinadas en los dos únicos colores cuarteleros, reverberaban bajo el sol. Siendo esta una de las representaciones más vigiladas de la historia libresca.
El Museo de Artes decorativas acogió al errante Programa Literario en la tarde, y ahí mismo, durante las mañanas, otro emergente llamado “Con-Ciencia” compartió el espacio, donde se mercadearon quehaceres adscritos a la vertiente ideológico-educativa de las masas, descaminadas últimamente más de lo tolerable.
No se debe olvidar que toda actividad proselitista/diseminadora de hipotética sapiencia no constituye más que simple acto de marketing.
Lo bullanguero en cambio acontecía afuera, en pleno parque, con niños, músicas y carpas repletas por vez primera de títulos perdidos en eventos anteriores. La causa de tal abundancia puede atribuirse a las poligráficas que no estuvieron listas en fecha ni cantidad de ejemplares para las de la capital y demás ferias precedentes.
Ventas cercanas al millón de pesos pusieron a cavilar a más de uno sobre el precio inflado de los libros, especialmente para infantes. Obviamente los títulos ariscos (léase ladrillos metatrancosos/inleíbles) estaban subvencionados y en papel bond, mientras obras de arte universal aparecían como impagables para el bolsillo medio y en papel gaceta.
Informaron incansablemente los muchos medios de conferencias, recitales y presentación de títulos, mayormente de línea patriótico-militar para los cinco días que duró el programa, a los que acudieron los auto —y los por directiva— convocados.
La muestra hizo lugar, además, para la entrega de los premios anuales “Ser Fiel” (instaurado a la permanencia feijoósiana en la obra personal o colectiva) y del concurso narrativo convocado por la Editorial Sed de Belleza, ambos correspondientes al período finalizado.
El ganador del primero resultó ser Jorge Angel Hernández Pérez, escritor oficialista y bloguero (Web Oggún-Guerrero) a cuya ceremonia acudieron pocos.
El segundo fue a manos del binomio Yunier Riquenes-Sheila Valladares por la investigación testimonial acerca de la connotada/polémica Generación 00.
Con la digitalización estandarizada durante los primeros lustros de este vigésimo primer siglo —empleando aún hasta puertos USB 1.0 para interconectarse—, se ha vuelto difícil concienciar a generaciones de estudiantes sobre la utilidad de examinar con detenimiento lo impreso en papel, por lo que estas citas tendrán la misión —antes de extinguirse—, de intentar redimir los hábitos de lectura.
Contrastando al discurso oficial, una compilación nunca antes vista en país tan coral e hipócrita realizada por el periodista y escritor Yamil Díaz Gómez con poesías “de relajo” propias de la tradición oral e intitulado “Decimerón”, se convirtió en el libro más reclamado (y vendido) de todos. Por cierto, bajo el sello Sed de Belleza.
Hubo también muestra paralela —y clandestina— de algunos libros del Neo Club Ediciones (Miami) en casa particular, donde se presentó una recopilación de notas del abogado/narrador Luis Pérez de Castro sobre algunas publicaciones. Los miembros (y colaboradores del Puente de Letras) obsequiaron títulos a los asistentes tranquilamente. Las fuerzas del “orden” estaban ocupadas en otros asuntos o se enteraron muy tarde.
Esta XXVI celebración de la escritura ha sido dedicada al ex ministro de Cultura —quien dirigiera luego la Casa de Estudios Martianos—; Armando Hart Dávalos, y ha tenido como país invitado a Canadá. Ambos brillaron de ausencia, así como sus títulos indivisibles, y solo una conferencia sobre este último salvó la honrilla.
En mesa redonda reciente, entrevistado Armando por el indecible Randy Alonso, le confesó que cuando en cierta ocasión preguntó a Mirtha Aguirre sobre el significado de “realismo socialista”, aquella le manifestó su desconsuelo e incapacidad de dilucidación al delimitar ambas palabras como no mezclables, so pena de originar descomunal desastre.
Artistas no circunscritos al mundillo de las letras conformaron el Programa Artístico adjunto, el que exhibió entre otros a la cantante Luna Manzanares, la compañía de bailes Habana Compás Dance y la orquesta exclusiva de músicos-mujeres “Anacaona”.
Y en ese parque inefable, cerrando este cónclave de palabras escritas que pronto serán devoradas, el domingo 2 de abril se ofreció espectáculo callejero con El Gran Circo Nacional, como tapa al pomo.
Mientras, en la Plaza Che Guevara, las masas esperaban otro 4 de abril en acampada.