LA HABANA, Cuba. – En estos tiempos se le canta más a la libertad de Cuba que a la Isla en sí misma. La necesidad de que por fin sea libre supera hoy cualquier intención poética, y esa ausencia de homenajes a sus esencias, sus historias, su arquitectura, su geografía toda, ha configurado para las nuevas generaciones de cubanos una visión bastante estrecha de la tierra que los vio nacer.
Hoy Cuba es, sobre todo, dolor. Es un marco vital cada vez más reducido, donde las penurias crecen. Por eso se siente reconfortante volver a esas canciones que van directo al corazón, suavizando asperezas; canciones como Cuba, qué lindos son tus paisajes, en las muy queridas voces de Celia Cruz y Willy Chirino.
Probablemente no haya un solo cubano que pueda permanecer indiferente a la emoción que provocan las imágenes de esa Cuba lejana, a la que tantos exiliados, como Willy y Celia, no han podido regresar. De Pinar del Río a Guantánamo, la Isla toda con sus costumbres, su patrimonio musical y la majestuosidad de su naturaleza, cabe en cinco minutos de canción.
Así la recuerdan Celia y Willy, admitiendo a coro que La Habana no tiene comparación. Y desde el presente se asoma el cubano a tales evocaciones para descubrir que conoce poco o nada de su país, que alguien ha secuestrado tanta belleza, y que existe mucha más Cuba que el limitado espacio en que transcurren las vidas sin color de estos días.
Incluso quienes sí han viajado de una punta a la otra del archipiélago se dejan sorprender por el recuerdo, la nostalgia y hasta el miedo, pues dadas las actuales circunstancias, muchos prefieren no saber en qué condiciones se hallan esos lugares emblemáticos que inflaman de añoranza el corazón de tantísimos cubanos, dondequiera que estén.
Con Cuba, qué lindos son tus paisajes, Celia Cruz y Willy Chirino rescatan la memoria de un país sin fragmentar por doctrina alguna, un conjunto diverso y a la vez unido en lo fundamental: su historia y su cultura. Tal vez por eso afirman en décima, entre guajeos, tumbaos y el infaltable grito de ¡Azúcar!, que como Cuba no hay Cuba, aunque cada emigrado se lleve su pedacito.