LA HABANA, Cuba. – Entre las tantas anécdotas que rodean al ballet cubano, es bien conocida aquella en la cual una encumbrada figura dijo, en tono despectivo, que el entonces muy joven Carlos Acosta jamás sería primer bailarín. Pasó el tiempo para la portadora del mal augurio, y también para aquel muchacho que había crecido en el barrio de Los Pinos, jugando fútbol y haciendo breakdance.
Para alejarlo un poco de la vida callejera, su padre lo obligó a asistir a la Escuela Nacional de Ballet. Carlos tenía solo nueve años, era fuerte e hiperactivo y no se adaptó a la disciplina de dicha institución. Los problemas que allí causó provocaron que fuera enviado a un internado en Pinar del Río.
A los 13 años, sin embargo, presenció una actuación del Ballet Nacional de Cuba y su pasión por la danza clásica se renovó. Volvió a la escuela y allí, bajo la guía de la profesora Ramona de Saá, perfeccionó su técnica al punto de que, tres años después, se hizo merecedor de una beca en Turín.
En 1991 se graduó en la Escuela Cubana de Ballet con las máximas calificaciones. A partir de entonces, el niño de Los Pinos se dedicó a conquistar al público cubano y triunfar en los más importantes escenarios del mundo.
Además de la experiencia en Turín, bailó con la Compañía del Teatro Carreño (Caracas) y el English National Ballet de Londres. Para 1994, y contra todos los malos augurios, Carlos Acosta debutó como primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba, con el cual actuó en Madrid, interpretando los clásicos El Lago de los cisnes, Don Quijote y Giselle. Ese mismo año entró por la puerta grande al mítico Teatro Bolshoi, con la obra El Corsario.
La década de 1990 le deparó toda clase de éxitos. Fue invitado al Ballet de Houston por su entonces director artístico, Ben Stevenson, con actuaciones ocasionales en el American Ballet Theatre. En 1998 entró como primer bailarín y miembro permanente al Royal Ballet de Londres, donde permaneció hasta noviembre de 2015. Durante esos años, Carlos Acosta interpretó los más exigentes protagónicos de la danza clásica.
Un año después fundó su propia compañía, Acosta Danza, donde hay cabida para el ballet clásico, la danza contemporánea, el folclor y los bailes populares. El concepto atrajo a expertos bailarines, algunos con una carrera ya establecida en prestigiosas instituciones del arte danzario dentro de la Isla. En el repertorio de la compañía figuran clásicos como Carmen o El Quijote, y obras de coreógrafos contemporáneos como Sidi Larbi Cherkaoui, Marianela Boán, Goyo Montero, Ben Stevenson, Justin Peck, Jorge Crecis, etc.
Carlos Acosta, que este viernes arriba a sus 50 años de edad, ha obtenido importantes premios y reconocimientos, entre ellos la Medalla de oro del Prix de Lausanne (1990), el Premio Danza de la Fundación Princesa Grace, USA (1995) y el Premio Laurence Olivier (2006).