MADRID, España.- Al hablar de Carilda Oliver Labra, enseguida vienen a la mente sus versos “Me desordeno, amor, me desordeno / cuando voy en tu boca, demorada;/ y casi sin por qué, casi por nada, /te toco con la punta de mi seno”. Pero la irreverente poeta no solo dejó este poema a la literatura cubana, sino una numerosa producción literaria en la que sobresalen Al sur de mi garganta (1949) y Memoria de la fiebre (1958).
Su poesía lírica, épica y erótica ha sido antologada, además de en Cuba, en México, Colombia, España, Estados Unidos y Alemania, entre otros.
Considerada una de las poetas contemporáneas más importantes de Hispanoamérica, sobre el reconocimiento a su poesía, estrechamente relacionada con sus relaciones amorosas, la propia autora expresó: “Yo no creo que fuera una pionera. Yo creo que uno supo amar y parece que después supo contarlo”.
La matancera, de quien hoy se cumplen cuatro años de su fallecimiento, también impartió cursos de dibujo, pintura y escultura.
Carilda Oliver Labra nació el 6 de julio de 1922 en Matanzas, y allí vivió siempre. A su ciudad natal también le dedicó poemas como “Canto a Matanzas”.
En 1940 se graduó de bachiller en Letras y Ciencias en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas. Posteriormente se graduó de Derecho. A los 23 años se unió a la peña literaria de Matanzas, de la que llegó a ser su presidenta.
En esta provincia se constituyó la cátedra de estudios lingüísticos y literarios especializados Carilda Oliver Labra en la Universidad Pedagógica Juan Marinello.
Entre los premios merecidos por su obra literaria se encuentran el Premio Nacional de Literatura en 1998, y la Orden Félix Varela de Primer Grado, recibido a los 95 años, uno antes de su muerte.
Como recuerda la también poeta Tania Díaz Castro en un artículo para este medio, “a partir de 1960 y hasta 1978, Carilda fue marginada por orden del alto mando político del gobierno castrista. Se le reprochaba que no hubiera querido vestir el uniforme de miliciana, no asistir a las reuniones del Comité de Defensa de la Revolución de su cuadra, no hacer trabajo voluntario en el campo los fines de semana y, sobre todo, haber puesto como excusa sus espejuelos rotos para no asistir al Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba, celebrado en agosto de 1961 e invitada por el propio poeta Nicolás Guillén”.
Sin embargo, posteriormente, Oliver Labra comenzó a mostrar una postura afín al régimen. Según apunta Díaz Castro, quien fuera su amiga, a juicio de quienes la conocían Carilda tenía miedo.
“Y yo me pregunto: ¿miedo a qué? ¿Miedo a ser marginada nuevamente? ¿Miedo a perder los cien dólares mensuales que recibe del gobierno como ayuda económica luego de habérsele asignado el Premio Nacional de Literatura? ¿Miedo a herir a un régimen político que la despreció durante casi veinte años? ¿Miedo a la actual imagen que pudiera reflejar su espejo? ¿Miedo a denunciar al mundo las violaciones a sus derechos como escritora y ciudadana de Cuba?”, cuestionó Díaz Castro en su texto “Carilda: la mujer prohibida”.
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