LA HABANA, Cuba.- Varios han sido los artistas e intelectuales de la Cuba republicana que, deliberadamente o por descuido, han quedado fuera de los debates, remembranzas y recuentos del pasado. Entre ellos figura Armando Maribona, quien fuera pintor, profesor, empresario, escritor, caricaturista e incluso funcionario público.
En su trayectoria profesional no hubo lugar para improvisaciones mediocres. Nació en Cárdenas, Matanzas, en 1893, y se formó en la Academia de San Alejandro. Tras un comienzo difícil, durante el cual se vio obligado a ejercer diversos oficios para subsistir —auxiliar de librería, empleado de ferretería, dibujante comercial—, su talento artístico le ayudó a graduarse de la Escuela Nacional de Periodismo.
Su primer trabajo profesional fue con la revista Juventud, en 1911. Cuatro años después era redactor del periódico El Tiempo y, para 1919, se había graduado como maestro en la Escuela Normal de La Habana.
Su vasta cultura le permitió escribir sobre diversos temas para los rotativos Discusión, El Día y El Triunfo, tres de los más importantes de la época. Fue corresponsal del Diario de la Marina en París y de la Sociedad de las Naciones en Suiza, en 1922. En su bregar como reportero y caricaturista vinculado a eventos diplomáticos, Maribona devino también un importante ilustrador de prensa.
Fue precisamente en la caricatura donde obtuvo mayor mérito como artista, y en ello coinciden todos los críticos. Algunos de sus dibujos, como los retratos del pintor Víctor Manuel García y el filósofo Miguel de Unamuno, pertenecen a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes.
A partir de 1927 comenzó a impartir clases de dibujo, ornamentación y relieve en la academia de San Alejandro, donde mantendría su labor docente por más de tres décadas.
Pero quizás la arista más interesante del talentoso Armando Maribona fue su interés por promover el desarrollo del turismo en Cuba, convencido de que esa industria llegaría a ser más productiva que la azucarera. Así, entre 1930 y 1959, ya como redactor del Diario de la Marina, impulsó una intensa propaganda para atraer la atención de potenciales inversionistas.
Tras el golpe de Estado de 1952, fue nombrado miembro del Consejo Consultivo y vicepresidente del Instituto Cubano de Turismo (ICT) por Fulgencio Batista. Desde ambos cargos intensificó la promoción del turismo en la Isla, e incluso escribió “El turismo en Cuba”, una obra que sigue siendo medular para entender las oportunidades que ofrece ese importante sector económico.
En 1959, con la llegada de Fidel Castro al poder, Maribona fue separado de la Academia San Alejandro debido a sus vínculos con el gobierno de Batista. Un año después renunció al periodismo, tras el cierre del Diario de la Marina, cuya línea editorial era diametralmente opuesta al nuevo Gobierno.
Armando Maribona murió en La Habana, en el olvido más absoluto, el 7 de marzo de 1964.