LA HABANA.- La última exposición personal que se recuerda del artista Agustín Bejarano (Camagüey, 1964) tuvo lugar durante la Oncena Bienal de La Habana, en el año 2012. Su ingreso a prisión, tras declararse culpable en Miami por abuso sexual a un menor, le impidió asistir al máximo evento de artes visuales que se celebra en Cuba; pero su participación a distancia fue, por más de un motivo, singular.
En aquella ocasión, obras de pequeño formato, realizadas en cajas de cereal y otras golosinas, fueron enviadas por Bejarano desde su encierro en Estados Unidos. Esa voluntad de hacerse presente, y la consistencia de aquel arte pobre nacido de circunstancias amargas, recordó a muchos por qué la producción visual de este artista se ha consolidado como una de las más originales del arte cubano contemporáneo.
Seis años después, el Centro Provincial de Artes Plásticas, sito en Luz y Oficios, en la Habana Vieja, abre sus puertas a la más reciente muestra de Bejarano. Una selección retrospectiva de pinturas y grabados, junto a cuadros incluidos en su serie más reciente (Olympus, 2017), integran la exposición que fue presentada al público el pasado 13 de marzo, bajo el título La cámara del eco.
Misteriosa y sugestiva, la frase fue acuñada por Rufo Caballero, eminente crítico que apostó por la propuesta visual de Bejarano desde sus primeras incursiones en el grabado, a finales de la década de 1980.
Inspirada en la memoria y el legado de quien fuera una de las voces más sólidas de la crítica de artes visuales en Cuba y América Latina, La cámara… cuenta con un planteamiento curatorial dividido en dos partes. La primera, denominada Memorias, recoge piezas de series antológicas como Los ritos del silencio, Las Coquetas y Angelotes, que marcaron hitos significativos en la trayectoria del artista. Mientras la segunda revela, una vez más, la majestuosidad formal de que es capaz Bejarano.
En correspondencia con el nombre de la nueva serie, Olympus, cuadros de monumental formato, prodigios de maestría técnica y madurez conceptual, ocupan los paneles centrales de la nave principal e impresionaron sobremanera a los numerosos espectadores que colmaron la sala, haciendo crujir la estructura dieciochesca del inmueble.
Según palabras de Bejarano, Olympus conforma el núcleo primordial de una muestra en la que se puede apreciar esa obsesión del autor por el mundo clásico y el desafío de delinear, a través de una producción simbólica de vocación neoclásica, senderos hacia poéticas netamente contemporáneas. La grandiosidad de sus figuras prometeicas y la recreación de una arquitectura que remite al pasado cultural grecorromano, articulan un diálogo nuevo y a la vez coherente con una poética donde se han equilibrado importantes referentes culturales de la humanidad, íconos cubanos y una íntima sensibilidad para indagar en cuestiones universales.
Hay en la grandilocuencia de este Olimpo una humildad sanadora, sostenida en el balance de los opuestos: abismos profundos y verticalidades infinitas, luz y oscuridad, grito y silencio. Obras enmarcadas en una visión excepcional del arte contemporáneo, a veces tan rebuscado que pierde la capacidad de asombrar y maravillar.
La cámara del eco permanecerá abierta al público durante todo marzo y el mes de abril.