LA HABANA, Cuba.- Acaban de cumplirse los 50 años de la publicación, en 1967, por Ediciones Unión, de Celestino antes del alba, de Reinaldo Arenas. Concebido por Arenas como la primera parte de una Pentagonía, fue su primer libro y el único que sería publicado en Cuba.
Pocos años después, su segunda novela, El mundo alucinante, que ya estaba en pruebas de planas en Ediciones Unión, fue prohibida por los muy suspicaces comisarios, que consideraron una alegoría subversiva el relato del testarudo enfrentamiento a la tiranía colonial española del fraile dominico Servando Teresa de Mier. Con los esbirros de la Seguridad del Estado pisándole los talones, Arenas demoró años para poder sacar clandestinamente el manuscrito de Cuba, a través de unos amigos franceses, y publicarlo en México. A partir de ese momento y hasta que partió al exilio en 1980, sufrió hostigamiento, persecución y cárcel.
En 1965, dos años antes de su publicación, Celestino antes del alba había recibido la primera mención en un concurso de narrativa de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), cuyo jurado estuvo presidido por José Lezama Lima.
Cuando terminó Celestino antes del alba y lo envió a aquel concurso, Reinaldo Arenas aun no tenía 22 años, llevaba poco tiempo en La Habana, adonde había llegado procedente de su natal Holguín, trabajaba en la Biblioteca Nacional, leía con avidez, metabolizaba sus lecturas y escribía sin parar.
El poeta Eliseo Diego, que fue uno de los primeros en valorar el talento de Reinaldo Arenas, opinaría sobre Celestino antes del alba: “Pocos libros se han publicado en nuestro país donde las viejas angustias del hombre de campo se nos acerquen tan conmovedoramente…”
En el libro, que refleja la infancia rural de Reinaldo Arenas, un niño campesino de mucha sensibilidad ve y explica su cruda realidad a través de una especie de alter ego que se inventa, un imaginario primo huérfano que llega a la casa con un libro de cuentos en una mano. Ese es Celestino, y el alba a que se refiere en el título vendría a ser el inicio de un tiempo nuevo con el triunfo de la revolución, en la que el autor cifraba todas sus esperanzas en aquella época.
En Celestino antes del alba, Arenas anticipaba los prejuicios con los que chocaría. La madre del niño, al saber que escribía sobre el primo inventado, exclama: “eso es mariconería”, y luego, se arroja al pozo por primera vez.
Es premonitorio Arenas con la censura y la represión que sufriría posteriormente cuando relata cómo el abuelo derribaba todos los árboles en cuyas hojas y tronco había escrito el niño.
Repleto de poesía y de una desbocada imaginación, sin apegarse a un argumento en el sentido tradicional, con varias realidades que se superponen, con tres posibles finales distintos, Celestino antes del alba resultó un libro muy inusual en una época en que la mayoría de los escritores cubanos se ganaban el aprecio oficial encasillándose en un pedestre realismo -próximo al realismo socialista soviético- que exaltaba la épica revolucionaria.
Pero no solo por lo inusual el libro fue acogido en su momento con suma frialdad y reserva: los comisarios que regían la cultura se escandalizaron por las alusiones homoeróticas hechas por Arenas, como en las escenas donde describía las reacciones del niño cuando observa a los demás muchachos bañándose desnudos en el río.
Reinaldo Arenas, que luego de una década de exilio, enfermo de SIDA, se suicidó en New York en 1990, sigue siendo un escritor maldito en Cuba. De él, luego de Celestino antes del alba solo ha sido publicado en Cuba su cuento El cometa Halley, que apareció en la antología La ínsula fabulante, hecha por Alberto Garrandés en el año 2008.
El medio siglo de la publicación de Celestino antes del alba no ha sido conmemorado por la cultura oficial, tan dada a celebrar aniversarios redondos. Solo el periodista Joaquín Borges Triana lo recordó en un artículo titulado “¡Felices 50!”, que apareció en El Caimán Barbudo, donde cita un comentario del crítico literario Carlos Espinosa Domínguez y recoge las opiniones sobre Arenas de los escritores Hugo Luis Sánchez y Reynaldo González, quien fuera su amigo y vecino.
Si algunos piensan que la obra de Reinaldo Arenas alcanzó relevancia, más que por sus méritos literarios, por el contexto represivo y patológicamente homofóbico en que se vio forzado a producirla, les recomendaría, para que se convenzan de su originalidad, técnica y universalidad, la lectura de Celestino antes del alba.