FORT PIERCE, Estados Unidos.- Para la mayoría de las naciones, la fecha de mayor significado es su día nacional, el que adoptan basados en determinado hecho trascendente que generalmente coincide con su independencia; aunque algunos países los asumen no solo de significación para la nación, sino para la humanidad en general, como es el caso de la Fiesta Nacional de Francia, el 14 de julio, día que se recuerda la Toma de la Bastilla, acto que se considera referencial para el inicio de la Revolución Francesa, o la Fiesta Nacional Española, el 12 de octubre, para evocar el descubrimiento de América en 1492.
En una lista de una respetable institución, actualizada hasta el 14 de julio de 2016, Cuba no figura entre los países citados según el día de su independencia. ¿Será que consideran que la isla caribeña aún no la ha logrado? ¿Acaso el intento de la dictadura comunista cubana por eclipsar la fecha considerada como el día nacional ha sido efectivo? ¿Resultará difícil determinar cuál es en realidad el día nacional, considerando las manipulaciones que hasta en la historia se empeña hacer el gobierno cubano?
Con ese ímpetu de querer transformarlo todo, el dictador Fidel Castro determinó no solo cambiar los designios del pueblo cubano; sino transformar su historia. De esta forma, el 20 de mayo, verdadero día de la independencia cubana a partir del nacimiento la República de Cuba, quedaría sepultado y en su lugar se le dio un significado mayor al 10 de octubre, que en realidad es el día del grito de Yara, considerado como el inicio de las luchas independentistas de la nación.
Pero esto no le bastó al mandatario y, de manera cautelosa, fue desplazando también la importancia de esta fecha y comenzó a aparecer un nuevo día para la rebeldía nacional: el 26 de julio, fecha del fracasado asaltado el Cuartel Moncada en 1953; pero como para el “viejo comandante invicto” no existen las derrotas, lo convirtió en un “triunfo de las ideas” y quiso coronar el suceso para la eternidad.
No obstante, también se celebra ―entre discursos y consignas― el día primero de enero no como año nuevo, sino como el día del triunfo de la revolución de 1959, por lo que ya a fuerza de tanta repetición de unas cosas y olvido de otras, el sumiso pueblo dejó de saber sus fechas históricas ―consideradas otrora verdaderos paradigmas― y las nuevas generaciones se pierden entre la ignorancia y el desinterés por los sucesos que determinaron realmente la nacionalidad cubana.
Actualmente, una considerable parte de los cubanos desconoce la exactitud del día de su independencia y otros se dispersan entre libertades y sublevaciones de esclavos, triunfos revolucionarios y asaltos moncadistas. El pensamiento del maligno ser logró cambiar las pautas que se establecían con el nacimiento de la república.
En medio de esta confusión de fechas el líder del comunismo cubano utilizó la imagen del venerado apóstol de Cuba para que su invento sobre el día de la rebeldía nacional cobrara ciertas dimensiones que lo hicieran creíble, lo que en sus inicios resultó efectivo a fuerza de tanta reiteración, así como de una predicación acentuada desde los centros de enseñanza elemental hasta los de altos estudios, amén de su difusión masiva entre los humildes hombres de pueblo, tan fáciles de manipular.
Las masas lograron asimilar la descabellada idea de los vínculos entre el pensamiento elevado de José Martí y la maldad del dictador. Martí quedaba convertido en el “autor intelectual del Moncada“, lo que, dicho cada día a través de los años, llegó a cobrar una legitimidad de aparente autenticidad.
Al parecer Castro no llegó a profundizar en el pensamiento martiano, de haberlo hecho no hubiera afirmado semejante incongruencia. En carta dirigida a su amigo Fermín Valdés Domínguez José Martí expresó: “Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras; el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse como frenéticos defensores de los desamparados”, siendo capaz de describir ―con aquella visión cuasi profética― lo que han hecho todos los líderes comunistas de la historia, desde Stalin y Lenin, hasta Castro y Chávez.
La matanza colectiva en los primeros años de la llamada revolución socialista no encuentra cabida en la nobleza de aquel hombre ejemplar, quien organizó una guerra que llamó necesaria e inevitable, proponiéndose culminarla con brevedad para causar el menor daño posible. Las palabras de Martí en este sentido demuestran la distancia abismal entre la nobleza del gran pensador y la crueldad del dictador, cuya concepción del llamado internacionalismo llevó a la muerte a miles de jóvenes lanzados a las guerras de África: “La guerra no ha de ser para el exterminio de los hombres buenos, sino para el triunfo necesario de los que se oponen a su dicha”.
¿Cómo es que algunos aún pueden asimilar la disparatada idea acerca de una autoría intelectual de hechos relacionados con las estrategias del castrismo? Retomemos la sabia palabra del maestro que desde hace más de un siglo trató de enseñarnos que “un pueblo no es una masa de criaturas miserables y regidas: no tiene el derecho de ser respetado hasta que no tenga la conciencia de ser regente: edúquense en los hombres los conceptos de independencia y propia dignidad: es el organismo humano compendio del organismo nacional”.
Para este día de la rebeldía nacional, el contexto histórico y social cubano es muy diferente al de aquellos iniciales años de sumisión. Un fuerte movimiento de oposición al régimen castrista, la desinhibición de una parte considerable del pueblo ―que ya se lanza en son de protesta a sus calles―, la pérdida de la confianza en los gobernantes, el éxodo cada vez mayor, así como una crisis económica de la que jamás se saldrá, distinguen el panorama cubano en la inmediatez del 26 de julio, la “sagrada fecha” que establecieron como símbolo.
La figura inmaculada de aquel que se inmoló por la emancipación de su patria, cual ángel tutelar de la nación cubana, debe ser rescatada de las absurdidades de un socialismo que jamás asimiló. Su pureza, justamente en las inmensidades de la infinitud, no admite relación alguna con el pensamiento de quienes han pretendido adueñarse de la nación cubana, cuya independencia debe celebrar un 20 de mayo y dejar atrás aquellas fechas, que lejos de haber contribuido a la conformación de la nacionalidad y la identidad, las han manchado con la maldad de aquel que creyó que el pensamiento del “hombre de Dos Ríos” le serviría para la perpetuación de su imagen.