FORT PIERCE, Estados Unidos.- Tras una prolongada espera al fin llegó el momento. El 25 de noviembre en horas de la noche dejó de existir aquel que logró mantenerse en el poder por casi medio siglo, aun cuando no fuera elegido por nadie, y sin haber convocado jamás a elecciones verdaderas durante su mandato. Luego prolongó su dirección a través de su hermano, a quien otorgó el mando y aparente control de la isla, sin embargo estaba detrás de todo el acontecer, cual agonizante sombra que se aferra a continuar por la eternidad.
Luego de una extensa travesía por toda la isla al fin quedaban depositadas este domingo sus cenizas en el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, cerca del monumento a José Martí, tal vez como reafirmación del sacrilegio que lo acompañara durante su extensa vida al declarar, inmerso en su delirio, que el noble cubano le guiara en los hechos del Moncada.
No obstante, mientras José Martí sigue siendo venerado a pesar de los más de cien años que nos separan de su infausto final, y ha trascendido a la historia de la nación, del continente y del mundo, como el más genuino, trascendental y extraordinario de los cubanos de todos los tiempos, la imagen el nonagenario comandante que se les acaba de morir muy pronto se disipará y pasará a la historia como lo que realmente fue: el dictador más cruel del mundo occidental de estos tiempos.
No dudo respecto a la idea de que el viejo comandante fuera querido por algunos, tal vez muchos, los que en su ignorancia se mantuvieron en un estaticismo que el propio sistema generó durante tantos años de sumisión y engaño; pero de ahí a aceptar la visión de una masividad que se lanzó a calles y plazas para adorar los restos del hombre que los dejó en un estado de devastación material, intelectual y espiritual, hay un abismo.
Todos saben que las multitudes han sido manipuladas a través de la historia, Cuba no es la excepción. La dictadura comunista preparó premeditadamente todos y cada uno de los detalles del funeral para ofrecer al mundo una imagen de aceptación del llamado líder histórico y de reafirmación del “proceso revolucionario cubano.”
Se sabe de la presencia de miles de agentes encubiertos y del multitudinario despliegue de fuerzas policiales que se entremezclaban con aquellos que fueron obligados por el régimen, ya sea a través de represalias en sus centros laborales o fuertes amenazas en las instituciones estudiantiles.
Por suerte, se acabó la diversión que se ha prolongado por más de una semana. Días de grandes contradicciones no solo en Cuba, sino en el mundo. En la isla una oposición marginada, reprimida y apresada, en contraposición a las multitudinarias concentraciones de aquellos que desde la apariencia han expresado su “dolor y su pesar”, y por qué no, también junto a los que de manera sincera lo han hecho porque le han seguido a través de los años, a pesar de los pesares.
En el mundo han tenido lugar las más arbitrarias reacciones. Una gran fiesta para celebrar la muerte del dictador ha sido protagonizada por el exilio de Miami, algo que pasará a la historia no solo por la masividad que ha dado muestras de su rechazo total a aquel que los hizo salir de su patria, sino como una de las más extraordinarias imágenes surrealistas de estos tiempos, por cuanto resulta muy desatinado festejar una muerte; aunque tratándose de la muerte de Fidel Castro toda festividad es permitida. De igual forma, en este país ha habido un minucioso seguimiento de todo el acontecer dentro y fuera de la isla, en relación con el suceso, con la intervención de los más destacados analistas y politólogos de Estados Unidos.
En Corea del Norte el Partido de los Trabajadores, la Asamblea Popular Suprema (Parlamento) y el Gobierno declararon tres días de duelo por la muerte del líder cubano, que como todos conocen mantuvo fuertes vínculos con el régimen de los Kim.
Desde el Vaticano el papa Francisco expresó su pesar y pidió la intersección de Dios y de la virgen, bajo su advocación como la Caridad del Cobre por el alma de Fidel Castro.
En París, a petición del senador Claude Malhuret, representante de los Republicanos, ante la Cámara, se hizo un minuto de silencio, aunque no por la muerte del mandatario, sino por las múltiples muertes de las que el dictador ha sido responsable. “La Historia designará a Fidel Castro, junto a Stalin, Kim Il Sung o Pol Pot, como uno de los perseguidores más feroces de su propio pueblo”, afirmó Malhuret, quien se refirió además a los torturados y ejecutados, así como a la quinta parte del pueblo cubano en el exilio, miles de muertos en el mar, decenas de miles de vidas perdidas por la miseria y la malnutrición.
En Alemania, país que sufrió el efecto devastador del comunismo, solo fue recordado por una minoría de políticos de la izquierda, un partido postcomunista y varios disidentes socialdemócratas. Steffen Seibert, portavoz del Ejecutivo alemán, ha declarado: “La libertad de expresión, los derechos humanos de todas las personas y la democracia no eran prioridades en el pensamiento de Fidel Castro”.
Ambos países se han pronunciado en apoyar la democratización de Cuba, tratar el tema de los derechos humanos e impulsar a Cuba en su camino hacia la libertad definitiva y hacia un estado de derecho, coincidiendo con las propuestas del presidente electo de EE.UU., Donald Trump, quien prometió que su Gobierno hará “todo lo posible para asegurar que el pueblo cubano pueda iniciar finalmente su camino hacia la prosperidad y libertad”. Igualmente hizo mención a sus robos, fusilamientos, opresión y sufrimiento de su pueblo, y lo calificó como un brutal dictador.
Los seguidores del socialismo del siglo XXI acudieron a La Habana e hicieron sendas intervenciones durante el acto celebrado en la Plaza de la Revolución. Con la habitual y obsoleta retórica comunista y la reiteración de trillados términos como “prensa burguesa proimperialista”, “dominación imperial”, “nuevo orden del mundo”, amén de los nuevos epítetos de la autoría de Maduro, entre los que sobresalen “eterno joven”, “eterno soñador” y “eterno rebelde”, para hacer mención al que ya no está.
Daniel Ortega y Nicolás Maduro hicieron énfasis en la idea del tránsito hacia la inmortalidad del dictador. Habría que cuestionarse si las leyes que rigen al mundo espiritual admiten la posibilidad de la excepción, de ser posible, entonces no habrá paso hacia lo inmortal. Cuando un mortal violenta las leyes de la vida y con ello varía el orden del universo, y cuando esto se hace de una manera tan despiadada, como lo hizo durante gran parte de su vida el que acaba de morir, no hay posibilidad de absolución, ni por los dioses, ni por los hombres.
Por eso, a Fidel Castro: Dudo que alcances la absolución en lo espiritual, y la historia jamás te absolverá, por cuanto has pasado a ella como uno de los hombres más monstruosos de todos los tiempos.