MIAMI, Estados Unidos.- “Estamos sufriendo en este país bastante trabajo, pero que primero tienen que quererse la vida, porque es muy triste lo que nosotros vivimos en ese lugar. No le quito tampoco los deseos a las personas quieran llegar a Estados Unidos; si a mí me dan la posibilidad, de una me voy directo, pero tienen que pensar mejor las cosas antes de irse por una frontera y arriesgar su vida”. Así resumió el recuento de sus penurias Odelbys Martínez, una de las integrantes del primer grupo de cubanos deportados desde Ecuador hacia la Isla el pasado de 10 de julio.
El episodio de las deportaciones ocurrió tras las protestas de centenares de isleños en Quito, quienes protagonizaron una sentada frente a la embajada de México en el país andino. La protesta fue disuelta de manera contundente por efectivos antimotines ecuatorianos, según pudo apreciare en imágenes tomadas en el sitio. Las demandas de los emigrantes nuevamente han enfocado un problema que perece no tener solución. La principal, el establecimiento de un puente aéreo entre el Ecuador y la nación azteca con aviones aportados por esta última, para permitir el tránsito de los centenares de cubanos hacia Estados Unidos. Incluso hubo quien dejó caer la posibilidad del alargamiento del viaje hasta el mismo territorio norteamericano.
Ante la respuesta de la embajada cubana sobre la afirmación de sus ciudadanos sobre su condición de emigrantes políticos y las dudas planteadas por diversos medios, que cuestionan la verdadera causa de este éxodo silencioso hasta ahora, los involucrados en los actos de protestas se volcaron frente a la sede diplomática de su país para demostrar su carácter contestatario contra Raúl, Fidel y el sistema comunista establecido en la isla caribeña. Una postura que puede ser observada de oportunista.
Igualmente entregaron una carta para dejar clara su posición a la que designaron con la novedosa categorización de “migrantes marginados políticos”. Bajo este enfoque dicen estar en contra del régimen al que definen de seudosocialista. El alegato reivindicatorio reproduce el párrafo del Código Penal cubano vigente que trata sobre los delitos contra la Seguridad del Estado y el sistema socialista cubano. Pero precisamente bajo la sombra de esa legislación represiva la disidencia cubana trabaja día a día en las calles de la Isla venciendo el miedo, ganando con porfía su sitio en la sociedad, disputando el derecho a la libertad de expresión y saliendo a otros lugares para decir lo mismo que dicen en Cuba y posteriormente regresar, enfrentando las consecuencias. Un reto que vencen imágenes como las del logo de CubaNet ensartado en el mango de un micrófono con el que una reportera independiente entrevistaba a rostro descubierto a transeúntes habaneros.
A lo anterior se suma la fijación de un invariable destino como meta del logro libertario. La referencia única de Estados Unidos, fundamentalmente Miami, para quienes dicen escapar de un sistema dictatorial, parece ignorar que el mundo libre existe, con sus defectos, en otros territorios ajenos al norteamericano. La insistencia de algunos en señalar el “derecho a recibir los beneficios que les corresponden” en Norteamérica, da una pista sobre las prisas y la insistencia.
Toca observar que a raíz de los problemas diversos que enfrenta Venezuela, el gobernante Raúl Castro habla a los ciudadanos de las lógicas privaciones y ajustes económicos que han de venir derivados de esa situación. Y aunque Castro trata de despejar la imagen de un nuevo período especial, la gente guarda en la memoria aquella dura etapa. La disyuntiva se saca por muchos por lógica inapelable: hay que irse por cualquier vía. Ahora que las cosas han cambiado la conclusión consecuente no genera mayores problemas, ni los complejos políticos de otrora. Mejor aún, es una posibilidad que terminará en favorecer dos objetivos que desde la Isla se buscan desde hace años. O bien el cese de las medidas que favorecen a los emigrantes cubanos (políticos o no) que al final terminan siendo un soporte económico para su país. O bien el levantamiento del embargo que tanto precisan en Cuba. O todo al mismo tiempo.
Por su parte desde la otra orilla, desde Miami, el alcalde Tomás Regalado alertaba en enero sobre la falta de recursos para enfrentar una oleada de emigrantes cubanos como la que se avista. En este escenario el senador republicano Marco Rubio pedía un cambio drástico en la controversial política de acogida a refugiados cubanos. Un gesto que tal vez le costó el voto cubanoamericano. (¿O la propuesta llegó tras la debacle sufrida por Rubio en sus predios floridanos?)
En la entrevista hecha a la joven devuelta a Cuba, ella expresa sus temores sobre un futuro incierto tras el regreso forzado a su país. Según la nota de prensa, Odelbys trabajaba como jefa de higiene en hoteles de la corporación Gaviota, regentada por GAESA, firma operada por las FAR. La joven cree más que improbable la vuelvan a aceptar en su puesto por haberse ido y mucho más tras las declaraciones “antigubernamentales” hechas en tierra extranjera. Pero precisamente es aquí donde se ofrece el doble reto. Para la ciudadana que debe luchar por sus derechos; y para el Estado que afirmó a través de sus funcionarios que los cubanos que expresaron ofensas y disensiones realmente no son opositores, y más bien estaban buscando la justificación para lograr un estatus legal de refugiados políticos bajo el amparo de las leyes norteamericanas.
Por estos días México adoptó un plan para sus nacionales deportados desde Estados Unidos. El proyecto “todos somos mexicanos” busca acoger y reinsertar a los migrantes proscritos en su tierra natal. Un ejemplo que debe ser emulado por sus homólogos del gobierno cubano con los deportados desde Ecuador, Estados Unidos o desde cualquier parte. En primer lugar para que no se les prive de trabajo. Después que sean aceptados sin mayores consecuencias legales o sociales, evitando que se conviertan realmente en los marginados políticos que ellos aseguraban ser.