MIAMI, Florida. — El sorpresivo anuncio de la sustitución de los editores de la revista Espacio laical da paso a varias interrogantes en torno al futuro de la publicación católica cubana y lo que puede haber detrás de este inusitado cambio. Por igual surgen suspicacias y especulaciones sobre lo que para algunos resulta una acción inexplicable, generadas a partir del cruce de notas explicativas entre los directivos salientes y la dirección entrante.
El escrito hecho público por Roberto Veiga y Lenier González anunciando la retirada, incluía en uno de sus párrafos la clave que generó la polémica. Poner que habían sido liberados de sus obligaciones resultó el equivalente de una fórmula muy común en el lenguaje oficioso de la Isla para anunciar destituciones en la cúpula. Es lo que en Cuba se conoce popularmente como el aviso del truene. Posteriormente los ex directivos de Espacio laical aclararon que sus palabras habían sido mal interpretadas por medios externos que habían manipulado un correo en el que ellos se despedían de un pequeño grupo de colaboradores. Una explicación poco creíble cuando la hacen dos personas que saben el alcance de las modernas redes de comunicación y el giro que en ellas pueden tomar textos y expresiones.
A lo anterior siguió la nota hecha por Gustavo Andújar, ahora al frente de la revista católica laical, la cual provocó la reacción aireada de los implicados. Andújar acusó de “gravemente inexacta” la formulación de liberación referida por sus antecesores dejando claro que ellos habían renunciado por decisión propia y que en definitiva nadie es imprescindible. Las palabras de Andújar fueron calificadas de agresivas en una nueva respuesta dada a conocer por Veiga y González.
Más allá del intercambio de notas, anuncios y aclaraciones vale destacar algunos detalles del hecho. El primero corrobora la idea sobre aquella ruptura que provocó el cierre momentáneo de la revista Espacios, que parece haber quedado en el olvido sin derecho a ser considerada reconocida precursora de la actual. Espacio laical que ahora se presenta como una revista creada en el 2005 por el Cardenal Jaime Ortega no fue sino la recreación con el nombre truncado de aquella primera revista, para acallar el revuelo causado por el inexplicable cierre en enero del aquel año. Con menos realce que su antecesora la nueva propuesta comenzó a circular con los espacios más reducidos y con un aire menos laical.
Vale recordar que la Espacios inaugurada con Eduardo Mesa, a quienes siguieron Andrés Rodríguez y Fabio Hurtado, llegó a competir en popularidad con Vitral, a pesar de que su tirada era mucho menor. Tanto por los temas que tocaba, como por el abanico de ideas tratadas en la revista y en el ambiente creado en su entorno en la Casa laical. Aún así aquella sufrió varios toques de atención y silencio cuando intentó llevar temas considerados poco prudentes tratar. Uno de ellos fue la negativa tajante que recibió la propuesta de publicar un artículo con biografía incluida sobre Oswaldo Payá, cuando aquel obtuvo el premio Sajarov. La revista, sus editores entonces, se vieron limitados a poner solamente la nota de salutación del cardenal al líder del MCL Y punto. Lo mismo ocurrió con el artículo sobre el Mariel que nunca vio la luz.
Decir que Espacio laical estaba tomando un impulso y connotaciones propias es algo para poner en dudas cuando lo que en verdad estaba en juego eran guiños al gobierno y a una proyectada movida de acercamientos entre este, una parte del exilio dispuesto a dialogar y una llamada oposición fiel que produjo una de las mayores controversias en la que se vieran envueltos los gestores de la revista con el sonado artículo sobre la oposición leal, para muchos el detonante que provocó la renuncia de sus editores pero que no parece ser el motivo real.
Conferencias, escritos, entrevistas y numerosas actividades celebradas al calor de la revista laical parecían indicar que la publicación y sus redactores contaban con una posición segura sobre los posibles cambios y movimientos que se vislumbran sobre Cuba y su realidad. Muchas de estas acciones y gestiones tenían que contar con cierto espaldarazo oficial de las dos instituciones: La Iglesia y el Estado.
Por ello existe una gran contradicción en la afirmación hecha por Veiga y González sobre la solicitud de su renuncia al menos tres veces en los últimos dos años para evitar tensiones que se habían proyectado sobre ellos y particularmente sobre la persona del Cardenal debido a la polémica generada por el perfil socio político de la publicación. La contradicción estriba en la activa acción de los dos editores en escritos, actividades desarrolladas en salidas al extranjero mediante declaraciones así como organización de reuniones en La Habana, ante la vista y conocimiento de las autoridades máximas de la Iglesia y del propio gobierno cubano, incluso hasta la cercana fecha de marzo.
Las más recientes de esas apariciones fue en una entrevista concedida al diario ABC el pasado febrero donde ambos expresaban el deseo de que las relaciones con Cuba (sobre entendido con el gobierno) pasaran de la confrontación a la concordia para afrontar los cambios necesarios que habrán de producirse en la Isla. Por otra parte quienes una vez acusaron al exilio de anexionista ahora ponían sus buenos oficios para llegar a un dialogo respetuoso de reencuentro desde el respeto y la tolerancia entre esa parte de Cuba y la del régimen que la gobierna.
El giro brusco de la situación puede estar vinculado al retiro de Monseñor Jaime Ortega y la incógnita sobre el nuevo arzobispo que le sustituirá en la sede de la Archidiócesis habanera. Igualmente es sugerente que esto ocurra después de la desaparición física de los presbíteros Fernando de la Vega y Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, sacerdotes que tuvieron fuerte presencia en las cuestiones culturales de la Iglesia, entre las que estaban precisamente esta revista en cuestión. Todo hace pensar en una posible revaluación del interés que ocuparán proyectos como el de Espacio Laical en las nuevas autoridades eclesiásticas de la diócesis.
De todas maneras no hay que esperar mucho de la nueva propuesta editorial en Espacio Laical si la revista continuara existiendo. Más eclesiástica, menos laical y sin arriesgar mucho en sus posturas hacia el poder vigente. Tal vez con las miras en un fututo que se presenta abierto en el que la Institución jugará un papel importante pero sin dar mucho crédito a las propuestas que a pesar de sus carencias y defectos, siguen moviéndose dentro de la sociedad cubana, a la que nunca debe ser ajeno el laicado.
Y precisamente una de las constantes que ha lastrado la labor política del laicado cubano llevándolo desde la frustración hasta la más completa desidia es la posición que se hace evidente sigue prevaleciendo en una Iglesia dividida entre quienes piensan que no hay que inmiscuirse en política y quienes asumen que el laicado tiene que confrontar el compromiso coherente con la Doctrina Social de la Iglesia. Una carencia que resaltó cuando el Proyecto Varela, del que se ausentaron muchas figuras de la llamada casta laical, los conocidos súper laicos, que ante ponían la justificación de que la Iglesia no debe meterse en política. Una actitud que puede cambiar de manera oportunista cuando intereses y poder avala la participación.
Finalmente la apuesta por lo que Oswaldo Payá calificó acertadamente del cambio fraude para algunos no ha rendido sus beneficios. Pero de la misma manera alguno ya puede haber encontrado su sitio idóneo en esta maquinaria que ha sido puesta en marcha irremisiblemente aunque no queramos darnos cuenta o finjamos desconocer. Aquí también puede estar otra de las claves donde renunciar o ser destituido resulta por igual un eufemismo.