MIAMI, Florida, febrero -La recién concluida cumbre del Celac en La Habana selló de alguna manera el compromiso latinoamericano con una Cuba no democrática. La asistencia de treinta jefes de Estados, todos elegidos por las vías de las urnas, además de certificar el éxito de la asamblea con una alta asistencia representativa, dio el espaldarazo político esperado por el régimen cubano.
Todo lo contrario ocurrió con la oposición y grupos cívicos de la Isla que trataron de llamar la atención de los asistentes con la convocatoria de una reunión paralela a la del Celac. El esquinazo que recibieron resultó contrastante con la atención que mereció la “cumbre paralela” centrada en torno a la figura de Fidel Castro quien se entrevistó con varias de las personalidades presentes en el evento. Entre estas el secretario General de la ONU.
Aunque al menos se dio la nota distintiva de los presidentes Laura Chinchilla y Sebastián Piñera que recibieron respectivamente a una representación de la Comisión de Derechos Humanos y a la activista Berta Soler, el gesto tuvo lugar cuando la Cumbre era historia y los discursos habían moldeado la ruta a seguir. No obstante fueron las excepciones. Del resto de los asistentes no quedó ni una palabra sobre las denuncias de arrestos y actos represivos a los que la prensa internacional acreditada tampoco prestó atención ni intentó cubrir o verificar. Una vez más la prensa independiente de la Isla asumió la tarea que los acomodaticios medios informativos extranjeros declinan hacer en escenarios como el cubano.
El reclamo sobre el respeto de libertades y derechos quedó a cargo del Secretario General de la ONU. Ban KI-moon dijo haber tratado con la parte cubana la necesidad de firmar los pactos en esta materia y lo relativo a su cumplimiento. Pero la imagen que al final realmente se destacó fue la de un sonriente Ki- moon retocándose el cabello en una peluquería habanera y sus palabras tras recibido por el Comandante Castro, sobre quien dijo haber quedado “profundamente impresionado” por su espiritualidad y fortaleza física así como “agradecido” por su liderazgo y visión.
Teniendo en cuenta que la participación del Secretario de la ONU ha sido calificada como protagónica ya se tiene idea del resto. Peor fue la presencia gris del Secretario General de la OEA a una junta donde prácticamente se decreta al organismo regional que él preside como obsoleto y moribundo.
Más allá de los reclamos de Ban Ki- moon a sus anfitriones cubanos y la atención que estos hayan puesto a las expectativas del alto representante de las Naciones Unidas, la declaración final recogida en la clausura de este encuentro regional quedó condimentada al gusto del gobierno castrista y acorde a intereses que significan mucho más que el reconocimiento de derechos y libertades en una pequeña nación del Caribe.
Que la declaración final leída por Raúl Castro remarcara a América Latina y el Caribe como Zona de Paz, libre de armas nucleares y agresiones fronterizas donde los gobiernos se han comprometido a resolver los conflictos internos o con sus vecinos de forma pacífica es la nota que en verdad interesa a la mirada internacional, harta de conflictos y tensiones.
A esta sigue el compromiso afirmado por todos los estados de la región a no intervenir directa o indirectamente en los asuntos internos de cualquier otro estado y de observar los principios de soberanía nacional, igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos. Una parrafada que sirve de cuartada perfecta a todo aquel que quiere evitar condenas y condenas por el incumplimiento de asuntos tales como el respeto a la carta de derechos y libertades establecidas por la ONU. Una declaración que además es usada para combatir a quienes luchan por esos derechos y condena a quienes les apoyan.
Y es este último compromiso el que hace inútil cualquier esfuerzo dirigido a que el gobierno cubano cumpla con la petición de respeto a derechos y libertades políticas en su país. Es como el título de aquella canción de Pablo Milanés. Ámame como soy…parece decir el sistema político a todos los que de alguna manera han avalado su conducta al incluir a Cuba en el CELAC y con la asistencia masiva a la Cumbre celebrada en La Habana. La impresión final parece indicar que efectivamente se le quiere así como es, o al menos se le acepta sin muchos reparos.