MIAMI, Florida -Cuando Cristóbal Colon y otros conquistadores llegaron a América durante el siglo XV se produjo un intercambio de culturas. Aquellos aventureros trajeron su filosofía, valores, idioma, religión, arte, moral, leyes, educación, costumbres y experiencias. Fue, sin lugar a dudas, el encuentro de dos culturas cuyo resultado fue la superioridad de la aportada por los conquistadores, aunque este criterio no es absoluto pues los nativos americanos también hicieron sus aportes muchos de los cuales han predominado hasta nuestros días.
Un intercambio cultural, para que sea autentico, debe estar orientado al encuentro de dos culturas que llegan a relacionarse estrechamente y en muchos casos domina la más fuerte ya sea a través de la imitación, del aprendizaje y de la experiencia.
En los hábitos alimenticios, la forma de expresión, el diseño de plazas y ciudades, estilos de vida, manifestaciones artísticas, y otras particularidades de la vida en América se aprecia la indiscutible huella de España. Lo mismo ocurre en el Brasil conquistado por los portugueses o en las islas del Caribe donde están presentes señales muy concretas de las culturas holandesa, francesa o inglesa.
Los intercambios culturales perfeccionan y enriquecen las sociedades, mucho más en un mundo como el nuestro, convertido en una aldea tecnologizada.
No estamos en aquellas épocas en que la cultura se consideraba un sistema perfecto y coherente que lo explicaba todo. Han terminado los tiempos en que se contraponían la llamada “cultura popular” y la “cultura ilustrada”, es decir la “civilización de las elites” y la “barbarie de las masas”. Hoy dia la cultura se inserta en todas las actividades humanas y constituye, por definición, una vocación planetaria.
¿Qué puede aportar a la cultura cubano-americana la anticultura del castrismo intolerante y represivo?
No mienten quienes afirman que los artistas cubanos se mueven en una atmosfera de doble moral y que el oportunismo ha promovido entre ellos antivalores éticos y morales. Y están en lo cierto quienes defienden esta opinión, porque el castrismo ha absorbido de manera creciente la esfera cultural a tal extremo que no puede hablarse de una nueva cultura cubana tomando como referencia el antes y el después de 1959, porque se ha producido una erosión, una ruptura de los antiguos conceptos que concedían al arte – y al artista – absoluta libertad creadora. Cuba es un modelo de hipertrofia cultural presente en el deterioro de la vida social, intelectual y el empobrecimiento espiritual de nuestra nación.
Los intercambios culturales Cuba-Estados Unidos no se basan en la dignificación de la cultura sino en una creación maligna dirigida a su politización cuyo objetivo es crear conflictos, tratar de confundir a muchas personas y, finalmente, crear divisiones entre los diferentes sectores y corrientes de pensamiento del exilio.
Para un creador lo fundamental es su obligación con la ética, al margen de sus ideas políticas, religiosas, e incluso, sus preferencias sexuales. Pero cuando de la cultura se trata se impone una definición, un serio compromiso moral donde las reglas del juego no sean impuestas por el oportunismo, la doble moral o un cuestionable apolitismo. Hay una contradicción abismal entre cultura y civismo cuando se trata de enmascarar prebendas personales
Es necesario recordar a los artistas cubanos que llegan a Miami que el dolor que sacude al exilio no es justamente de origen cultural. Sus raíces se extienden más alla de lo económico, de lo político e incluso de lo emocional y no van dirigidas contra un artista en particular o contra una manifestación de su talento. Esas expresiones deben entenderse, incluso, como una justa consideración a las viudas y los huérfanos, a los hermanos y los sobrinos, a los nietos y los abuelos de aquellos que perdieron, no propiedades como suele decirse, sino la vida frente a los pelotones de fusilamiento o en las incalificables mazmorras castristas.
¿Quién gana – o qué se gana – y quién pierde – o qué se pierde con los intercambios culturales entre Cuba y Estados Unidos? ¿Qué aportan al diferendo Washington-La Habana? ¿Qué contribución brinda a las víctimas del régimen de donde parten aquellos que actúan en los teatros de Miami? No aportan absolutamente nada porque la filosofía que inspira a aquel sistema parte de una noción materialista, antidemocrática, una ideología que pretende gobernarlo y decidirlo todo, que se manifiesta en las golpizas a los opositores democráticos, la intolerancia a las ideas renovadoras. Un sistema que frena la creatividad y congela las aspiraciones y los pensamientos. En términos más amplios aun, un sistema que ha promovido entre los cubanos un universo de superficialidades, donde el ocio y la criminalidad destruyen los valores morales y culturales más elevados.