ECUADOR – El próximo 13 de agosto cuando apenas se recuerde el vencimiento de Hernán Cortez en Tenochtitlan en 1521, ante el rendido líder Cuauhtémoc, así como, su autoproclamación como gobernador y capitán general de Nueva España, o solo se haga mención a las más de 25 000 víctimas del terremoto de las costas de Tacna, Perú, en 1868, el pueblo ecuatoriano, aún ante la evocación del 10 de agosto, día que se recuerda el Primer Grito de Independencia contra el dominio español, de 1809, estará participando de forma masiva en un paro general para pronunciarse contra el gobierno de Rafael Correa.
El actual gobierno de Ecuador ha estado dando pasos de manera muy sutil, aunque en los últimos tiempos lo ha hecho más abiertamente, que pueden conducir al país hacia una forma quasi socialista de gobierno, lo que algunos líderes de izquierda de la región han llamado “el socialismo del siglo XXI”, engendro poco definido, mezcla de aparente democracia, de apertura y defensa de los sectores pobres, que constituyen un por ciento significativo por la superpoblación de naturaleza indígena, de odio y desprecio hacia aquellos que lograron ciertas posiciones en el orden económico y social, de intentos de cambios constitucionales para el beneficio propio, entre otras características, pero con ciertos denominadores comunes: el perpetuarse en el poder y el totalitarismo con todas sus consecuencias, aunque para esto se tenga que violar los derechos ciudadanos indispensables.
El pueblo ecuatoriano, que hasta hace poco se mostró bajo la óptica de un aparente silencio y calma, aunque siempre en estado de alertidad, se ha lanzado a las calles con protestas que ya no solo se limitan a sus iniciales preocupaciones respecto a ciertas leyes y reformas constituciones por parte del gobierno, sino proclamando la retirada del presidente Rafael Correa. La consigna “fuera Correa fuera” se ha convertido en la frase del momento, a pesar de que varios de los líderes de la oposición han declarado que no se trata de una expulsión del presidente, sino de un llamado hacia un cambio de actitud, idea que actualmente resulta dudosa, pues por doquier se critica fuertemente al presidente, no solo los líderes y organizadores de las marchas, sino la gente del pueblo, los trabajadores que se ven amenazados, los comerciantes cansados de pagar impuestos cada vez más elevados, los empresarios y dueños de negocios que han percibido el odio y la palabra siempre hiriente hacia ellos por parte del presidente, los periodistas y otros trabajadores de los medios de comunicación que desde hace mucho tiempo perdieron su libertad de expresión, entre otros.
Respecto a la convocatoria para el diálogo, desde la oposición se cuestiona que no haya una agenda variada que abarque otros temas sensibles que ya han sido aprobados por la legislatura, donde el Gobierno tiene mayoría. Pablo Serrano, presidente de turno del Frente Unitario de Trabajadores (FUT), aseguró recientemente:
“Creemos que los que se van a reunir son los amigos del Gobierno y sus funcionarios. Con ellos se van a reunir y a tratar cualquier tipo de cosas para decir que sí ha habido apertura, que sí se ha tratado y que sí ha existido el diálogo”.
Guillermo Lasso, líder del Movimiento CREO, afirmó que “no hay una verdadera voluntad de diálogo”, mientras que Blasco Peñaherrera Solah, expresidente de la Cámara de Comercio de Quito, dijo que “hay leyes que han limitado los derechos fundamentales de las personas”.
Los acontecimientos de agosto serán determinantes en relación con el futuro político y social de Ecuador. Se pretende paralizar al país de forma pacífica, solo las marchas y consignas desde todas partes lo lograrán, lo que recuerda el sabio mensaje de Gandhi, el líder de la India que lograra la independencia de su patria desde la perspectiva de la no cooperación, pero sin la violencia.
Hasta los líderes indígenas de la Amazonía, la zona selvática del oriente del país, discuten en secreto sus estrategias de movilidad para sumarse a la marcha convocada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE. Desde las localidades de Tundaime, en Zamora Chinchipe, de Morona Santiago y de Pastaza partirán las comunidades indígenas hacia Quito para expresar su inconformidad hacia el actual gobierno. El asambleísta José Acacho ha pedido a las fuerzas del orden que se abstengan de reprimirles en su avance hacia la capital ecuatoriana, al propio tiempo que se refirió a un “gobierno represivo” y declaró: “no nos estamos preparando para una guerra, no nos estamos armando porque no queremos violencia, sino democracia”.
Está previsto este 10 de agosto -día que se recuerda el Primer Grito de Independencia contra el dominio español, de 1809- la marcha general de las comunidades indígenas y para el 13 del mismo mes, el paro nacional convocado por las centrales sindicales para rechazar la política económica y social del régimen.
A la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), de los cinco prefectos agrupados en la Mancomunidad de Gobiernos Provinciales de la Amazonía (Conga), la Federación de Estudiantes Secundarios del Ecuador (FESE), la Unión Nacional de Educadores (UNE) y otras 11 agrupadas en el Frente Popular, también se integró la Federación de Barrios de Quito, la Federación de Estudiantes de la Politécnica Nacional, un sector de los estudiantes de la Universidad Central, la Federación Médica, un sector de los jubilados, y hasta la Confederación Nacional de Militares en Servicio Pasivo y Montepío decidió adherirse al paro nacional, lo que nos da la medida del carácter eminentemente popular y del poder de convocatoria de la oposición del país.
Ojalá que el ejemplo de los ecuatorianos sea inspirador para aquellos pueblos oprimidos de esta: “Nuestra América”, en los cuales, las dictaduras están provocando su deterioro progresivo y su aislamiento. Recordemos las sabias palabras del Apóstol de América: “Un pueblo no es una masa de criaturas miserables y regidas: no tiene el derecho de ser respetado hasta que no tenga la conciencia de ser regente: edúquense en los hombres los conceptos de independencia y propia dignidad”.