FORT PIERCE, Estados Unidos.- Un término poco usual adquiere popularidad inesperada en estos días. Un comunicador de la televisión cubana llamado Randy Alonso ha utilizado la palabra “excubano” para referirse al deportista hispano-cubano Orlando Ortega, que representó a España en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y alcanzó la medalla de plata en la modalidad de 110 metros con vallas.
El atleta abandonó la delegación del equipo cubano durante los mundiales de Moscú en 2013. Se radicó en España y el gobierno de ese país le concedió la nacionalidad. Como es conocido, cuando un cubano adquiere otra nacionalidad pierde la suya, según lo establecido por la Constitución Cubana de 1976, con modificaciones ulteriores, que no reconoce la doble ciudadanía.
Pero más allá de cuestiones legales y de documentos y constituciones, quiero detenerme en algo que perdura una vez que las constituciones se modifiquen y los documentos se puedan enmendar: Las leyes, directrices y normas no pueden cambiar los sentimientos del hombre porque estos, si están verdaderamente cimentados, perduran a través del tiempo y más allá de cualquier lugar donde se esté.
Todos aquellos que emprendimos el camino del exilio ―independientemente de los posibles motivos que en el orden individual determinaron esta decisión― continuamos siendo cubanos, aun cuando tengamos que asumir otra ciudadanía por cuestiones legales.
El periodista comunista cubano fue más allá de lo tolerable. Las redes sociales en el mundo le critican enérgicamente, y no sin razón. El representante del oficialismo cubano ha lacerado la sensibilidad de los miles de cubanos del exilio, los que a partir de entonces seremos “excubanos”, además de “escorias”, “gusanos”, “delincuentes”, “apátridas”, “contrarrevolucionarios”, “desviados” e “indeseables”, como comúnmente se nos llama.
No sabemos ―y lo expreso en plural pues pretendo hacerlo en nombre de los exiliados― si el despreciable Randy tiene idea acerca de que los cubanos mantenemos nuestra identidad donde quiera que estemos, y con orgullo nos identificamos como cubanos en cualquier parte.
Más allá de los elementos materiales asociados a una nación, como banderas, escudos, himnos y símbolos, está algo que trasciende lo perceptible para situarse por encima de cualquier frontera. El sentirse envuelto en la magia de la “Obertura Cubana” de García Caturla o en “La Rebambaramba” de Amadeo Roldán, continuar leyendo a Carpentier, Lezama o Piñera, evocar “La Muerte del Cisne” por Josefina Méndez o escuchar la “Cecilia” por Alina Sánchez hace que nos podamos perpetuar como verdaderos cubanos en cualquier lugar del mundo.
Francisco Morán, el cubano que más sabe de Julián del Casal, ha seguido desde el exilio hablando del olvidado poeta y no lo ha cambiado por Whitman o Wilde; otros tratamos de mostrar a un José Martí en su real dimensión, desprovisto de aquella vestidura que intentan ponerle los considerados no-excubanos. A Dulce María Loynaz, la enigmática poetisa que los patrocinadores de la cultura oficialista ignoraron, la seguimos defendiendo aunque ya no estemos en la Isla, y lo hacemos por el hecho de ser verdaderos cubanos.
Recuerde señor Alonso que las migraciones son un fenómeno universal y Cuba forma parte del mundo, aunque a veces no lo parece. No obstante, ha adquirido matices muy peculiares para convertirse en fenómeno migratorio devenido en éxodo que ha perdurado por más de medio siglo, coincidiendo justamente con el tiempo de esa revolución que usted tanto defiende.
La otrora isla a donde llegaron emigrados de China, España, Jamaica, Francia, Estados Unidos, Japón, Líbano, Puerto Rico y Siria, además de cientos de judíos procedentes del este de Europa, hasta llegar a recibir alrededor de 600 mil personas entre 1902 y 1930, experimentó un viraje radical en sus designios a partir de 1959.
Con la llegada de la revolución del 59 comenzó un éxodo que, a pesar de haber tenido sus picos en ciertos momentos, de manera general se ha mantenido más como un estado que como un fenómeno aislado. En el momento actual hay cubanos en todos los continentes, y al paradigma de todos ―los Estados Unidos― se agregan países tan insólitos como Angola, Serbia, Pakistán o Australia, apartados por completo de las costumbres de la isla caribeña.
Estos temas deben tratarse en su programa, pero desde una perspectiva abierta y libre de los cánones oficialistas. Es tiempo de ahondar en las causas de ese éxodo que jamás termina, las que se encuentran como elementos objetivos en relación directa con el régimen comunista instaurado y su agresiva política, y no con leyes de la política norteamericana, como se pretende.
Si se va a oficializar el nuevo término, mucho cuidado. Recuerde que hay figuras cumbres de nuestra historia, la literatura, la ciencia, el arte, la religión, y el deporte que determinaron retirarse de Cuba o no regresar a ella después de 1959, los que no pueden caer en su abominable concepto.
El autor de “La comparsa”, “Siboney” y “María La O”, entre otras antológicas obras desbordantes de la más genuina cubanía no regresó a Cuba, sino que murió en Tenerife y sus restos mortales se encuentran en Nueva York; pero que nadie se atreva a decirle excubano porque estarían negando parte de la nacionalidad de un país a través de algo tan universal como la música. Ernesto Lecuona no tuvo participación en gestas independentistas y movimientos políticos como Ignacio Cervantes, el genial pianista y compositor, que contribuía con las recaudaciones de algunos de sus conciertos a la causa emancipadora del final del siglo diecinueve, quien también estuvo en el exilio y no merece que se le ubique dentro de los excubanos.
Sea cuidadoso con su expresión, pues nuestro José Martí permaneció la mayor parte de su vida fuera de Cuba, lo que según sus conceptos de cubanía lo haría entonces un excubano, algo que resultaría paradójico, por cuanto es la personificación de nuestra nacionalidad, alguien que con su sentido visionario fue capaz de prever desde Nueva York, en 1882, que “una constitución es una ley viva y práctica que no puede construirse con elementos ideológicos”, como si presintiera que la modificada constitución cubana de 1976 no permitiría la doble ciudadanía, según lo cual aquellos que se acogen a una extranjera pierden la cubana y por tanto pasan a la lista de los excubanos.
Excubanos son aquellos que, lejos de despertar y asumir una actitud contra el régimen castrista, continúan siendo sus aliados. Tal es el caso del periodista, no el del joven deportista que ha sido agredido ni de otros tantos que se han presentado en la cita deportiva compitiendo por otros países que no son los suyos de nacimiento. Si hubieran tenido algún motivo para continuar en su patria, con seguridad hoy estarían representándola; pero al igual que a los miles de médicos y otros profesionales, profesores, entrenadores, artistas y obreros, no nos quedó otra opción que estar en el exilio; y aún así, y con orgullo, cubanos siempre.