MIAMI, Florida, diciembre, www.cubanet.org -Mandela ha muerto. La noticia recorre veloz el mundo. La transmiten diferentes medios de comunicación que no vacilan en interrumpir su programación habitual para dar a conocer el hecho. Canales privados y públicos, en España o la Florida dan cobertura a la información de último minuto. Barack Obama hace una aparición pública casi de inmediato para referirse a Nelson Mandela al que califica de ejemplo de lucha por los derechos y la democracia inspirado en Martin Luther King.
La fructífera vida de Mandela tuvo el regalo merecido de 95 años, la mayor parte de ellos dedicados a una ardua lucha por los que sufrió un cuarto de siglo en cárceles y numerosos sinsabores en su vida personal. En Cuba solo conocimos un lado de esa personalidad forjada en la búsqueda de libertades y derechos civiles del pueblo sudafricano. La propaganda oficial dimensionaba al hombre condenado por el oprobioso sistema del apartheid. Las campañas por su libertad mostraban la contraparte del régimen racista desatando su tremebunda acción represiva y la aplicación de una absurda política discriminatoria. Para los cubanos no quedaba claro una parte importante del conflicto donde los blancos racistas no eran colonialistas ni representantes de una nación extranjera, sino descendientes de una raza que luchó contra el Imperio Británico para conseguir que Sudáfrica fuera independiente en la temprana fecha del 31 de mayo de 1910.
En Cuba se destacó la imagen del Mandela luchador anti apartheid pero no se hizo lo mismo con la semblanza del hombre de diálogo, demócrata y reconciliador que una vez logrado el objeto de su lucha promulgó una sociedad donde blancos y negros quedaban integrados en la única nación obviando odios, rencores y reservas. Así nació la Sudáfrica de Madiba, el abuelo venerable, una visión más acorde que la de Dios omnipotente que todavía algunos prefieren dar a ciertos gobernantes muy lejanos del merecimiento para tal crédito divino.
Mandela deja el legado de una nación reconciliada en paz y democracia que a pesar de muchos defectos y problemas logró salvar la difícil barrera de años vividos en la violencia y el odio racial. Un ejemplo de los tantos que deben ser enaltecidos e imitados por cualquier sociedad que busca cambios, la cubana entre ellas.
Mandela demostró que es posible la transformación pacífica superando rencores y sumando mediante la integración de los componentes de un conflicto para lograr una solución que parecía imposible. Hasta en los mínimos detalles de un himno nacional al que Mandela propuso se unificaran estrofas de los himnos tradicionales que identificaban las partes encontradas. El Die Stem de los blancos Cornelis Jacobus y Martin Viliers se une a la canción bantú Nkosi Sikelel´ ¡Afrika compuesta por Enoch Mankanyi Nsotonga. Ella contiene partes en los idiomas más hablados del país. Destaca en su inicio xhosa “Dios bendiga a África y el cierre en inglés llamando a … “venir juntos, y unidos permaneceremos en pie, Vivamos y luchemos por la libertad, en Sudáfrica, nuestra tierra”.
Ese detalle de hacer del himno del nuevo país un símbolo de integración y concordia es un dato que explica el por qué sudafricanos negros y blancos estuvieron pendientes de la evolución del estado de Mandela, pernoctaron frente al hospital donde permanecía ingresado y ahora lloran su partida, congregados frente a su residencia para manifestar su sentimiento. Otro aspecto, más importante, está en la postura del hombre demócrata que una vez concluido su periodo como presidente retornó a la vida privada dejando paso a otros gobernantes. Una actitud a la que son ajenos muchos políticos en el continente africano y en otras partes del planeta.
Hoy el mítico 46664 ha dejado de existir. El número que identificó durante años al prisionero Nelson Mandela simbolizará a partir de hoy un estado que describe en toda su monumental dimensión al hombre cívico y que nunca dejó de estar asociado al hombre que lo portara durante 27 años. Este no puede ser otro que LIBRE.